Sonreí dulce y tranquilamente. Había logrado lo que me había propuesto. Quería que al menos confiase un poco; sólo un poco, y lo había logrado. Estaba claro que todavía seguía con ése dejo de desconfianza, pero había logrado que al menos se dejase acariciar con tranquilidad. Y éso, me ponía más que feliz. No esperaba que él se entregase a la primera, claramente, pero algo era algo. Pasé mi mano por su cuello, sin dejar de observar su belleza, clavando mis ojos en los suyos sin intenciones de resultar desafiante ni mucho menos.
- Eres precioso -felicité, mientras mi mano seguía recorriendo lentamente toda la extensión de su cuello. Le dí unas palmaditas y retrocedí un paso, dándole libertad, para que supiera que yo no pensaba adueñarme de él privándolo de nada. Observé a la yegua que al parecer lo acompañaba, dedicándole una sonrisa también. Ambos eran preciosos, pero aquél semental me había enamorado.
- Eres precioso -felicité, mientras mi mano seguía recorriendo lentamente toda la extensión de su cuello. Le dí unas palmaditas y retrocedí un paso, dándole libertad, para que supiera que yo no pensaba adueñarme de él privándolo de nada. Observé a la yegua que al parecer lo acompañaba, dedicándole una sonrisa también. Ambos eran preciosos, pero aquél semental me había enamorado.