Prado norte

Era cierto que saltaba bien, mas que bien. Aquello me hizo sonreír enseguida mientras abría lo mas posible mis ojos para prestar toda la atención posible.
Esbocé una sonrisa - Saltas muy bien - Comenté enseguida mientras salía de efecto de la impresión que me había causado. Saltaba estupendamente, recogida, fina, elegante... tal y como hay que saltar.
Dí un par de vueltas a su lado a un trote rápido y enérgico, orgulloso y sin timidez alguna pues estaba deseando que me pusiera a prueba.

Frené al finalizar los obstáculos, combinando a la perfección la fuerza de mi padre y la velocidad de mi hábil madre. -Tu turno- pedí, mientras me retiraba a galope extendido para darle la vuelta a aquellos troncos caídos uno tras otro y reunirme de nuevo a un lado de Taloubet, esperando a verle saltar. -Y gracias- dije sonriendo, inclinando levemente la cabeza en ademán de modestia ante su comentario de mi manera de saltar.

La observé con la cabeza bien alta cuando dio la vuelta al galope.
Me puse delante de los troncos calculando la distancia para poder saltar con eficacia.
Relinché y tomé un galope fino y elegante con unas zancadas firmes pero ágiles, me aproximé seguro al primer tronco y recogiendo bien las patas, con el cuello ligeramente curvado y la cabeza firme y recta, lo pasé limpiamente sin rozarlo en ningún momento. Salté igual los otros troncos, cargado de elegancia y gracia.
Al terminar di una vuelta a un galope extenso mientras daba un par de coces para liberar un poco de energía de una bonita manera.

-Tú también saltas muy bien- felicité con una sonrisa radiante. -De seguro a tu dueño le tocó suerte en tenerte- aludí con una mezcla de relincho y risa. Mi respiración estaba ligeramente agitada por la actividad física más o menos intensa que había tenido previamente, por lo que una de mis principales ocupaciones fue el normalizar un poco mi ritmo de exhalación e inhalación para no parecer que estaba hiperventilando.

Recién llegar detecté el suave y fresco olor de las lavandas inundando mis fosas nasales, como un golpe tibio y alentador al mismo tiempo. El sol, que ya comenazba a ocultarse como lo hacía en su ciclo habitual, teñía aquellas flores liláceas de distintos tonos de morado, rosa e incluso naranja en donde el sol pintaba con mayor intensidad los suaves pétalos de las flores en pequeños grupos. Inhalé profundo y después suspiré con cierta melancolía, recordando que aquel había sido el último lugar que había visitado en compañía de Indi. -¿Te gusta?- susurré. Vi a la amiga de mi dueña y a su novio tumbados bajo un árbol cercano, y a Sombra charlando con un semental bayo de patas negras que no había visto antes. Probablemente era nuevo, pero no estaba con ánimos ni mucho menos de socializar con nadie. -Creo que pasaremos aquí la noche- advertí. Busqué un lugar donde la hierba era alta y por el mismo motivo, mullida; y lo elegí a modo de lecho para descansar bien después de un día tan ajetreado como aquel.

No me podía quejar, a pesar de todo, del tour que habíamos dado. Había conocido lugares hermosos, más hermosos de los que había llegado a ver en cualquier momento. La hierba se movía con lentitud de un lado a otro, bailando al compás del viento, mientras que la brisa traía consigo el delicioso olor de las flores habitantes en el prado. Inhalé profundamente, mientras apoyaba la pata que ya no dolía tanto. Caminé un poco, acercándome justamente a las flores y tumbándome allí, dejando reposar mi cabeza en la mullida hierba y soltando un relincho alegre, lleno de entusiasmo. Me incorporé, sacudiéndome restos de hierba y algunos pétalos de flores.
- Me encanta -respondí al semental, esbozando una gran sonrisa- muchas gracias. A pesar de todo lo que pasó... Realmente me he divertido mucho -sonreí un poco más, tumbándome cerca de él, clavando mi mirada en el cielo y dejándola allí posada.

-Me alegra que digas eso- admití en un leve susurro, sin elevar en lo mínimo mi tono de voz. -No hay nada que agradecer- sonreí, mirando al cielo con sus tonos amarillentos y rosados gracias al crepúsculo. Agradecí que la suave hierba no lastimara en absoluto las heridas que tenía en el lomo, ahí donde el puma había dejado sus marcas al treparse a mi espalda. Contemplé, tumbado como estaba, el atardecer; disfrutando del aroma de las lavandas que éstas emitían y que era acarreado por el viento con suavidad, inundando todo el prado con la deliciosa fragancia.

- ¡Gracias! - Dije dedicándole una amplia sonrisa a Sombra - Sí, supongo que sí - Respondí tímido a su alago - Tu dueño es un dichoso por ser tu amigo - La aludí igual que ella a mi.
Con franqueza... necesitaba estirar aún mas mis patas - Voy a corretear un poco por ahí, ¿vienes? - Dije gracioso invitándola a que me acompañara en mi caminar.
Moví mi cola un tanto divertido y juguetón.

Pasee mi mirada expectante entre toda la inmensidad del prado, dejándola posada finalmente en el cielo, viendo como nuevamente estaba atardeciendo. Al igual que en la playa, y aunque a pesar de que ésta escena era realmente hermosa, todavía no lograba compararse con la de la playa; mi favorita sin lugar a dudas. Esperé, hasta que el sol fue escondiéndose lentamente, con lentitud. Aquél crepúsculo indicaba que el día estaba acabando, pero sabía con seguridad que no quedaría nunca en el olvido. Le dí un toque a Tornesch, amistoso, con mi morro en su cuello. - Eres un gran guía -felicité, sin esperar respuesta, mientras dejaba mi mirada ahora posada en su herida, esperando realmente que el dolor hubiese cesado aunque fuera de forma mínima, suspirando luego, tranquila.

-Gracias- sonreí a medias, esperando que aquel gesto fuera tornándose en uno auténtico por lo menos con el tiempo. El sol poco a poco fue cayendo, y al mismo paso iban cayendo mis párpados del cansancio. -Buenas noches- murmuré entre dientes de un modo difícil de entender gracias a que mi mandíbula estaba apretada. Resoplé y dejé que el sueño se llevara mis tormentos; aprovechando la única parte del día en la que ningún pensamiento negativo distraía y hacía hueco en las numerosas llagas en mi mente.
Desperté solo, mucho antes del amanecer. Contemplé con fijeza el horizonte, reflexionando. Recordé el incidente del puma y los sentimientos que había tenido al tener la muerte tan cerca, y consideré que aquello había sido realmente tocar fondo. Y después de llegar al punto más bajo de mi solemne tristeza, sólo quedaba subir, subir y subir. O por lo menos así esperaba que fuera mi vida de ése mismísimo instante en adelante. La oscuridad y la quietud de la noche me permitió pensar a fondo, algo de lo que estaba bastante necesitado últimamente. Pensé en Shaw, en todo lo que ella me había visto pasar y sus intentos, poco exitosos, de animarme a mí, para ella un completo desconocido suicida que purgaba sus penas cual ánima pecadora. Sonreí y sacudí la cabeza ante la comparación, pero podía estar bien seguro que compartía los sentimientos. Me quedé cavilando un buen rato, hasta que me incorporé con pesadumbre y deposité un par de flores en el lugar donde Indi se había tumbado la última vez que la había visto, como postrer adiós a mi querida yegua negra, y también como acto solemne de una despedida. Sí, despedida, puesto que pensaba dejar ahí todos los momentos, buenos y malos, pasados con ella. Ya era hora de dar borrón y cuenta nueva, vuelta a la hoja; aprovechar mi vida al límite puesto que para éso había nacido, no para sufrir.
"Hay cosas que tienen que ocurrir de una u otra manera, aunque no queramos. Pruebas que nos pone la vida con el objetivo de que nos volvamos más fuertes, de que aprendamos a superar las adversidades y todos los problemas que se nos plantean". Me había memorizado las palabras de Shawna en un intento de animarme y hacerme reflexionar, palabras que en su momento no habían tenido la eficacia deseada. Pero ahora, me las tomé en serio. Sí, tenía razón: tenía que aprender a superarlo. Y estaba bien dispuesto a que eso fuera ahora mismo. No me di cuenta del tiempo que había pasado hasta que vi los primeros rayos del alba alumbrar el cielo, pasando de un tono negro a un gris claro. Suspiré y sonriendo, tomé de nuevo el lugar donde me había dormido, tumbándome pero sin cerrar los ojos. Ya no tenía sueño a pesar de que había dormido considerablemente poco en comparación a lo que necesitaría para reponer por completo mis energías, pero las reflexiones que había tenido y que me habían motivado hicieron que valiera la pena el madrugar.

-¡Claro que voy!- contesté con sobrados ánimos. Pese a que había entrenado con Ethan, había correteado por todo el prado y había saltado los troncos, aún tenía energía de sobra como para dar y regalar y seguir a Taloubet corriendo. Sonreí con picardía y un dejo de misterio para intrigarle, puesto que pensaba dejar que la sangre veloz y liviana de mi madre corriera por mis patas, tal y como no lo había hecho en mucho tiempo. -Ya verás cuán rápida puedo ser- ensanché mi sonrisa mientras agitaba mi cola de un modo juguetón y alegre, al igual que el; ahuyentando las moscas ocasionales que se atrevían a molestar.

En cuanto él habló, ya estaba intentado encontrar el sueño, pues luego de todo lo que había pasado y de las largas caminatas que habíamos dado apenas había tenido tiempo para descansar. Y así lo hice, sumiéndome en un profundo y pesado sueño, lejos de cualquier sonido o situación en la que me pudiese ver involucrada. Soñé toda la noche con cosas agradables, también algunas pesadillas me atormentaron. Pesadillas en dónde, luego de aquél encuentro con el puma, no lográbamos salir del bosque, donde nos quedábamos allí para siempre, sin posibilidad siquiera de despedirnos de nuestros seres queridos. Seres queridos que ahora tenía muy lejos de la nueva Hípica. Sacando de lado las pesadillas, el sueño me reparó completamente, llevándose consigo el cansancio inminente y el dolor de las heridas, al menos en su gran mayoría. Afortunadamente al despertarme ya el escozor de la herida de la grupa había parado y estaba comenzando a cicatrizar, con mucha lentitud, pero a fin de cuentas no podía esperar milagros. Me estiré, levantándome con cuidado y probando a apoyar la pata que afortunadamente se mantuvo recta y firme, sosteniendo mi peso casi sin problemas. Me sacudí y desperecé, observando a Tornesch que parecía seguir durmiendo aún. Aproveché para galopar un poco, tratando de forzar lo menos posible la pata, sin embargo el leve dolor que sentía al apoyarla no se comparaba con la felicidad de volver a sentirme totalmente libre. Galopé y galopé sin descanso ni cansancio alguno, dando vueltas al enorme prado y estirando al máximo mis patas, haciendo que de ésta manera se desentumieran. Me acerqué luego a un pequeño lago que había allí, bebiendo agua y adentrándome posteriormente, lavando mi pelaje y quitando cualquier rastro de sangre seca que pudiese haber. Bebí un poco más y luego salí a pastar mientras esperaba secarme gracias a los rayos matinales del astro rey. Observé nuevamente a Tornesch, mi compañero de viaje, sonriéndole al ver que estaba despierto. Fui hacia él, con paso lento y tranquilo, pero animado a la vez. Me posé a su lado y le dí toques amistosos con mi morro, sintiéndome algo mal por haber descargado mi malhumor en él, que no tenía culpas de nada. - Buen día -saludé finalmente, con ánimos renovados y una enorme sonrisa alumbrando mi rostro- ¿te encuentras mejor? -pregunté, con voz risueña y alegre.

-Buenos días- respondí con cortesía y con una sonrisa que, aunque pequeña y apenas notoria, era auténtica. -Sí, estoy mucho mejor- la herida de mi espalda seguía igual, del mismo tamaño pero ya cicatrizada aunque éso no le quitaba la sensación de escozores y un constante hormigueo, puesto que al tumbarme sobre el bicho había hundido las garras aún más y el rasguño había sido más profundo de lo que había pensado en primer lugar. -¿Qué tal va tu pata?- notaba que ya la podía apoyar, e incluso, a juzgar por el sonido de cascos que había logrado escuchar; corría con ella ya. Pero con todo, podría no estar del todo bien. Pude percibir también que la alegría le brotaba por todos lados, y aunque ignoraba por completo el motivo de tan grande dicha para ella era contagiosa, y convirtió mi diminuta sonrisa en una más perceptible. -Estás de muy buen humor hoy, ¿eh?- comenté, ladeando ligeramente la cabeza y ahuyentando las moscas con mi cola. Miré al par de caballos, Sombra y el bayo, charlar con gran algarabía sobre algún tema que quizá les fuera de interés, pero que para mí era un total enigma. Sentí el sol tocar con suavidad mi piel, dándole un brillo que pese a no estar cepillado y algo sucio por las matas de hierba que se habían quedado pegadas tras dormir sobre el pasto, seguramente valdría la pena verlo. Sonriendo incliné las orejas hacia adelante, sintiéndome contagiado por la felicidad que destilaba Shawna. Fue entonces cuando caí en la cuenta que no miraba a nadie a los ojos, ¿por qué no lo hacía? Esa pregunta quedó flotando en mi mente como un misterio por resolver, pero claramente no en ése mismo instante cuando mi mente apenas iba superando el problema.

Principalmente yo no había sido creado para deportes de velocidad sino de salto, por eso corría con desventaja ante Sombra. Menos mal que con lo que yo contaba en mi cabeza era un simple y relajante paseo al galope para al menos yo... estirar las patas.
- Parte de tu genética es de PS - Recité con una sonrisa - Yo corro con desventaja - Añadí haciéndome la víctima y el inocente, pero siempre con una sonrisa pícara y juguetona.
- En fin... ¿vamos? - Dije ansioso incitándola a comenzar con el paseo mientras señalaba con una pata el extenso prado.

-Después de tí- afirmé, preparándome con ansias para dar todo de mí incluso si fuera no más de una simple y sencilla carrera amistosa, contra aquel semental bayo que cada vez me iba cayendo mejor, parecía ser realmente simpático y amable; además de un excelente caballo de salto. Un poco engreído, quizás, pero si lo criticaba en ése aspecto estaría mordiéndome la lengua sin lugar a dudas. -Y sí, mi madre es pura sangre inglesa. Lo haz adivinado bien- ladeé la cabeza al mismo tiempo que sonreía, mirándole.

Escruté su sonrisa casi con fijeza, mientras cavilaba en mi mente algunos detalles en los que no había reparado respecto a Tornesch. No dije nada, obviamente, me obligué a tragarme mis palabras y sacudir la cabeza, despejándola de ésta manera.
- Me alegra que sea así -respondí, viendo su herida. Estaba mucho mejor y no era tan grande como lo había sospechado en un principio, sin embargo sí era más grande y profunda que la que yo tenía en la grupa. Hice una mueca, volviendo a despejarme, sonriéndole- oh, mucho mejor. Ya no me duele demasiado al apoyarla -respondí, dirigiendo mi mirada hacia allí de forma automática, dándome cuenta de que tenía apenas unos cortes que lentamente intentaban cerrarse. Le resté importancia al tema, volviendo a clavar mi mirada en Tornesch, sonriendo un poco más ante su sonrisa y asintiendo ante su comentario- ¡claro! no hay razones para no estarlo -respondí. Claro que podría estar al revés; triste, deprimida, ¿por qué? Por no tener a mi dueño aquí, por las heridas, por bastantes cosas, sin embargo nunca me había caracterizado por rendirme en momentos así. Y al igual que le había dicho a Tornesch estaba segura de que todo sucedía por algo, con el objetivo de que lográramos afrontar los problemas. Lo que no te mata te fortalece, al menos eso decían- ya va siendo hora de levantarse, ¿o no? -pregunté de forma traviesa, juguetona, dirigiendo ahora mi mirada hacia el cielo.

Bien, su optimismo y ganas de vivir eran demasiado contagiosos. Sonreí y solté una leve risa ante su actitud tan alegre y viva. -Bueno, tienes razón- ensanché mi sonrisa al mismo tiempo que agitaba mi cola de un lado a otro, en un movimiento casi reflejo a mi estado de ánimo tan cambiado relativo al que había estado teniendo anteriormente. Y pensar que en ése mismo lugar había sido la última vez que nos habíamos visto. Resoplé ante la ironía del asunto, sonriendo aún. -De hoy en adelante eres señorita optimismo- me reí con ganas ante aquel título tan bromista e infantil, pero necesitaba alegrarme con algo para salir de una buena vez por todas del agujero en el que había caído. Era la tercera vez que lo intentaba: estando en la playa, con el puma y ahora en el prado. Y, según decían, la tercera es la vencida. Sacudí la cabeza ligeramente ante aquellos pensamientos, pero me di cuenta que ya no me lastimaban tanto como antes, lo que me hizo sonreír todavía de un modo más auténtico.

- Señorita optimismo -repetí, mientras asentía con la cabeza- suena bien. ¡Me gusta! -exclamé de forma animada, riéndome levemente luego. Negué con la cabeza, el apodo no sonaba nada mal, ciertamente. La pregunta era que apodo correspondería a Tornesch en caso de que realmente fuera a ponerle uno. Considerando que poco a poco se iba reponiendo, sería mejor esperar para asignarle un sobrenombre. Y considerando que cuando lo había visto por primera vez estaba prácticamente muerto, claramente no en sentido literal, pero a pesar de éso realmente parecía que lo estaba. Suspiré, comenzando a trotar por el prado, echándole una mirada de reojo a Tornesch, traviesa- ¿no vienes? -sonreí y seguí avanzando, pasando a un galope corto y ligero, sin estirar demasiado mis patas.

-Claro que voy, señorita optimismo- gorgojeé mientras me estiraba para calentar, o por lo menos lubricar, los músculos de las patas. La seguí a su ritmo, acostumbrando a mis extremidades a trabajar sin usar mucho el lomo para no lastimar todavía más la herida que sanaba en éste. Miré a mis alrededores, percibiendo todos y cada uno de los detalles de los que no había percatado su estancia, ni su existencia, en ése prado tan lleno de alegría y vitalidad. Convertí después aquel galope tan cómodo en uno igualmente suave y llevadero, pero más alargado y por lo mismo más veloz. Sentí la brisa en mi cara mientras que mis crines y mi cola se agitaban con armonía al son de mis patas, las cuales comenzaban a recordar lo que era correr estando con la mente despejada y feliz.

Solté una risita alegre, colocándome a su lado en cuanto partió al galope. Dejé mis crines volaran libremente gracias a la suave brisa que golpeaba en el prado. Afortunadamente la pata ya no me dolía tanto, así que podía galopar con facilidad. Luego voltee hacia Tornesch, dirigiéndole una mirada pícara y dándole un empujoncito en uno de sus costados, con el objetivo de molestarlo. Lo miré de manera juguetona, mientras salía a un galope más rápido, como incitándole a que me alcanzara para seguir con aquél juego.
- ¿Podrás alcanzarme? -espeté, dejando que mis palabras quedaran surtidas en el aire, mientras soltaba un relincho manteniendo el ritmo estable de mi galope y alargando ahora mis zancadas para abarcar más terreno a cada paso que daba.

-No me subestime usted, señorita optimismo- reí con ganas al mismo tiempo que aceleraba la zancada, siendo la mía evidentemente mucho más grande que la suya. Sonriendo tomé impulso con las patas traseras para acelerar en un repentino y rápido sprint, tomándole así la ventaja de una cabeza. Mis patas no estaban preparadas para correr sino para saltar, pero tenían la fuerza suficiente como para adquirir una velocidad decente y eso hice: tomé la mayor potencia posible en cada uno de mis pasos, apoyando bien las patas para no perder el equilibrio mientras corría.

Me reí, acelerando un poco más para volver a colocarme justamente al lado de él, manteniendo mi ritmo para no quedarme atrás; cosa realmente fácil si comparábamos la potencia del semental con la mía. Seguí galopando a su lado, libre, tranquila y sobre todas las cosas, feliz. Luego de un rato volví a darle un empujón, frenando en seco y dando vuelta, yendo hacia el lado contrario con el mismo galope rápido y fuerte. - ¡Nunca te distraigas! -advertí, mientras reía y seguía avanzando. No tardó en alcanzarme, por lo que en cuanto lo hizo disminuí la marcha hasta pasar a un trote corto, quedándome al paso luego- admito que eres muy rápido -acepté, asintiendo con mi cabeza y clavando mis orbes chocolates en los suyos, sin bajar la mirada ésta vez, ni titubear.

Me reí con ganas ante su comentario. -Tú también lo eres- admití, sonriendo. Por primera vez, alcé mi mirada y clavé mis ojos en los suyos, percatándome que ella ya hacía lo mismo. Aquello me intrigó, y la sensación que producían sus alegres irises chocolates sobre los míos de un marrón intenso era ciertamente desconcertante. Fue entonces cuando me di cuenta que todo lo vivido con Indi no había sido más que una simple y sencilla amistad. Una muy bonita, sí; y llena de harto cariño y afecto, pero de ahí no había pasado por distintas que pudiesen haber parecido las cosas en aquel entonces. Con Shaw...todo parecía ser diferente. Hasta ahora, mi modo de verla no había sido más allá de una linda compañera que me había animado en mis momentos más negros, pero tras aquella mirada furtiva todo parecía cambiar. Mi mente tuvo una perspectiva totalmente distinta del mundo al mismo tiempo que todo lo que alguna vez había sentido por Moorland, la yegua difunta, iba relegado al fondo de mi cabeza condenado al más negro de los olvidos. Resoplé para no ponerme a mí mismo en evidencia mientras apartaba la vista, sintiendo cómo mis orejas se habían pegado involuntariamente a mi cráneo al mismo tiempo que giraba la cabeza.

Me percaté de aquella repentina acción de su parte. No era justamente lo que esperaba, pues justamente estaba segura de que no habría nada malo en... Observarlo. Aunque sí, posiblemente aquella mirada podría interpretarse de varias maneras, y no estaba segura de que a Tornesch le agradasen todas. Tragué saliva, concentrando mi mirada en el frente, tratando de pasar por alto aquél detalle. Pero no, era imposible. Ni siquiera yo sabía las razones por las que buscaba permanentemente su mirada, ni las razones por las cuales me sentía de una manera extrañamente bien con él. Tampoco sabía la razón por la cuál había confiado tan repentinamente en él, ni el hecho de que me pusiera algo nerviosa cuando sentía su mirada posada en mí. Nerviosa, no incómoda, cosa más intrigante aún. Creía conocer la respuesta, sin embargo la deseché totalmente. - ¿Sucede algo? -inquirí, volviendo a observarlo, con un dejo de curiosidad en la voz.

-No- ¿qué podría suceder?. Por lo menos, nada malo. O al menos ése era mi modo de ver las cosas. Sentí el estómago hecho un nudo, pero no hice nada al respecto siendo que ni siquiera conocía la causa de aquella extraña sensación. Quizá lo que rondaba por mi cabeza fuera la respuesta, pero no; no podía ser. Sencillamente mi mente se negaba incluso a pensar en aquello, desechando continuamente aquel conjunto de palabras dentro de mi mente. No, no podía estar enamorándome de Shaw. No. Ella era simplemente mi amiga, una muy querida, pero me sacaba del quicio el pensar cómo habría podido desplazar a Indi dentro de mi mente con tanta facilidad y rapidez. Pensé en todo aquello en cuestión de segundos, por lo que mi silencio sepulcral a duras penas pasó advertido, o por lo menos éso esperaba. Sentí su mirada, pero no la sostuve ésta vez. -¿Y a ti?- murmuré, arqueando una ceja.