Prado Sur

Oh, él había tomado una estrategia. No corría por correr, sino por ganar, corriendo primero lento y después rápido, dándome tiempo a cansarme. Pero estaba segura de no darle ese gusto: si bien ya no podía acelerar más me concentré en no aminorar el paso, manteniendo siempre el ritmo constante de mi galope bien extendido. Incliné la cabeza hacia delante por mera costumbre, echando las orejas hacia atrás y pegándolas al cráneo, tensa, bien concentrada en la carrera. Tuve buen cuidado en pisar fuerte en la curva para no salir volando derechita hacia los árboles, y gracias al cielo no lo hice. Seguí galopando en el camino indicado, mirando solamente hacia el frente, sin molestarme en enfocar con exactitud por dónde iba Riley. Dentro de poco pude ver la dichosa roca, lo que me dio un pequeño empujón hacia adelante, salvando la distancia que me separaba de la preciada roca de un solo salto. Frené poco a poco, girándome una vez que me detuve para ver si había llegado última, cosa que no me extrañaría. ...ah no. El árabe apenas llegaba a la roca, frente a lo que me quedé boquiabierta. ¡Yuju! Me le acerqué con aire triunfal, trotando alegremente y sacudiendo mis crines ligeramente, aprovechando la fresca brisa que soplaba para recuperar el aliento. -¡Hola!- me reí sin que llegara a sonar como burla. Algo que jamás haría sería reírme del otro en su cara a causa de un fallo, y si me reía ahora era porque sencillamente no podía creérmelo. ¡Le había ganado! Sonreí, jadeando todavía ligeramente, sin saber qué decir porque obviamente cualquier comentario típico quedaba descartado con él. Al parecer ni a él ni a mí nos gustaban las torpes costumbres de felicitaciones y presentaciones rutinarias, así que lo omití por completo, dejando a un lado cualquier cumplido a menos que el dijera algo.

Siquiera aquella bien planeada estrategia sirvió para quedarme con la victoria.
Mishaal voló, quitándome el triunfo de las manos antes de que pudiese hacer algo para revertirlo. Frené súbitamente, dejando de lado todo cuidado posible, intentando controlar el flujo de aire que entraba y salía de mis pulmones.
-Bueno... Supongo que era mi deber dejarte ganar, eres una dama- mentira, mentira, ¡me había ganado! ¡Y eso sencillamente me sacaba de quicio! Claro que no demostré siquiera un signo de irritación, me limité a dedicarle una sonrisa bastante convincente, a controlar mi respiración y parecer lo suficientemente convencido como para que mis palabras sonasen igualmente convincentes. Caminé un poco por el lugar, tratando de deshacerme de la molestia que me embargaba de forma natural. Odiaba ponerme así, ¡pero odiaba aún más perder! Y aún como si fuese poco, con ella. Argh, cerré los ojos, dándole la espalda, sacudiéndome y obligándome a deshacerme de toda la molestia. Era un juego, nada más que eso, pero era difícil tomármelo como tal. -Aunque, debo admitir que eres bastante veloz- hasta ahí llegaba. Era más que eso, muy veloz, pero que se lo reconociese realmente era imposible, al menos ahora. Mi orgullo sencillamente eliminaba aquella idea antes de que pudiese considerarla realmente. Debería reconocer su triunfo, su rapidez, lo buena que era... Pero no, me era tan difícil que siquiera me molesté por seguir dándole vueltas al tema. Me situé nuevamente a su lado, observándola. Todavía no podía llegar a procesar cuándo me había equivocado. ¿Qué había fallado? No me cabía en la cabeza.

Je, dama. Muy dama iba a ser yo, vaya. No hacía falta que me piropeara inútilmente: era perfectamente comprensible que a uno se le hiriera el orgullo, y más contra una yegua gracias a todas esas estúpidas costumbres machistas. ¿Él sería así? No lo creía, de verdad, pero si apenas lo conocía...decidí dejar de juzgarlo erróneamente y le dediqué una amplia sonrisa, sincera, casi como para tranquilizarlo. -Te concederé la revancha cuando gustes- seh, era lo mejor que podría decir por ahora. Y lo que seguía de mejor era cambiar de tema, aunque poco se me ocurría para hablar, por ahora. Pero ¿por qué me complicaba la vida? ¡Era fácil! A él le gustaban tanto los humanos como a mí, quizás sería un buen comienzo. Pero ponerme a criticar después de haberle dado por donde más le dolía sería algo muy raro, así que lo dejé de lado. Me fui por las ramas, optando por un tema más bien inocente que no lastimaría a ninguno de los dos. -¿Hace cuánto te tienen encerrado aquí?- prisionero de guerra, rehén, todos los adjetivos que involucraran cautiverio en cierto lugar quedarían de maravilla, seguramente, aunque ya los mencionaría después con más libertad. Por ahora lo que me importaba era tranquilizarlo, o por lo menos reducir su coraje involuntario.

-Hace unos días, a decir verdad- observé todo el lugar no sin cierto enojo, pues se suponía que me habían llevado a aquél sitio por mi bien. Y ahora, me tenían días encerrado ahí, durmiendo incluso en el prado. Afortunadamente no habían hecho temperaturas demasiado bajas, sino, podía ir haciéndome la idea de cómo sería congelarme. Aunque si hacía calor como aquellos días prefería dormir allí, no imaginaba que me hubiesen dejado encerrado en mi box. ¡Ya me habría encargado de destrozarles los establos si era necesario! Bufé, sacudiendo la cabeza con visible molestia. -¿Y tú? ¿De dónde venías?- el ser observador me caracterizaba, había vislumbrado el tumulto de caballos que se había acercado al club, además de los humanos. Quizás era un tema un tanto complicado para entablar una charla, pero la curiosidad me ganaba y no pude hacer nada para reprimir la pregunta. La observé un tanto más atentamente, viendo alguna que otro rasguño prácticamente inexistente. ¿Habría pasado algo malo? Esperé una respuesta, con curiosidad para dar y regalar.

Tomé una bocanada de aire ante su pregunta, un tema algo peliagudo si él no era lo suficientemente supersticioso como para creer en los fantasmas. -Por dónde empiezo...- suspiré y después lo miré, notando que clavaba la mirada en una pequeña cicatriz que se me había hecho un poco debajo de la cruz, en dirección a mi pata. Ah, jamás se me iba a olvidar cómo me la hice. -Digamos que una brillante yegua tuvo la estupenda idea de sacarnos de paseo por ahí, primero a la playa y luego al bosque- no pude reprimir la emoción al mencionar la palabra playa, tenía que admitir que de veras me había obsesionado seriamente con ese lugar -donde de repente llegaron unos caballos salvajes y nos rodearon y...bueno, nos condujeron a un claro en el corazón del bosque. Nos separaron de los machos, sólo nos tomaron a nosotras, y a ellos los dejaron en el mismo lugar de donde nos tomaron. De ahí sólo sé que llegó un caballo blanco y comenzó a luchar contra los líderes de los salvajes, los mató y, bueno, de algún modo u otro logró reunirnos a todas, porque estábamos con otro macho como rehén- no, no era una palabra demasiado ruda para el contexto- hasta que llegó otro caballo igual de raro que él, con cuatro machos con jinete de los nuestros y después nos trajo hasta aquí- sí, más o menos eso lograba recordar de lo ocurrido. Lo que sí estaba segura no olvidaría jamás era la pelea de Tornesch y Shaw. Oh madre. -Bueno, el último raro blanco que llegó no nos trajo directamente, más bien fue un poni negro chiquitín que de algún modo u otro supo conducirnos hasta aquí. Quizás el rarito le dijo por dónde o algo así- la verdad no tenía ni idea, y ahora que estábamos a salvo todos no me importaba siquiera hacer un esfuerzo por investigar lo que había sucedido de verdad. Suspiré, haciendo una pausa antes de hablar para darle tiempo a que se tragara todo. -Sí, quizás fue algo...interesante- solté una pequeña risita, sacudiendo la cabeza para restarle importancia a mis últimas palabras.

Noté que era un tema complejo para tocar y me maldije por hacer la dichosa pregunta, la cuál siquiera era de necesaria. La había hecho por hacerla, por tener un tema para tocar, por pasar un rato más en compañía de alguien mientras esperaba que algún que otro mozo me sacase de aquél prado. Me contuve para no soltarle la bromita de por el comienzo ante sus primeras palabras, limitándome a observarla atentamente. ¿Qué sería tan malo, o en su defecto, complicado de contar? Hum, bueno, era sólo cuestión de esperar a que lo soltase finalmente. Con que un paseo. Bueno, no sonaba mal. ¿Se habrían cruzado con algún depredador? ¿alguna pelea? Había bastantes posibilidades pero ninguna era excesivamente mala, así que asentí suavemente con la cabeza. Nos quedamos en silencio hasta que ella retomó la historia...caballos salvajes. Vaya. Todo, además de los caballos salvajes, sonaba como una muy buena y creíble historia de ficción, exceptuando el hecho de los caballos blancos salvadores, de por sí que se enfrentasen por voluntad propia a la manada era extraño. Bue, me obligué a creer en sus palabras, no tenía razones para mentir. -Ah- logré mascullar en cuanto acabó de hablar, algo extrañado, dirigiendo mi mirada hacia los establos. Sí, a decir verdad, todo aquello debía ser cierto, viendo el estado de los demás equinos. -¿Y están todos bien?- inquirí. Me habría encantado estar allí, no podía negarlo, quizás porque me había vuelto masoquista o porque mi aburrida vida necesitaba un poco de acción. A decir verdad, todo allí estaba siendo excesivamente tranquilo. Demasiado. Incluso en mi antiguo hogar había pasado por más situaciones divertidas, aquí se habían limitado a dejarme encerrado en un prado para no tener que lidiar conmigo. Siquiera mi supuesto dueño se había preocupado por hacer algo conmigo, así que no tenía muchas esperanzas puestas en aquél club, aunque no descartaba nada por el momento; quizás lo mejor estuviese por llegar.

-No todos, la verdad. El pobre poni aquel terminó más que mal junto con la mayoría de los machos que luchó para que no se llevaran al eterno amor de su vida- iaj. Desde aquel reencuentro poco emotivo de Shaw y Tor pocas buenas definiciones sobre el concepto de enamorarse se me habían quedado grabadas en el seso, y por ahora no tenía ninguna intención de cambiarlas. La hanoveriana era mi amiga más cercana y de más confianza, lo que hacía más duro el golpe de verla sufrir por toda esa estupidez del amor. Me obligué automáticamente a pensar en otra cosa de un modo desesperado, aunque me costó algo de trabajito. Alcé la cabeza, dándome cuenta de que la incliné como autómata al recordar todo el traumatizante suceso con mi amiga y lo miré, arqueando una ceja con expresión socarrona. -Me crees, ¿verdad?- esperaba que sí. No quería parecer una loca despistada a los ojos de todo mundo, una auténtica demente que se inventaba historias de las más increíbles sólo para intentar asustar a la gente. Casi parecería eso lo que acababa de decirle, pero bueno, confiaba en que él no fuera así.

¿Luchar por alguien más? A ver, si no había entendido mal, los sementales habían arriesgado su propia seguridad para mantener a sus queridas yeguas a salvo. Bah, qué locura. Yo tenía bien clarito que todas aquellas falsas ilusiones que se tejían respecto al amor no eran más que eso, ilusiones. Mentiras, exageraciones...¿cómo algo tan dañino podía ser aparentemente perfecto? Na, yo cuanto más lejos, mejor. -Me guardo mis comentarios al respecto- le sonreí de forma más bien burlona, negando suavemente con la cabeza. Quizás ella fuese una de esas que defendían a aquella cosa llamada amor a muerte, por lo que yo prefería mantenerme lo más al margen que me fuese posible para evitar discusiones. Al menos con ella, que era una yegua. Me entretuve observando la fresca hierba, la multitud de árboles esparcidos por el prado y lo solos que estábamos allí. Hice una mueca y volví a observar a Mishaal. Hum, esa era la pregunta que no quería tener que responder. -Sí, claro que te creo- le creía. No tenía razones para desconfiar de ella, ni ella para mentirme en algo como aquello, por lo que, ¿por qué no creer? Sí, era una historia mínimamente sorprendente, pero bueno...yo no era nadie para juzgar lo que habían tenido que vivir, y menos si era algo donde habían salido heridos o lastimados de una u otra manera, más allá de que ellos se lo hubiesen buscado. Me quedé en silencio, observando a la yegua con cierta curiosidad.

-Bah, no tienes por qué guardártelos. Estamos en las mismas- el tono de repugnancia en su voz ante mi simple mención de los sementales enamoradísimos era casi tangible, lo que me alegró mucho. Por lo menos él no estaba idiotizado con eso del amor. Y bueno, menos mal que me creía, aunque sinceramente no tenía por qué no hacerlo. O bueno, sí, llevábamos en la condición de conocidos apenas media hora, lo que quizás me haría alguien no muy de fiar. Bueh. -Y si no me creyeras tengo varios testigos- me reí otra vez con voz cantarina, sacudiendo ligeramente la cabeza. -A todos nos fue medianamente mal con ese bendito paseo- mascullé en voz más baja, aún así audible gracias a la corta distancia que me separaba del árabe. Oh sí. A todos nos había golpeado duro, de algún u otro modo: a los más encariñados con sus dueños humanos los había separado; a los más unidos a su...eh, parejita amorosa, los había hecho pasar las de Caín; y los pocos que quedábamos inmunes tanto por esclavitud a un ser de dos patas tanto como por el torpe encantamiento del amor habíamos sido dañados...¿mentalmente? Sí, presenciar una matanza de cerca no tenía nada de bonito, y mucho menos ver a tu mejor amiga echarse un pleitazo por esa tontera en la que nunca creíste. Esperé a que Riley dijera algo más, porque sencillamente a mí ya no me quedaban palabras para hablar del paseíllo aquel.

-Sonaría algo grosero de igual forma- me reí melódicamente, a decir verdad mis opiniones respecto al tema no eran precisamente buenas, y saliendo de mi boca no dudaba que fuese un tanto más...grosero, que saliendo de la suya. Después de todo, ella era una yegua, y por ésa simple razón las cosas cambiaban a primeras. Sin mencionar que a menudo solía pasarme un tanto con las formas de expresar mis opiniones, así que bue, mejor y me las guardaba. -Mishaal, no tengo razones para no creerte- insistí ante su comentario, riéndome suavemente. No dudaba que tuviese de testigo a todos los demás caballos que se habían unido al paseo, pero a decir verdad, no me interesaba en exceso el oír todas las experiencias de los demás. Lo único que lamentaba era habérmelo perdido, ¡menuda mala suerte! La escuché con atención, asintiendo suavemente con mi cabeza. No dudaba que así fuera. -Después de todo lo que hemos hablado supongo que no tienes dueño, ¿no?- me reí, no imaginaba que pese a opinar todo eso de los rastreros humanos tuviese dueño...de igual forma dudaba que se entregara a primeras a cualquier ser de ésta calaña, viendo que teníamos un carácter similar pese a alguna que otra diferencia más bien minúscula. Usé esa pregunta para desviar la atención el tema del paseo, pues dudaba que quisiese seguir hablando demasiado de ésto, considerando que seguramente la había pasado muy mal en todo lo que hubiese durado aquél inservible paseo.

No, ya sabía que no, pero no estaba de más decirlo. Escuché su siguiente pregunta, sin poder evitar esbozar una sonrisa burlona. -Na, gracias al cielo no tengo. O bueno, no sé, quizás me hayan comprado a escondidas como a ti- solté otra risa alegre, musical, sacudiendo ligeramente la cabeza. -Alguna vez sí tuve una dueña. Aquí,- sí, aquí, no quería hablar de cómo había pasado a ser posesión de los humanos por primera vez en mi vida -aunque la verdad sí me trató bien ya no recuerdo qué fue de ella- ...¿la había vuelto a ver después de la acampada? ¿Siquiera me había acompañado a aquella excursión de Halloween? Ya no lograba recordar nada, aunque pocas ganas tenía de hacerlo. Ahí habían acudido un par de fantasmas que nos hicieron la vida de cuadritos el poco tiempo que duramos vacacionando en el bosque maldito aquel, pero fue lo suficientemente fuerte como para hacernos temer al susurro sospechoso del viento en octubre. Secretamente agradecí su intento por cambiar de tema, que si bien sí había funcionado, mi mente se encargaba automáticamente de volver a joder con lo mismo. Eso ya no era culpa suya, así que mantuve la cabeza alta, sonriendo, sin que mis ojos dejaran traslucir una pizca de los dolorosos recuerdos que inundaban mi mente por ahora.

-Bah, quién sabe. Me pareció ver a uno de los mozos buscándote, creo que te compró un criador que piensa llevarte a a cima en los concursos- mantuve el tono serio dentro de lo posible. El mozo no había existido, ni había oído que nadie la hubiese comprado ni mucho menos, sin embargo, el verle la cara valdría la pena y compensaría aquella mentira piadosa. Seguramente sería similar a la que me había quedado a mí al enterarme de que un tío que no tenía nada mejor que hacer me había comprado como un regalo para su preciado sobrinito. Únicamente faltaba el lazo para considerarme un regalo en toda regla...qué estupidez. -Ah, qué bien. Es bueno saber que al menos la mayoría suelen cansarse de uno y se acaban yendo- no se lo tomaría a mal, ¿no? Quizás me habría excedido un tanto con la forma de decirlo, pero era lo que pensaba. Si no, ¿por qué otra razón se habría ido su antigua dueña? Con algo de suerte mi dueño se cansaría de mi rebeldía y poco entusiasmo respecto a hacer buenas migas con él, y prefería que siguiese figurando como que era mi propietario, así evitaría que alguien más me comprase. Al menos me serviría por un tiempo, para ganarme la reputación suficiente como para mantenerme alejado de los posibles jinetes interesados en comprarme.

Escuché sus palabras, formando poco a poco una mueca de terrible confusión en mi rostro. Simplemente, ¿qué rayos? Eso era algo...raro. Por un momento pensé que era una broma pesada, pero no, su aspecto sumamente frío y serio me decía justo lo contrario. Él me había creído lo del paseo, ¿por qué yo no habría de creerle a él lo de...err, mi "dueño"? Bueno, ya me encargaría de partirle la cara personalmente. Me puse ceñuda, mirándola con cierto enfado, no dirigido hacia él, y con la cabeza medianamente gacha. -Qué cosa tan genial, supongo- oh yeah, iba a estar de pelos verle cara a cara por primera vez. Ya vería, ya vería. Se sembró un odio tan inmediato dentro de mí que me prometí dejarle bien clarito al dichoso criador que yo no tenía las más mínimas intenciones de dejarme usar por alguien de su calaña, quizás por nadie que pensara manipularme y utilizarme en su propio beneficio sin darme nada a mí. Podría considerarse egoísmo, pero los recuerdos de mi poca tierna infancia lo marcaban como auto-protección hacia mi propio bien, no como un acto de orgullo inútil e insensible que poseía a algunos caballos tercos y rebeldes. Ignoraba el pasado que encerraba Riley dentro de sí para hacerle ver a los humanos como un ser tan odioso, pero lo dejé pasar. A él lo tenía en la condición de conocido y no tenía pinta de ser egoísta; si bien algo orgulloso, no le veía como aquellos auténticos pavo reales engreídos que repudiaban todo y a todos. Na.

Oh, bien. No creí que le importase tanto el tema de su dueño ficticio, sin embargo, noté que se sorprendió y molestó más de lo debido considerando que era una...broma. Una mala broma, por lo que veía. -Tranquila, no has tenido tanta mala suerte- contuve la risa para que no pensara que lo había hecho con malas intenciones, dedicándole una sonrisa. Me apresuré a buscar algo que me salvase del posible lío en el que me iba a meter si de verdad se había molestado por todo aquello. Me caía bien, y por alguna razón su compañía se me hacía al menos agradable, lo suficiente como para pasar el rato. Así que, bue, mejor trataba de preservar la relación con mi primera conocida en aquél lugar. -Y, si hubiese sido cierto, yo me encargaría de partirle la cara por ti si lo quisieras- cuánta generosidad. Bueno, mientras fuese para joder a los humanos, me podría unir con cualquiera. No tenía malas experiencias para con éstos, sencillamente no tenía experiencias buenas y éso ya era suficiente como para mantenerme lejos. Había ido de concurso en concurso y nunca me habían dedicado demasiada atención, cosa que no me molestaba. Sencillamente, habían intentado domarme una sola vez y al no dar con buenos resultados, sencillamente se habían encargado de dejarme ahí, reservado para los concursos de morfología únicamente. Los demás sí gozaban de la vida que cualquier caballo desearía, paseos, cariño, montarlos diariamente...cualquier caballo menos yo, claramente. ¿Por qué querría que un humano rastrero se me subiese encima? Na, para éso estaban los demás.

...qué generoso me había salido el árabe. -Ne, preferiría tener yo el placer- claro, sería todo un honor poder desviarle el tabique nasal al pobre tipo cuando lo viera. Suspiré, dejando de lado el tema por lo menos un buen rato, sacudiendo la cabeza. Ya no tenía ideas para hacer nada, o hablar de nada, siquiera de qué cara ponerle frente al tema de mi futuro encuentro con el criador. -¿Ya conoces la hípica?- si no la conocía bien aún estaría encantada de mostrarle el lugar, o lo que fuera, con tal de mantener mi mente alejada del recuerdo ese tan feo de mi amado dueñito, y de paso hacerle a él un favor de alejarlo del humano. También yo saldría beneficiada: una visita a la playa justo ahora no me vendría mal, nada mal. Sentir nuevamente la fresca brisa marina acariciando mi piel, el viento jugando con mis crines, mis cascos hundiéndose entre la arena tibia y mis flancos siendo salpicados por alegres olas juguetonas que lamían la orilla con suavidad. Sólo pensar en la bahía me alegraba de sobremanera, borrando todos los recuerdos que pudieran ser dolorosos de algún modo de mi mente.

-Prácticamente desde que llegué me tienen encerrado aquí, así que no. Además de los boxes, no conozco nada- me reí un poco, aunque la risa dejaba bien clarito que aquello no era algo que me alegrase precisamente. No pedía que me dieran un tour por todo el club, pero sí habría sido agradable que me mostrasen al menos los demás prados que teníamos a nuestra disposición. Sí, no habría estado nada mal. -Supongo que tendré que esperar a que un alma caritativa se ofrezca- bromee, dedicándole una mirada. Aquello de indirecta tenía poco, aunque en realidad no iba enserio...aunque si se ofrecía, no tardaría demasiado en darle un sí como respuesta. No creía que llegase a molestarla, después de todo, si había formulado aquella pregunta sería por algo, ¿verdad? Y sino, ya habría quedado bien clarito que esperaba que ella me mostrase los demás sitios del club o al menos de sus alrededores, por lo que me dediqué a esperar pacientemente que ella hablase, o en realidad, que dijese adónde iríamos. Se, ya había asumido que ella me mostraría el lugar, así que...

-¿Alma caritativa? Supongo que soy Teresa de Calcuta entonces- seh, una indirecta se respondía con otra indirecta. Le dediqué una sonrisa ladina, dando un par de pasos hacia el frente, hacia la dirección donde estaba el prado norte. Si seguíamos avanzando en esa dirección llegaríamos a la playa, me había memorizado el camino de memoria, aunque para no resultar ser tan obvia respecto a mis intenciones quería llevarlo primero a aquel feliz lugar lleno de paz, tranquilidad, y de muchas lavandas. Muchísimas, en realidad. Y muchísimos buenos y bonitos olores que rodeaban todo el lugar. Casi todos los lugares del club eran sumamente hermosos...bueno, todos lo eran, dependía del punto desde el que se viese. El bosque viejo y el Deinger eran los menos agraciados, al menos para mí, pues todo bosque me iba a terminar recordando lo sucedido en el dichoso paseo, así que quizás los dejara para el final. ¿Final? ¿Iba a mostrarle toda la bendita hípica? Ah, quién sabe. Igual y se aburría exactamente después del primer lugar; en ese caso ya me encargaría de visitar la playa yo solita. -¿Vamos?

Me reí y negué suavemente con la cabeza. -Te pareces a ella- no, eso no era un cumplido, definitivamente. Avancé detrás de ella, guardando una distancia justa. Ni muy cerca, ni muy lejos, lo suficiente como para no perderla de vista y escuchar claramente todo lo que tuviese que decirme. -Te sigo- respondí simplemente, trotando detrás de ella. ¿Adónde iríamos? La curiosidad me comía por dentro, a decir verdad, no lograba imaginarme con exactitud como serían los sitios del club. Y tampoco lograba imaginarme a dónde pensábamos ir, ni si me llevaría a un sólo lugar o recorreríamos varios sitios antes de acabar de conocer todo el club. Bah, era todo un misterio, sin embargo me quedé callado y seguí a Mishaal con paso entusiasta, aprovechando para observar todo lo que nos rodeaba, pese a que no era nada sumamente interesante ni nuevo. Después de días en el mismo prado, me sabía casi de memoria hasta los horarios de los mozos, ya que lo veía ir y venir constantemente.

Pese a la poca distancia entre los establos y el prado tuvo que ver al menos dos veces el mapa para no acabar dirigiéndose en cualquier otra dirección. Afortunadamente eso no sucedió y se encontró frente a la valla del prado sur, la cual limitaba el enorme prado que se extendía frente a ambas. Se apresuró a abrir la verja con cuidado, ingresando y llamando a Tormenta con voz suave y dulce.
-Ven, preciosa -la invitó, cerrando la verja luego de que la andaluza hubiese ingresado al lugar. Le quitó la cabezada con cuidado y la sostuvo en su mano derecha, sonriente. Llegaban a dolerle las mejillas de tantas sonrisitas, por lo que acabó permitiéndose unos momentos de seriedad mientras observaba todo el lugar. No quería pecar por pesada, por lo que decidió brindarle a la yegua su espacio. Claro que si ella quería acercarse sería más que bienvenida, pues Claire estaba deseosa de conocerla mejor y pasar buenos ratos allí, con ella-, ya, eres libre -bromeó, acariciándole las crines con suavidad. Se hizo a un lado, dándole espacio a Tormenta para que partiese si así lo quería. Las ganas de montarla la invadían, pero eh, tranquilidad. Viendo las pocas heridas que tenía la susodicha después de hacer quién sabe qué cosas, se prometió que no la forzaría a nada. Caminó hacia el lago, el cual estaba unos pocos metros por delante y se sentó en la mullida hierba, observando atentamente a la preciosa equina y disfrutando de la cálida luz solar.

Anduve junto a la chica hasta que llegamos al prado sur. No pude evitar soltar alguna que otra risita al ver a la chica observar el mapa alguna que otra vez para saber qué camino coger, pues yo conocía el camino y si veía que se equivocaba, yo me encargaría de señalarle el camino correcto. Observé el prado mientras la joven abría la verja y me indicaba que entrase. Una vez ingresé en el prado, esperé a que ella me quitase la cabezada. Un lugar en el que poder galopar sabiendo que no había peligro alguno... Estupendo. Solté un relincho simpático al oír su broma, a la vez que me impulsaba sobre mis patas traseras para salir de un salto al galope tendido, liberando toda mi energía, disfrutando del aire al acariciar mi rostro y peinar mis crines con suavidad. Hacía tiempo que no galopaba así. Cerré mis ojos unos segundos, inhalando el aire fresco, llenando mis pulmones, para después expulsarlo todo en un suspiro lleno de tranquilidad. Estiré mis patas al máximo, hasta que descargué toda la energía acumulada. Disminuí el galope y busqué a la joven con la mirada. Una vez la encontré, me acerqué hasta ella con un trote ágil y elegante y le di un toquecito amistoso con mi morro. Como se encontraba junto al lago, aproveché para beber un poco de agua fresca, pues tenía la garganta algo seca. Posteriormente, volví a mirar a la joven, esperando por si quería hacer algo ahora.