Montserrat nació en un Haras de mucho prestigio en aquellos momentos, de la cruza entre un semental Árabe de Pura Raza, y una yegua (Poni), de Salto y Cross Country.
Cuando llegaron los problemas económicos, el lugar necesitó vender a gran cantidad de sus mejores ejemplares, entre ellos Monse. Se vendió por un alto precio a una familia cuya hija hacía equitación desde muy pequeña, y quería un poni, no tan pequeño como para comenzar en Concursos de mayor altura. La niña adoraba el deporte, pero no a su yegua, sólo le importaba ganar. Sabía que el animal tenía un excelente porte para la disciplina y no perdió tiempo en inscribirla en múltiples competiciones, a nivel local, nacional e incluso internacional. Siempre salía con muy buenos resultados, con grandes clasificaciones, pero Montserrat era un hueso duro de roer, con apenas 3 años de edad y un temperamento difícil de controlar, no faltó mucho para que "metiera la pata", y fuera castigada por su dueña con total injusticia.
Luego de sus experiencias Monse creía que la chica había legado a quererla, pero no era así; terminó escapando de aquello, negándose a competir, siquiera a ser montada.
La niña, furiosa, siguió castigándole hasta que la poni se volvió más y más agresiva, más desconfiada hacia los humanos.
La vendieron al Club, así sin más, sin interés alguno en la que había echo ganar a su antigua dueña cantidades increíbles, para su edad, de Torneos y Concursos.
Cuando llegaron los problemas económicos, el lugar necesitó vender a gran cantidad de sus mejores ejemplares, entre ellos Monse. Se vendió por un alto precio a una familia cuya hija hacía equitación desde muy pequeña, y quería un poni, no tan pequeño como para comenzar en Concursos de mayor altura. La niña adoraba el deporte, pero no a su yegua, sólo le importaba ganar. Sabía que el animal tenía un excelente porte para la disciplina y no perdió tiempo en inscribirla en múltiples competiciones, a nivel local, nacional e incluso internacional. Siempre salía con muy buenos resultados, con grandes clasificaciones, pero Montserrat era un hueso duro de roer, con apenas 3 años de edad y un temperamento difícil de controlar, no faltó mucho para que "metiera la pata", y fuera castigada por su dueña con total injusticia.
Luego de sus experiencias Monse creía que la chica había legado a quererla, pero no era así; terminó escapando de aquello, negándose a competir, siquiera a ser montada.
La niña, furiosa, siguió castigándole hasta que la poni se volvió más y más agresiva, más desconfiada hacia los humanos.
La vendieron al Club, así sin más, sin interés alguno en la que había echo ganar a su antigua dueña cantidades increíbles, para su edad, de Torneos y Concursos.