En el segundo día de clases, nos hablaron acerca del atuendo usado en las mujeres: la falda ceñida hasta la rodilla, con tres olanes espaciosos cayendo en cascada hacia el suelo; los zapatos de tacón para zapatear y marcar el ritmo de la música flamenca, y las castañuelas. Después el de los hombres, los zapatos con metal en la suela para marcar el compás, y la elegancia y cadencia que debían presentar en sus movimientos al acompañarnos a las mujeres en nuestros movimientos; que tendrían que verse con naturalidad y porte.
Comenzamos a calentar ya en serio, para ver los primeros y básicos movimientos: las vueltas girando la cabeza con delicadeza, el movimiento de las manos paso por paso, el golpeteo de las castañuelas y cómo atarlas al dedo pulgar para que no salieran volando después de cada sonido emitido. Aprendimos rápido; siendo después el turno de los hombres. A las mujeres nos pidieron ir hacia un pasillo pequeño, para medir las tallas de la cintura, cadera y demás para la blusa y la falda. Dijeron que dentro de dos días estarían listos los uniformes para todas, que mientras tanto tendríamos que aprender con una "falda imaginaria". La risa fue uniforme en todas las mujeres, en las ocho que nos habíamos inscrito. Hombres eran cuatro, por lo que solamente cuatro chicas tendrían pareja de baile. Las elegirían según el avance que presentaran en las próximas clases, así que habría que ponerle entusiasmo. Refunfuñé ante aquello, pero, ¿qué mas daba?
Repasamos de nuevo los pasos básicos: el zapateo continuo, el levantar la rodilla para causar movimiento en los olanes de la falda y el poner energía en todos nuestros movimientos. Nos despedimos cariñosamente de todos y al terminar la clase, nos retiramos cada cual por su lado.