Poco a poco estábamos progresando. No esperaba que se confiase demasiado a primeras, sin embargo la yegua era lo suficiente inteligente como para saber qué le convenía y qué no. El quedarse ahí, sin demasiada comida ni agua era algo que definitivamente no le convenía ni en lo más mínimo. Me quedé estático hasta que Ámbar se acercó, dándome un toquecito con su morro en mi mano. Me reí y estiré suavemente mi mano, acercándola a su frente con suavidad. Al comprobar que sus intenciones eran...serias, la acaricié con suavidad, dedicándole una sonrisa. Sí, definitivamente estábamos progresando mucho. -¿Ves? Después de todo no era tan difícil- aseguré, riéndome por lo bajo. La acaricié un poco más luego de tomar una de las cabezadas que descansaban encima de la valla. La acerqué a ella y dejé que la olisquease e inspeccionase, viendo que no le iba a hacer daño, pues ya debía de conocer de sobra para qué servía. Se la coloqué suavemente, enganchando el ramal luego y dándole una caricias. -Bien, por ésto ya te mereces una buena ración de alimento- le aseguré entre risas. Comencé a caminar rumbo a la salida de los picaderos, dándole apenas un tirón muy leve indicándole que me siguiera. -Ya verás, preciosa, te acabará gustando éste lugar- aseguré, pues así sería. ¿A qué caballo podría no gustarle éste hermoso lugar? Con la cantidad de posibilidades que tenían, lo bueno que eran los mozos y jinetes, las fabulosas zonas del club y demases. Sí, definitivamente le gustaría. Le tendría que gustar. Claro que entendía que ahora estuviese un tanto más desconfiada de lo que debería, pero era entendible. Había abandonado su hogar, seguramente sin que le quedase otra...estando lejos de todos aquellos a los que habría querido alguna vez y enfrentándose a la difícil realidad de saber que tendría que habituarse a muchas cosas nuevas. Personas nuevas, caballos nuevos. Sencillamente, un modo de vida nuevo.
Clup Hipico