El cine.

Llegué y me planté justo enfrente de la cartelera, mirando embobada las películas más próximas. No era que hubiera alguna que me llamara la atención en realidad, pero quería dejar a Afri descansar un rato así que no tenía mucho que hacer. Me di un par de vueltas alrededor de la entrada, husmeando los carteles y las películas.

Llegué a la entrada del cine, había poca gente, afortunadamente. Me acerqué a la cartelera donde se lucían las películas de terror, las que más me gustaban, sin lugar a dudas. Había pocas que valieran realmente la pena y ninguna había llamado demasiado mi atención, pero ya que estaba allí no iba a volver para atrás. Me acerqué a el puesto de comidas y compré palomitas y una coca cola para la película.

Algo adormilada me acerqué con paso lento a la barra, para comprarme por lo menos una botella de agua. Pagué y me dirigí a la taquilla para comprar un boleto de la menos aburrida que juzgué por el título, cuando vi con el rabillo del ojo a un chico de pelo rubio y piel blanca. Con lo atontada que iba me costó algo de tiempo reconocerlo. ¿Ethan?
-¡Ethan!-exclamé, cuando estuve bien segura de que era el. Mi corazón dio un vuelco en cuanto pronuncié su nombre y me puse algo nerviosa, pero tomé el control de mis nervios y me tranquilicé con una rapidez inusual en mí.

Sentí una voz a mis espaldas, aquello parecía ser una costumbre ya. Cruzarnos en todos los lugares. Mi corazón latía tan fuerte en aquél momento que parecía hacer vibrar todo a su alrededor. Me voltee y fui hacia Layla, caminando con una sonrisa de oreja a oreja. La saludé con un corto beso en los labios, aún no me acostumbraba a aquello, pero era simplemente genial poder hacer aquello que quería sin temer a lo que los demás dirían. — ¡Layla, también nos encontramos aquí! —aquello era sorprendente, parecía que teníamos un imán.
— ¿Qué película vas a ver? —si era necesario devolvería los boletos con tal de acompañarla, eso era obvio.

-No me he decidido a ninguna, aún-admití, con aquella sonrisa que se mantenía siempre en mi rostro.-¿Tú? ¿Ya te decidiste a una?-pregunté en tono casual, disimulando lo que dentro de mí quemaba al tenerlo cerca. Sencillamente, no podía creer que me lo hubiera topado, en un lugar tan ocurrente como un cine, especialmente a él.

Debía admitir que de verdad quería que me acompañase a ver una película, la que fuera, podría haber soportado Casa Blanca con tal de estar con ella. Además; a lo que menos atención le iba a prestar iba a ser a la enorme pantalla del cine. Sonreí un poco más, titubeante, mientras no dejaba de observar sus ojos. — Me decidí por una de terror, si no quieres verla puedo sacar otros boletos, porque de verdad me gustaría acompañarte —mascullé con una voz un tanto temblorosa. Después de todo aún me ponía nervioso. Era increíble.

Le sostuve la mirada cuanto tiempo pude, hasta que finalmente recordé que estábamos en un lugar público. Me mordí el labio con fuerza, desviando la mirada hacia otro lado.
-No, ya que mas da. Ésa-murmuré, intentando pensar con todas mis fuerzas en otra cosa.-¿Cuál sala es?-pregunté con aire inocente, volviendo a perderme entre el verde intenso de sus ojos.

Sus palabras y reacciones a veces me confundían un poco. Había sido un tanto esquiva; o eso había parecido. Hice una mueca y desvié también la mirada mientras miraba con fijeza el boleto que me habían entregado. Me acerqué y compré otro para ella. Me preguntaba si había hecho algo mal, algo que quizás le había molestado. Volví a donde estaba ella y le entregué el boleto, observando la entrada, fruncí un poco el ceño y comencé a caminar, haciendo un gesto con mi cabeza para que me siguiera. — Es por aquí.

Noté su gesto de...¿enfado? Tomé el boleto sin decir nada, siguiéndolo. Me mordí el labio, notando el ambiente algo raro. Lo dejé pasar por alto, algo confundida y con el mismo aturdimiento que había tenido al entrar al cine. Me decidí a soltar mi labio, el cual terminó enrojecido, como si tarde o temprano fuera a sangrar; y todo debido a los nervios. Me quejé de mí misma, pero volví a concentrarme rápidamente: cine, entrar, Ethan. Puse en orden ésas ideas y me decidí a verlo de nuevo.
-¿Estás enojado?-pregunté en aire inocente, pues al parecer así era. Su comportamiento era algo inusual, al menos hasta donde veía.

La oscuridad se adueñó del lugar donde estábamos, puesto que la película estaba por comenzar y las luces de la sala ya se habían apagado. Escuché sus palabras y medité la respuesta. ¿Enojado? ¿Realmente lo estaba? No. No era la palabra, eso estaba claro... Estaba... confundido. Pero no era su culpa, tampoco la mía, simplemente de vez en cuando eso pasaba. — ¿Enojado? No, para nada. ¿Debería estarlo? —cuestioné mientras avanzaba, con cuidado de no tropezar en la oscuridad. — ¿Por qué preguntas? ¿Luzco enojado? —seguí avanzando mientras buscaba un buen lugar. Al no sentir a Layla cerca me preocupé un poco, la busqué sin permitir que la desesperación se adueñara de mí y finalmente la encontré. La tomé de la mano con el objetivo de que no se alejara demasiado.

-No, sólo parecía-comenté. Estaba igual, si no es que más, confundida que el, por lo que me mantuve en silencio al entrar a la sala. El contacto de mi mano con la suya se sintió como una descarga eléctrica, pero pasé aquel detalle por alto. Después de eso, mantener contacto con él era sumamente agradable en cierto sentido.

Busqué una zona donde no hubiera demasiado gente y allí me metí, trayendo a Layla conmigo y asegurándome de que no se quedase en el camino ni fuera para hacia otro lado. Me senté y acomodé en mi lugar, mirando la pantalla con fijeza, tratando de no encontrarme con su rostro si no quería confundirme más. Simplemente me limité a sonreírle y ofrecerle palomitas.

Tomé las palomitas, pero en realidad no tenía mucha hambre como para zampármelas todas. Di un trago a la botella de agua, mirando la pantalla con fijeza, pero en realidad mi mente estaba lejos, muy lejos, de aquella película. Mis ojos se desviaban casi en automático buscando los suyos, y combinando aquello con la película de terror dejaba una sensación algo extraña en mi estómago.
Después de un rato me pude concentrar en la película, hasta que mi respiración comenzó a relajarse.

Comí un poco, las escenas de la película todavía eran bastante normales, por lo que ni me inmuté. Me quedé observando la pantalla, un tanto aburrido y sin tener el valor para voltear la mirada hacia mi compañera. ¿Qué había pasado exactamente? — Sólo estoy algo confundido, ¿sabes? Las cosas pasaron bastante rápido y eso a veces me confunde —susurré, después de todo estábamos en un cine.

Asentí levemente con la cabeza, de manera casi imperceptible para no molestar a las filas de atrás.
-Lo mismo digo-susurré, moviendo apenas los labios.-Pero aún así, te quiero-me decidí a mirarlo directo a los ojos, mientras que mi pulso se aceleraba y mi respiración se agitaba.

Aquellas palabras me alegraron y sacaron gran parte de la confusión que había en mí. La observé, con una sonrisa casi invisible gracias a la oscuridad de la sala. — Yo también, en eso no estoy confundido ni lo estaré nunca. Tengo muy claro cuánto te quiero y lo importante que eres para mí. Quiero que lo sepas —dije nuevamente en un susurro que sólo ella escuchó.

Todo lo que sentía en aquel momento se lo expresé con una sola mirada, visible gracias al fogonazo de luz producido en la pantalla grande por algo sucedido en la película. Me incliné de lado sobre la silla y apoyé mi cabeza en su hombro, intentando prestarle algo de atención a la película, pero era difícil concentrarme en algo teniendo a Ethan a un lado mío; cosa casi increíble para mí, pero real después de todo.

Sonreí. No había imaginado que acabaríamos así, en el cine, en aquella situación, pero me alegraba muchísimo. Puse mi cabeza sobre la suya y deposité un suave beso en su frente, pasando mi brazo por el respaldo de la butaca. Posé mis ojos en la pantalla, la película se estaba poniendo interesante y de vez en cuando se podía observar un poco de sangre gracias a el despiadado asesino.

Disfruté la película cuanto pude, aunque en realidad el género específico del terror no era lo mío. Solía ser bastante miedosa, nerviosa y asustadiza, por lo que intenté distraerme con otra cosa en las escenas más crudas; pero manteniéndome siempre en la misma posición, que me parecía tan cómoda y me hacía sentir protegida de alguna u otra manera.

— Esta película es muy mala, de verdad. Podrían haber hecho la sangre más real, parece salsa de tomate —me quejé en voz baja, con intenciones de que únicamente Layla me escuchase. Ya faltaba poco para que terminara, por lo que comí un poco más de palomitas.

Alcé una ceja ante el comentario, que me hizo soltar una leve risita contenida.
-No me había dado cuenta-admití, con una sonrisa algo tímida. En realidad casi ni le prestaba atención a la película, pero lo disimulé lo mejor posible. Ya estaba casi dormida en el hombro de Ethan cuando las luces se encendieron de nuevo, lo que me hizo enderezarme de golpe.
-Lo siento-reí, frotándome los ojos, medio adormilada.

Me reí y me levanté, estirándome ya que tenía los músculos dormidos de haber pasado casi dos horas sentado en la misma posición. Observé a Layla y le tendí mi mano para ayudarla a levantar. Luego, un bostezo se escapó inevitablemente de mi boca. — De verdad; creo que es una de las peores películas que he visto. Espero que no todas las del cine sean así, sería una gran decepción —dije riendo.

-Tienes razón-comenté, con la misma sonrisa asomándose en mis labios. Me despabilé por completo, quitándome el sueño que me había ganado el arrullo de la película y el estar adormilada sobre Ethan. Tomé su mano y me puse de pie, me estiré un poco y finalmente me puse a su lado.
-Me tengo que ir-dije casi con lástima, quería pasar más tiempo con él, pero la hora me lo impedía.

Aquella sonrisa simplemente hermosa me enloquecía, presente siempre en sus labios, adornando su bello rostro. Me quedé un tanto embobado observándola, hasta que su voz me sacó de mi mundo de fantasías. Se tenía que ir. Genial, simplemente genial.
Hice una mueca, desviando un poco la mirada y finalmente me encogí de hombros. — No te voy a perdonar que siempre me abandones así. De verdad —reclamé mientras negaba con mi cabeza y me cruzaba de brazos como un niño. Era broma, claro está, pero seguía pareciéndome mal que se fuera. ¡Quería estar con ella! — Sólo por hoy te lo perdono.