Sí, lo primero que tendría que hacer ahora era ir a casa y ducharme, la excursión a través del bosque me había dejado la ropa en un estado deplorable. Nada más me asomé al porche que resguardaba la entrada y el alma se me cayó a los pies. Ethan. ¡Diablos! ¿Qué hacía él ahí? Bueno, había que admitir que no me había portado nada normal estos últimos días, quizás sí había logrado sospechar algo. Su estancia ahí sólo complicaba las cosas y me apuraba de verdad a encontrar el modo más adecuado de decírselo ahora mismo. Suspiré con resignación y me acerqué, con una sonrisa que tenía más de disculpa que de alegría y lo miré, cabizbaja, como un perro que vuelve a su amo tras haberse escabullido por ahí. -Pasa- señalé, sin dejar de sonreír, haciendo un gesto con la cabeza que indicaba la entrada a la casa, alzando al mismo tiempo una ceja para darle algo de...¿humor? ¿O indulgencia? Daba igual. Abrí la puerta sin mayor esfuerzo, dejándola abierta para darle tiempo a pasar. Agradecí en verdad que la casa siempre estuviera arreglada, que si bien no impecable, por lo menos con un ordenado desorden. Los cojines del sofá estaban algo desarreglados, sí, pero no revueltos entre sí, y las cosas de la mesa estaban encimadas, pero todo estaba donde debía estar. Ahora lo único que faltaba era ver cómo diablos se lo iba a decir, porque hasta ahora estaba seca de ideas sutiles. Quizás el único remedio sería soltarle ahora sí toda la sopa derechito, de frente y sin rodeos, aunque la verdad no me atrevía. En fin, esperaría a que surgiera algún inocente tema de conversación para decírselo, aunque por lo menos tenía la completa seguridad que no se iría de esta casa sin estar enterado de mi condición. ¡Oh Ethan, amor, vas a ser padre, y de dos hijos! ...cielos.