El ambiente que se podía respirar en mi manada, que ya no se parecía en nada a una manada, era frustrante. A todo momento estaban peleando, y siempre por lo mismo; quién será el futuro líder. Yo, por mi parte, decidí no entrar en esa pelea, pues en caso de ganar, no me imaginaba cómo sería el estar dándoles órdenes a todos mis colegas. No sería nada divertido.
Esperaba poder despejarme un poco dando un paseo por los alrededores del bosque, recordando todo lo que había ocurrido estos últimos días. Todo había ocurrido a una velocidad vertiginosa.
Iba caminando sin rumbo alguno, hasta que me topé con una valla. Retrocedí unos pasos, mirando de un lado a otro. Aquella valla no terminaba nunca. Traté de observar qué podía haber más allá de esta, algoi que no fue muy difícil de adivinar. El bosque acababa ahí. Los árboles iban desapareciendo y dejaban paso a una hermosa pradera, de la más amplia gama de tonalidades verdes, con hierba fresca y bastante apetitosa. ¿Hace cuánto no comía? A saber. Me acerqué a la valla y traté de observar mejor aquella pradera. En ese momento, comprendí cuál era la finalidad por la cual pusieron aquella valla allí. Aquella valla separaba el bosque de alguno de los prados de la hípica. -Estúpidos humanos.-mascullé por lo bajo, hablándome a mí mismo, obviamente. Recordé las últimas palabras que intercambié con Cammeron antes de que esta marchase rumbo al club; a su hogar. Quizá no fuese mala idea curiosear un poco el hogar de mi amiga, al fin y al cabo, no tenía nada mejor que hacer. Me di media vuelta y me alejé unos metros de la valla, con un trote que dejaba ver con claridad la curiosidad que sentía en ese momento. Me giré nuevamente y me quedé estático en mi lugar, observando fijamente la valla. Tres segundos después, con ayuda de mis patas traseras, me impulsé y salí a un galope veloz, lo justo y necesario para poder ganar impulso. Antes de llegar a la valla, aminoré el galope y salté, volando sobre la valla y acariciando con mis cascos la suave y fresca hierba de aquella pradera. No dejé de galopar, bufando y moviendo mi cabeza de un lado a otro; acción que repetían mis crines hacia el lado contrario. Observé todo el lugar. Era inmenso. A lo lejos, podía ver la silueta de varios caballos. Seguro que serían unos estúpidos caballos de cuadra, mansos como borregos. Y, para variar, allí había un humano. Una chica, para más señas. Estaba tonteando con uno de los caballos que había allí. Me quedé estático en mi lugar, observándolos, no sin cierto asco. Bufé, desviando mi mirada hacia otro lado. Al parecer, estaban demasiado entretenidos como para percatarse de mi presencia, por lo que vi la vía libre para acercarme a los otros caballos, deseando inmensamente que no fuesen espíritus dominados por la mano del hombre. Tras un par de minutos caminando hacia aquel grupo de equinos, llegué hasta ellos. Ahora los podía observar con más claridad, dos quarters; yegua y semental, y una yegua... ¿frisona? Frisona. Como yo. Guau. Rara vez había visto equinos de mi raza, aparte de mis padres. -Hola, soy Dark.-me presenté, sin nombrar mi nombre completo. Qué más daba. Paseé mi mirada por los tres equinos, deteniéndome en la yegua frisona, aunque sólo por unos segundos. -¿Y ustedes son...?-inquirí, esperando a que los tres se presentasen.