Cuando sentí que estuvo arriba, dejé que se acomodara. Sentí un leve roce con sus talones y fue suficiente. Un leve contacto bastaba, además de que era bastante flojo de boca, así que comencé a caminar. Estuvimos unos segundos al paso, luego, pasé al trote con un movimiento suave para que no se sobresaltara. Parecía un tanto nerviosa. Comencé a trotar con el cuello recogido, levantando bien mis patas, con movimientos elegantes y firmes, pero a la misma vez livianos. Quería sorprenderla, o al menos, saber que se sentía cómoda estando conmigo. Dí un gran suspiro, al fin podía mover mis patas, aquél ardor estaba desapareciendo poco a poco.