La Gran Pradera

Sonreí y no aparte mi vista de él.Levante suavemente mi mano para intentar acariciarlo, muy lentamente.

Relinché y me alejé de ella, bruscamente, pegando un salto. Galopé, alejándome un poco, pero volví, al trote, inquieto, sin dejar de moverme a su alrededor mientras resoplaba.

Llegué tranquilo al prado buscando al que sería mi nuevo amigo, Pikhasso.
Alcé la vista y lo busqué con la mirada observándolo a lo lejos junto a una chica. No quería interrumpir así pues traté de llamar al majestuoso caballo que por lo que veía se movía con una gracia insuperable.

Otro humano apareció en el prado, lo miré con fijeza, siempre curioso. Me alejé un poco de la otra chica para acercarme a él, rodeándolo, trotando con orgullo sin quitarle la mirada de ensima. De vez en cuando paraba para observarlo mejor, había algo en él que me resultaba extraño, pero nos abía si lo hacía de buena o mala manera.

- Hola - Susurré mientras lo miraba con atención. Sabía que desconfiaría de mi, pues era la primera vez que nos veíamos.
Le dediqué una amplia sonrisa mientras lo miraba impresionado, era un hermoso ejemplar que parecía tener un gran carácter.

Relinché, sosteniendo el peso de mi cuerpo sobre mis patas posteriores, en una gran levada.
- ¿Quién eres? -exigí saber, golpenado el suelo con una pata.

Sonreí levemente - Me llamo Edward - Hice una pausa - Espero que podamos ser amigos - Continué.
Tenía una gran sensación de que yo no le gustaba para nada.
Saqué de mi bolsillo un pequeño terrón de azúcar y extendí mi mano con el esperando que el precioso caballo lo aceptara.

Ladeé la cabeza.
- Edward -repetí, curioso y pensativo- soy Pikhasso -me quise presentar, cortés, pero dudaba que me entendiera. Relicnhé fuertemente y miré al muchacho, y al terrón de azúcar sobre su mano, realmente tentadora. Di unas vueltas en el lugar, algo inseguro.

Sonreí . - Tu debes de ser Pikhasso ¿Cierto? - Comenté sonriente.
Lo vi indeciso por si tomar el terrón - Adelante, cógelo - Incluso le pedí - Tengo muchas más - Añadí gracioso mientras observaba atento a todo lo que hacía el semental.

Resoplé, elevando aún más la cabeza. Al final, la tomé, algo brusco y apurado, alejándome sólo unos pasos de él para degustar la golosina.
Era extraño, pero comenzaba a creer que no lo era de una mala manera. No me iba a dejar llevar tan fácilmente, pero su amabilidad era agradable.

Solté un sonrisa agradable.
- ¿El semental desea otro? - Pregunté bromeando mientras sacaba de mi bolsillo otro terrón de azúcar pero ahora un poco mas grande y la extendía en mi mano.

Di una vuelta a su alrededor antes de tomar el terón, olisqueando el aire.
- ¿Cómo sabes mi nombre, Edward? -no esperaba que contestara, pero me daba curiosidad. Suspiré pesadamente, acercándome y estirándo el cuello para tomar la golosina con gusto.

Lo observé con curiosidad, su capa era extraña y fascinante.
- Si te preguntas como sé tu nombre... es una incógnita - Bromeé, no sabía si se lo preguntaba, pero quería comentárselo aún así.
Mientras el giraba a mi alrededor... me senté pensativo en el verde pasto de la pradera mientras una sonrisa no dejaba de surgir en mi pálido pero suave rostro.

Ladeé la cabeza, pensativo.
- ¿Incógnita? -segí irándolo con aire pensativo y orgulloso, más aún cuando se sentó en el suelo- ¿qué haces? -sentía que me comprendía, de una forma u otra, lo cual era extraño. Aquella sensación no se iba, pero me agradaba un poco más. Me acerqué más a él, sin bajar la cabeza, mirándolo con fijeza desde lo alto.

Observé como Edward y el semental intimaban y me quedé mirando en la distancia. Aún tenia el rostro entristecido por la muerte de Catoki y no quería molestar. Los miré y con una triste y ala vez cálida sonrisa me despedí de ellos para no molestar.
- Adiós - dije mientras movía mi mano despidiéndome de ellos, yendome hacía la ciudad.

Divisé a la chicaa irse. Me dió cierta pena, se notaba su tristeza y su pesar, podía sentirlo, asentí levemente con la cabeza, mirándola y relinché a modo de despedida, sin perder el orgullo, pero cortés.
- Gracias -le dije, por más que no comprendiera. Volví mi mirada rápidamente a Edward, pues le había quitado el ojo de ensima durante un buen rato.

- No se me ocurre que hacer - Dije una forma un tanto graciosa.
Observé impresionado al semental el cual caminaba con unos aires y una gracia muy refinados.
Una sonrisa se dibujo instantaneamente en mi rostro mientras extendía mi mano con un pequeño trozo de zanahoria con la esperanza de que el semental lo aceptara.

Lo miré fijamente durante unos segundos, pero casi instantáneamente acepté la zanahoria, dentro de todo bastante contento.
Bajé un poco la cabeza, algo más acerca de él.

- ¿Te gustan? - Le pregunté entusiasmado.
Sin duda alguna era un gran caballo, con un carácter fuerte, como tiene que ser.
Sonreí enseguida cuando se acercó un poco mas, dirigí mi mirada hacía sus ojos, profundos y hermosos.
Suspiré y extendí mi mano con la atención de acariciarlo muy lentamente, aún que claro estaba... no le obligaría a aceptarla.

Me aparté bruscamente, relinchando. Salí al galope, soltando patadas y coces. Al rato me calmé y volví con él, un poco más cerca, pero por detrás, le di un empujoncito y me aparté en seguida, volviendo al rato.

Retrocedí al ver que no le agradaba la idea de que lo acariciase, así pues esperé con una sonrisa a que volviera, pues no quería incomodarle aún mas.
Esbocé una risa cuando me dio un leve empujoncito con el cual me pillo desprevenido.
Lo llamé esperando a que se acercara y le ofrecí otro trozo de zanahoria.

Casi corrí a recoger la zanahoria, y me quedé degustándola a su lado, moviendo la cola de un lado a otro, pero sin quitarle la vista de en sima. volví a agachar la cabeza y lo miré a los ojos.

Sonreí sinceramente al ver que se acercó.
- ¿Me dejarás acariciarte? - Pregunté algo curioso mientras sentado me giraba hacía el y le miraba a los ojos tratando de sonreír lo mas posible ante aquel precioso semental.

Resoplé, sacudiendo la cabeza levemente. Esperé un poco y finalmente volví a empujarlo, haciendo que cayera al suelo. Reí por lo bajo y esperé que se incorporara.
Puse mi cabeza cerca de su mano, sin tocarlo.

Reí ante la acción del semental mientras me incorporaba lentamente.
Sonreí ampliamente al ver como el precioso caballo se acercaba a mi mano, aún sin tocarla, pero ya eso me daba igual.
Le dediqué una graciosa mirada mientras extendía suavemente las puntas de mis dedos con la absurda intención de simplemente tocarlo.