Boxes del establo

Llegúe junto a Lizzie a los boxes. Rápidamente, busqué el de Dajah con la mirada y relinché, lleno de alegría. Vi que un mozo se acercó y que Lizzie me dejó suelto, junto al box de Dajah. Cuando ella me dijo que me quedase allí no pude evitar soltar una risita. No me movería, estaba claro. Me acerqué a Dajah rápidamente y la abracé con mi cuello, esbozando una alegre sonrisa. -Hola,-saludé, riendo por lo bajo. -¿Cómo estás?-pregunté, sin borrar una sonrisa de mi rostro. -Te extrañé, ¿lo sabías?-añadí, con un tono bromista. Le dí un toquecito con mi morro y volví a abrazarla con mi cuello, feliz de estar nuevamente junto a ella.

Había despertado, y también había notado la ausencia de Sadik junto a mi box. Supuse que abría salido con Lizzie, así que no había razón suficiente para alarmarse. Me estiré con delicadeza y a continuación bebí un poco de agua, desperezándome. Asomé la cabeza por fuera del box, impaciente por contemplar el momento en el que Sadik asomase por el umbral de la puerta de los establos. Bufé por lo bajo, esperando que ese momento llegase. Tenía que mantenerme quieta en mi box, pues no por siempre, no por cada minuto de mi vida me podía encontrar junto a Sadik. Suspiré, paseando mi mirada por cada box.
Después de algo de espera, pude contemplar la escena que tanto había deseado que sucediera. Contemplé a Sadik en todo su esplendor. Esbocé una sonrisa entusiasta, mientras caminaba inquieta en mi box. Lo abracé con el cuello a modo de saludo - Hola - Saludé a la vez con simpatía - Bien, bien... ¿Y tú? - Inquirí con una simpática sonrisita. Escuché su siguiente comentario - Yo también te extrañé... pero hay que tener en cuenta que no podemos estar juntos cada segundo de nuestras vidas - Agregué, esbozando una débil sonrisa - Pero te extrañé... y reconozco que soy una verdadera egoísta por querer tenerte junto a mi todo el tiempo - Comenté con un tono un tanto cómico, mientras dirigía una débil y amable mirada hacia Lizzie, que se había dirigido al encuentro con un mozo.

El mozo no tuvo mejor forma de alegrarme el día que comentándome la fantástica noticia de que, después de tantas vueltas, el comprador de Dajah se había arrepentido. No podía entender porqué, siendo que era una yegua más que excelente, además de verdaderamente hermosa. Y sus movimientos, ni hablar de ese pequeño detalle: la yegua era toda una delicia para la vista, ya que sabía moverse con una elegancia y suavidad muy especiales. Antes de comenzar a festejar me acerqué al tablón de anuncios, viendo que efectivamente la foto de la yegua estaba allí, al igual que sus datos. Me apresuré a quitarla de allí inmediatamente, guardándome tanto la foto como los datos. Traté de contenerme, de no demostrar tan abiertamente la felicidad que sentía, pero no pude evitar soltar una risa de emoción y acercarme a los equinos con apuro, sin querer tampoco llegar a interrumpir aquél que era su momento. A pesar de éso, estarían más cómodos hablando en otro lado, sueltos, y no con una puerta de madera de por medio. -Siento interrumpir...- comencé, situándome a su lado, dedicándole una amplia sonrisa tanto a Sadik como a Dajah. -Pero tengo algo importante que comunicar- continué, dejando abierta la posibilidad para ver si alguno de los dos lograba darse cuenta de a qué me refería. -Bueno... La noticia es que... ¡¡Acabo de comprar a Dajah!!- exclamé, ahora sin ocultar toda aquella profunda felicidad que sentía, esbozando una amplia sonrisa y soltando una risa alegre, observando ahora a la preciosa yegua árabe, sin poder creer que ahora sería mía.

Sonreí sin motivo alguno al escuchar la melódica voz de Dajah. -Me alegra oír que estás bien. Yo también lo estoy, ahora que te tengo nuevamente a mi lado.-respondí, riendo después. Hice una mueca ante lo siguiente que dijo. -Sí, pero podemos pasar el mayor tiempo posible juntos. O, al menos, intentarlo.-dije, medio en broma, medio en serio. Riendo por lo bajo. Me carcajeé ante su siguiente comentario. -¿Egoísta? ¿Tú? ¿Entonces yo que soy?- bromee, sin parar de reír. En ese momento, Lizzie regresó, tenía algo que decirnos. Di un paso hacia atrás para dejarle sitio a ella para colocarse en medio. Orienté mis orejas hacia ella, con una expresión curiosa. ¿Qué sería? Le di un suave toquecito a Lizzie en el hombro, intrigado por saber qué era lo que quería comunicarnos. No tardó en decirlo, y fue algo que me alegró de una forma increíble. -¡No lo puedo creer!-exclamé, relinchando, realizando una levada posteriormente. Volví a abrazar con mi cuello a Dajah y acaricié el brazo de Lizzie con mi morro, contentísimo ante lo que acababa de oír.

- Me alegro - Esbocé una sonrisita tierna y simpática, alegrándome tal y como había dicho de que encontrara bien. Escuché su siguiente comentario, esbozando una auténtica sonrisa - Bueno, pues tu eres... - Estuve a punto de responder de manera cómica y simpática cuando Lizzie volvió con unos ánimos increíbles. La felicidad le desbordaba por todos lados. Esbocé una amplia sonrisa - ¿¡De verdad!? - Inquirí con perplejidad ante lo que había escuchado. Lizzie iba a ser mi dueña, ¡y qué feliz me hacía aquello!. Relinché con alegría, formando un coro de relinchos junto a Sadik. Le agradecí de todo corazón a Lizzie que estuviera dispuesta a ser mi dueña. Desde mi box, le brindé un suave y cariñoso toque con el morro en el brazo, y acto seguido abracé a Sadik con el cuello.

Volví a reírme sin poder evitarlo. Era algo que me salía naturalmente cuando estaba nerviosa, y ahora justamente lo estaba. Nerviosa debido a la emoción de la buena nueva, claramente. Acaricié a ambos equinos, usando una mano para cada uno, paseando mi mirada entre ambos, con suma emoción. -A mí también me alegra muchísimo- exclamé, suspirando, dejando que toda la felicidad saliese de mi interior con ese suspiro. Seguí acariciando a los caballos, para luego apoyarme en la puerta del box, haciéndome a un lado. -Bien, ¿qué les parece si salimos?- pregunté, pregunta más que retórica. No me cabían dudas de que Dajah quisiese salir, ya que estaba en aquél box desde que la había conocido. Le quité la brida a Sadik, dejándola en mi mochila, yendo a buscar la cabezada de color rojo que le había comprado en mi última visita a la tienda de equitación. También fui a buscar la otra que había comprado por si acaso y que bien me había servido. Le coloqué la cabezada a Dajah, que era de un color intermedio entre el celeste y el verde, más bien claro. Les coloqué a ambos los ramales, para luego sacar a Dajah de su box y abrazarme a su cuello, dándole luego un beso en su preciosa frente. -Vamos, preciosos. Es hora de que disfruten un buen tiempo juntos- los animé a ambos, dirigiéndome a la salida de los boxes junto a ellos. Me pareció ver a Edward, pero no estaba segura, ya que no había llegado a verle el rostro. Suspiré y seguí caminando, rumbo a el prado.

El mozo me trajo al box, estaba recién preparado pues el lecho era nuevo y tanto bebedero como comedero estaban llenos.
Me dejó dentro, quitándome la cabezada y dándome algunas caricias antes de retirarse. Le dediqué una última sonrisa como agradecimiento, disfrutando luego de la deliciosa comida que me había dejado, junto con algunas golosinas. Bebí también un poco de agua y luego saqué la cabeza fuera del box, para observar a todos. Tenía ganas de salir un poco, de correr, así que comencé con el coro de relinchos al que tenía acostumbrado a mis cuidadores. Había pocos humanos allí, pero centré mi atención en un chico que parecía estar leyendo, relinchando un poco más alto, intentando que me oyese y deseando que se acercase a mí, y que fuese amigable.

Llegué a los boxes, observando el escaso movimiento que allí había. Había un chico leyendo un libro, por lo que no quise molestar demasiado. Vi que había algún que otro caballo más en su box, pero ni Maris ni Totilas estaban. Ni siquiera estaban Tormenta y Ginger, así que supuse que estarían juntos en algún lugar. Me senté en un espacio entre el box de Maris y el de Totilas, flexionando mis piernas para estar más cómoda, observando a los caballos que se encontraban en sus boxes. También vi a un poni bastante pequeño y sonreí al verlo curiosear entre las pacas de paja. Le pregunté a un mozo el nombre de aquel poni y, tras saberlo, lo llamé. -Wide, pequeño, ven.-le dije, asegurándome de que me hubiese escuchado. Le sonreí y esperé a que se acercase.

Suspiré, ya algo más decaido. Si aquel era mi primer día, de hecho mis primeras horas y ya nadie me prestaba atención, el futuro no prometía demasiasdo. Apoyé mi cabeza en la puerta del box, para sentir una voz femenina cerca de mi box, justamente al lado, llamar a un tal Wide. Dirigí mi mirada hacia donde ella observaba, viendo a un simpático y pequeño poni. Me quedé allí, como esperando todavía, teniendo esperanzas de que alguien decidiese sacarme un rato a donde fuese, a pasear, o directamente a correr.

Noté cierto movimiento en uno de los boxes cercano a donde yo estaba sentada. Me levanté y sacudí mis pantalones, acercándome al box en el que estaba un caballo castaño. Era bastante alto. Un Pura Sangre. -Hola pequeño, ¿estás aburrido?-le pregunté con una sonrisa en mi rostro, acariciando su morro despacio, transmitiéndole tranquilidad para que no se asustase. Vi en la placa de su box que se llamaba "Seabiscuit". Acaricié ahora su cuello y le di unas pequeñas palmaditas. -¿Te apetece salir un rato?-le pregunté, sabiendo ya su respuesta. Se veía a leguas que estaría bastante aburrido, además de que a todos los caballos les encanta salir de su box, y estaba segura de que Seabiscuit no iba a ser la excepción. Entré despacio en su box, asegurándome de no realizar ningún movimiento brusco para que no se asustase. No sabía lo noble que era, así que tenía antes que averiguarlo.

No pude evitar soltar un relincho alegre cuando sentí la voz de aquella chica sorprenderme. Al final, tanto intento porque alguien me prestase atención había surtido efecto. - Muy aburrido -admití, mientras observaba a la muchacha. Parecía realmente muy amigable, así que no me preocupé, además de que no me caracterizaba por ser ni agresivo, ni demasiado desconfiado. Al ver su mano tuve el acto reflejo de retroceder unos pasos, pero me obligué a mí mismo a volver a mi antigua posición, ya que de no hacerlo, sólo significaba que acabaría quedándome en aquél box por quien sabe cuanto tiempo más. Deje que me acariciara, dandole algunos toquecitos con mi morro, de forma juguetona. - ¡Claro que me apetece! -exclamé, con verdadero entusiasmo al oírla, moviendo mi cola de un lado a otro.

Reí un poco por lo bajo al ver su reacción. -Espera aquí, Seabiscuit, voy a por tu equipo para salir un rato.-le dije, acariciando su frente y saliendo rápidamente de su box en busca de su equipo. Tras encontrarlo, cogí también dos cepillos y fui rápidamente al box de Sea. Entré despacio y dejé el equipo encima de la puerta del box, para comenzar a cepillar su pelaje. Retiré la suciedad más superficial de su pelaje, para después hacerlo más a fondo, dejando su pelaje totalmente limpio y brillante. Repetí lo mismo con sus crines y cola, limpiando también sus cascos posteriormente. Cuando terminé, le di unas suaves palmaditas en su cuello. -Eres precioso.-le dije, esbozando una sonrisa, mientras le colocaba el sudadero y, después, el equipo. También le puse unos protectores, para evitar al máximo la posibilidad de alguna lesión. Lo saqué de su box y me lo llevé al exterior de los establos. Allí me monté sobre él y acaricié nuevamente su cuello. -Te vendrá genial un paseo por la Hípica.-añadí, sonriendo en todo momento.

Me quedé quieto esperando mientras ella iba a buscar mi equipo; escarbando en el lecho del box con mi pata delantera derecha, algo impaciente. Saqué la cabeza fuera del box para ver el trayecto de la chica, sonriendo ampliamente al verla volver. Me fui para el fondo del box con el unico objetivo de dejarle lugar para que ingresase sin problemas. Me sorprendió el ver que comenzaba a cepillarme, pero me quedé quieto, inmóvil para facilitarle la tarea. Me reí ante su halago aunque no estaba tan seguro de qué tan cierto era, le dí un toque cn mi morro a forma de agradecimiento. Dejé que me colocase todo para luego salir tras ella del box, moviendo mi cola y espantando alguna que otra mosca que volaba por allí. Luego de que la chica montó, seguí sus indicaciones, deseando galopar un poco.

Estaba demasiado sumido en mi libro... demasiado. Suspiré, elevando la mirada, hasta poder observar la escena que había dado paso tanto ruido de cascos y personas al andar. Suspiré, cerrando con agilidad el libro, estirándome en mi lugar. Permanecí unos segundos, quizá minutos, sentado sobre las pacas en las que había pasado la mayor parte del día, leyendo... sumido en mi libro con un título desconocido para todo el mundo. Inhalé profundamente, levantándome de las pacas de un sólo movimiento. Me sacudí el pantalón, esbozando una sonrisa satisfecha. Terminé de estirarme por completo y con paso ligero salí de los establos, caminando hacia la zona común de la hípica.

Suspiré. Continué acariciando a Huaso durante un par de minutos, hasta que miré mi reloj por un momento, percatándome de la hora que era. - Perdona, Huaso - Me disculpé - Será mejor que me vaya ya si deseo seguir viendo la hípica - Concluí, esbozando una sonrisa - Ya nos veremos - Afirmé, emprendiendo la marcha hacia algún prado.

Estaba aburrida, esperando a que Folher despertara. Mis heridas habían mejorado y poco a poco iban cicatrizando. Estaba deseando salir de nuevo al campo y sentir mis crines mecerse en el aire. Dulce libertad... ahora con un limite hasta que se curarán mis heridas. Pero aun así estaba deseando salir de aquellas 4 paredes.

Refunfuñe en mi box con impaciencia, dandole golpes a la puerta del mismo con mis patas, indicando mis ansias por salir de alli.
- ¿Qué le habra pasado a Carol? -me preguntaba tristemente. Ahora tenia un nuevo dueño, peor no habia tenido la oportunidad de conocerlo o conocerla todavia. Saque la cabeza y mire afuera con curiosidad e impaciencia. no aguantaba mas alli dentro.

Trotaba distraído y aburrido por los establos. ¿Que podía hacer ? pensaba sin parar. Paseaba por delante de los boxes en busca de algún caballo o persona que me hiciera caso o con quien pudiera divertirme.

Vi a un pequeño y simpatico poni pasar por delante de mi box, no me resultaba familiar, pero aun asi lo llame, curioso por saber quien era- Hola amiguito -salude, ladeando la cabeza. Su tamaño me decia que pocas personas podrian montarlo de vez en cuando- ¿crees que podria abrir la puerta de mi box? -pregunte con impaciencia, luchando por salir.

Le miré ilusionado con mis ojos brillando, al fin alguien me hacía caso!
-Hola! Claro no hay problema - sonreí pillamente.
Abrír la parte de abajo era fácil gracias a mi tamaño, para la de arriba o bien estiraba mi cuello o me ponía de pie, en este caso, debido a la alegría, me puse de manos y la abrí mientras me mantenía con mis patas traseras.
-Listo - reí pilla y alegremente al gran caballo

- Uf, muchas gracias! -exclame alegre, y mire al poni sonriendo- por cierot, soy Chippendale, ¿como te llamas? -le pregunte con entusiasmo. Me di cuenta de la cantidad de energia que tenia acumulada y necesitaba descargar. Me estire un poco y camine, casi sobre el lugar.

- Encantado, me llamo Wide, siempre a tu servivcio -bromeé con una sonrisa en mi cara

Rei levemente y me dirigi hacia afuera de los establos.
- Un placer Wide, gracias por sacarme -le dije con sinceridad- ¿damos un paseo? necesito moverme -admiti inquieto- quiero saltar, voy a la pista -comente, mirandolo de reojo a saber si me acompañaria.

Lo mire sonriente y con un saltito en el sitio grite.
-Siiiii, venga vamos! - dije saliendo a un galopito hacia la pista de saltos, alegre y entusiasmado de poder hacer algo a parte de pasear.

- ¡Muy bien, vamos entonces! -parti tambien al galope, llegando bastante rapido a la pista de salto junto a Wide.