Hipodromo

Me mantuve fuera, junto a Jake... observando con expectación todos los movimientos que realizaban la humana, Ani... y el rápido Pura Sangre, Sea.
Esbocé una sonrisa, escrutando cada movimiento, desde el calentamiento hasta incluso analizando cada rápido tranco de Sea al galope. Resultaba demasiado fascinante poder observar como un caballo podía alcanzar tanta velocidad. Sí... bueno... De por si, los caballos ya son rápidos... por naturaleza, por defensa propia... pero seguía resultando fascinante ver como Sea tomaba tanta velocidad. No cualquier caballo podría hacer eso. Reí. Ver un espectáculo así era incluso hermoso... y sí que parecía que volaban.
Suspiré, observando ahora como el semental y la humana se aproximaban a nosotros con un paso intermedio. Bufé con alegría, felicitando así al caballo - Ha sido fascinante - Le comenté al semental, esbozando una sonrisa. Observé a continuación como Jake y Anita intercambiaban palabras. Bufé, observando con tranquilidad aquella escena.

-No podría hacerlo, aunque quisiera- me reí. ¿Cuántas veces había intentado cambiar mi forma de ser? Miles. Millones. El hecho era que no había logrado nada, ni siquiera un cambio minúsculo en mi forma de proceder. Y desde aquél momento había aprendido que efectivamente no valía la pena intentarlo, quién me quisiese se tendría que conformar con mis defectos y mis virtudes, aunque claramente tenía más defectos. Sonreí de forma divertida ante aquellos pensamientos, que bien ciertos eran. -Cuando necesite de mis servicios- hice una especie de reverencia, esbozando una sonrisa burlona. Todo lo que estuviese a mi alcance por alegrar al menos mínimamente a Ana lo haría sin dudarlo ni siquiera una vez. Me quedé en silencio por unos momentos, deteniéndome para observar a ambos equinos, manteniendo posteriormente mi mirada en Ana, en sus preciosos ojos. -Seré un pelota y todo lo que quieras, pero el hecho es que digo la verdad- le contesté, con voz firme y segura, pero sin poder resistirme a soltar una risa luego, sonriendo posteriormente.

Le sonreí a Taloubet ocn alegría, moviendo mi cola de un lado a otro.
- La verdad es que sí -acepté, soltando una risita suave. Estaba bastante agitado aún, que no era lo mismo que estar cansado. Había sudado un poco, sin embargo no era nada excesivo- deberías convencer a Jake de probar en el hipódromo. Seguro a ti también te gustaría -sugerí, ya que pese a no ser un caballo de carreras todos los equinos disfrutaban de una vuelta en el hipódromo, aunque no fuese a galope tendido ni a máxima velocidad, el sentir aquella sensación de libertad era inigualable, ni siquiera se podía comparar con el galopar un poco por el prado. Nada. No llegaba a haber punto de comparación posible sin lugar a duads.

-Y aunque pudieras, no lo hagas. Nunca.-dije, quizá obligándolo un poco a ser como era. -No cambies nunca.-añadí, mirándolo a los ojos, totalmente perdida en ellos. Jacob era una bellísima persona siendo tal y como era; si cambiaba ya no sería él. Lo apreciaba muchísimo por cómo era; quizá, si hubiese sido diferente, ahora no estaría hablando con él con aquella confianza; quizá ni siquiera estaría allí, junto a él. Miré al suelo, realizando pequeños trazos sin sentido con el pie en el suelo, continuando todavía apoyada en la valla del hipódromo. Lo siguiente que dijo Jake me sacó de aquellos pensamientos. Lo miré con una sonrisa, viendo cómo realizaba una especie de reverencia después. -Lo tendré en cuenta. Yo también te digo lo mismo.-le respondí, riendo por lo bajo. Me quedé en silencio, que como siempre, no era un silencio incómodo. Observé el hipódromo; desierto. Sólo estábamos allí nosotros cuatro. Nadie más. En parte, me alegraba de aquello. Escuché las palabras de Jake y, acto seguido, me reí. -Pues no sé qué puede tener éso de cierto. No me parezco a jockey ni en el blanco del ojo.-respondí, riendo, pues era totalmente cierto, a mi parecer. Estaba claro que aquella disciplina no era la mía, quizá también porque nunca antes la había provado, pero aún así sabía que había otras disciplinas que se me darian mejor. No quería encariñarme con Sea porque sabía que tarde o temprano encontraría un dueño. Era un caballo perfecto, ejemplar. Acaricié un poco al Pura Sangre, esbozando una sonrisa ladina. -¿Te apetece ir a algún sitio?-le pregunté a Jake, aunque también podía ir destinada a los caballos; aunque no sabría cómo me responderían. Tampoco me asustaría después de haber visto lo que hicieron para conocer nuestros nombres.

Sonreí sinceramente al oír a Ana. Y esa era otra de sus virtudes. Ella me aceptaba así, tal cual era, con toda la multitud de defectos que tenía. No había intentado cambiarme ni por un momento, ni siquiera había sugerido que debía tratar de modificar alguna conducta para con ella. Y sí que era cierto que nos conocíamos hace poco, lo suficientemente poco como para que al no conocerme a fondo no supiese cuántos defectos tenía, pero aún así sabía que ella no intentaría cambiarme siquiera en un futuro. O al menos eso creía y esperaba. -Bien, espero sigas pensando lo mismo cuando me conozcas mejor- me encogí ligeramente de hombros, riéndome levemente. Me quedé en silencio por unos momentos, paseando mi mirada por todo el lugar, hasta posarla finalmente en los celestes ojos de Ana. E inmediatamente un escalofrío me recorrió la espina dorsal, a la misma vez una sensación parecida a la adrenalina logró abrumarme lo suficiente como para retirar la mirada, clavándola en mis pies. ¿Qué diablos me pasaba?. No. No lo tenía para nada claro, de hecho ni siquiera sabía qué pensar sobre aquello. Escuché un suave murmullo venir de parte de ella, pero ni siquiera logré captar con exactitud cuales habían sido sus palabras. Estaba tan absorto en mis pensamientos, en aquellas ideas inconexas y difusas, en aquél propósito de lograr encontrar una explicación a aquella rara sensación que tenía en la boca del estómago, aquella sensación que llegaba a volverse increíblemente incómoda en esa situación que no supe cuales habían sido las palabras de Ana. Suspiré, dedicándole una sonrisa. -No insistiré más sobre lo mucho que encajas con la descripción perfecta de jocketa- me encogí ligeramente de hombros, dispuesto a poner a aquél tema un punto final, riéndome levemente luego. En el momento que transcurrió en silencio posterior a aquellas risas me contuve de volver a posar mi mirada en Ana, en su rostro, en sus ojos. En vez de ello simplemente observé la pista, fijando mi atención allí. Nuevamente me perdí en la cantidad de pensamientos que circulaban en mi mente, al menos hasta que ella volvió a hablar. -Claro que me apetece, contigo adónde sea- respondí, observándola ahora, riéndome levemente. Tomé las riendas de Talou, dándole unas caricias y acariciando también a Sea. -¿A algún lugar en especial?- pregunté, esbozando una alegre y verdaderamente muy sincera sonrisa.

Sonreí al escuchar lo que dijo Jake. -Sí, seguiré pensando éso. Cuando me conozcas mejor sabrás que no soy ese tipo de personas que un día piensa una cosa y al siguiente otra.-dije, sincera, pues era cierto. No era así, y estaba segura de que no cambiaría de forma de pensar respecto a cómo era Jacob. Todo el mundo tenemos nuestros defectos, y él no era la excepción, yo tampoco. Pero también tenemos nuestras virtudes. Y las virtudes de Jake eran muchas y, además, poseía unas virtudes que no todos tenían. Nadie era como él.
En aquel momento, ni siquiera me vi capaz de mirarle a los ojos, sin saber muy bien por qué. Aquello que me parecía tan fácil, tan simple, con Jake era un verdadero reto; mirarle a los ojos sin sentir la necesidad de retirar mi mirada, pero a la vez, también sentía la necesidad de quedarme mirándolo durante horas y horas. ¿Por qué? Ni siquiera yo lo sabía. Aquellas ideas que se paseaban por mi mente una y otra vez comenzaban a confundirme. Negué con la cabeza y traté de dejar durante unos momentos la mente en blanco. Imposible. Suspiré y sonreí, mirando a los dos sementales, tratando de pensar en otra cosa. Volví a escuchar a Jake tras aquellos segundos de silencio. -No lo discutamos más, o acabarás convenciéndome.-Reí, negando con la cabeza. Con lo testaruda que era, me asombraba la facilidad con la que las palabras de Jake me hacían cambiar de idea con sólo insistir un par de veces; algo que con las demás personas no me ocurría. Y estaba segura que nada más volver a los boxes, acabaría mirando el tablón en el que estaban todos los caballos a la venta. Suspiré con resignación, negando con la cabeza. Esbocé una sincera sonrisa divertida al oír lo siguiente que dijo Jacob, mirándolo ahora. Dudé un poco ante su siguiente pregunta. Había muchos lugares en aquella Hípica. -No sé, la playa es un lugar precioso, ¿qué te parece?-respondí, esbozando una gran sonrisa.

-No te juzgaría si pensaras otra cosa. Cuando conoces a una persona puedes creer que es de una u otra manera, y luego, cuando llegas a conocerla mejor cambian totalmente- apariencias. Falsedad, incluso cierta hipocresía. Me mantuve en silencio luego de decir aquellas palabras, pese a que sabía que no sería el caso en ninguno de los dos, ya que ni consideraba a Ana falsa, ni me consideraba a mí mismo una persona que aparentara cosas que no era. Lo que veías era Jacob Black. Nada más y nada menos que eso, lo suficientemente transparente como para que se llegase a conocer mis defectos antes que mis virtudes. Me entretuve jugueteando con la riendas que me unían a Talou en un pobre y vano intento de despejar mi mente, que por ahora lo único que hacía era formular nuevos pensamientos, nuevas ideas y preguntas. Preguntas sin respuestas, incógnitas que simple y sencillamente no tenían respuesta ni resolución por el momento. Le sonreí a la chica, riéndome levemente. -Bien, no lo discutamos más. Pero ya sabes cuál es mi opinión, ¿no?- el saber que podía llegar a convencerla me alegraba, ya que hacían un gran equipo con Sea y era algo que ninguno de los dos debería desaprovechar. Hice una pausa antes de responder a su siguientes palabras, dedicándole una amplia sonrisa. -Me parece que nos estamos tardando- me reí levemente, dispuesto a montar en Talou y salir del hipódromo en cuanto ella indicase.

Aquella extensa conversación que ambos humanos estaban llevando a cabo me había despistado hacía ya un buen tiempo. Al principio sí que había intentado seguir el hilo de ésta, de comprender a fondo cada palabra que decían. Luego, me dí cuenta de que la relación que tenían iba más allá de mi comprensión equina ante la forma de relacionarse de los humanos. Lo que sí sabía era que cada vez que se miraban no podían evitar sonreír, que cada vez que sus miradas se cruzaban sus ojos cobraban un brillo único, especial. Sonreí ante aquello, eso sí que podía entenderlo con suma facilidad, sin embargo me obligué a reírme por lo bajo y no hacer o decir nada. Me entusiasmé ante la idea de ir a la playa, por el simple hecho de que además de ir a aquél precioso lugar en sí, ambos humanos eran compañía excepcional. Y ni hablar de Taloubet, el semental de salto. Le dí un toquecito a Ana, como invitándola a montar.

-Dependiendo de cómo sea la persona. No todas cambian a medida que la conoces más.-Respondí ante aquello, encogiéndome ligeramente de hombros, reflexionando aquello que acababa de decir. Estaba más que segura de que Jake no era así, que no era alguien que quería aparentar algo que no era. O al menos, éso quería creer. Acaricié a Seabiscuit, peinando sus crines con los dedos, tratando de distraerme un poco y pensar en algo que no fuese Jacob. Jacob y todas las sensaciones que sentía cuando estaba con él. -Nuevamente, el chico volvió a hablar. -Sí, sé cuál es tu opinión, no te preocupes.-le dediqué una sonrisa simpática, mientras colocaba bien los estribos para montarme sobre Sea. Reí ante lo siguiente que dijo, a la vez que montaba sobre Seabiscuit con un gran impulso. -Cuando quieras.-dije,. extendiendo mi mano hacia la salida del hipódromo, invitándole a montar sobre Talou y a marchar en dirección a la playa.

-No cambian. Pero al conocerlas mejor, te das cuenta de que no eran tan perfectos como parecían en un primer momento- me reí levemente. Había pasado por aquello en varias relaciones. Al principio la chica resultaba ser la persona más dulce, amorosa, amigable y divertida que pudiese haber pisado la tierra. Al final, a los pocos meses, me daba cuenta de que no eran más que buitres rondando la carroña, siempre controlando cualquier detalle hasta el punto de hacer problema por el simple hecho de salir con algún amigo. Y luego, aquella personalidad que me había llegado a gustar en un primer momento se desvanecía como por arte de magia. Quizás era esa la razón por la cual me mostraba reacio a entablar relaciones serias. -Vamos, pues- sonreí, dándole unas caricias a Taloubet luego de escuchar a Ana, montando finalmente en él y colocándome junto al semental Pura Sangre y la chica, yendo rumbo a la playa.

Ah, el hipódromo. Aquél lugar que tan buenos recuerdos me traía. Esbocé una amplia sonrisa mientras partía al trote, ingresando al lugar. Mis cascos disfrutaron de sentir la pista bajo ellos, a lo que solté un suspiro satisfecho. Dí unas vueltas para calentar, tal cual me habían enseñado. Lo que menos quería era exponerme a alguna lesión ahora, cuando estaba en mi mejor momento. Sólo necesitaba que Anita me entrenase, que supiese sacar todo el potencial que tenía bien guardado a la espera de ser descubierto. Necesitaba una razón por la cuál dar todo, y pese a que le tenía cariño a Ana por ser mi dueña, todavía necesitaba conocerla mejor para correr por ella, realmente. Últimamente corría por mí, por mi necesidad de liberar energía, de visitar el hipódromo con frecuencia. El no hacerlo era algo casi desesperante para mí, y nuevamente lo sentía por mi nueva dueña, pero las veces que tuviese que escaparme para visitar al que era mi segundo hogar, no lo dudaría ni un segundo. Me dirigí hacia las casillas, las cuales estaban abiertas. Me quedé allí, observando la primer curva, sonriendo. 1500 m para comenzar, nada excesivo. Me sacudí para liberar los nervios que me producía el estar allí, en aquél lugar. Imaginé a mis contrincantes, todos increíblemente fuertes, todos deseosos de ganar. Logré imaginarme incluso a mi antiguo jockey bien situado en mi lomo, a lo que solté un relincho de puro entusiasmo. Me preparé, contando mentalmente hasta tres. - ¡Ya! -me dije a mí mismo, partiendo con una rapidez pocas veces vista. Me moví de forma increíblemente agil, moviendo mis patas con mucha ligereza y velocidad. Volaba. En ese momento recordé que todavía faltaba bastante camino, así que disminuí la velocidad y dejé que mis contrincantes imaginarios me pasaran, manteniéndome en una posición cómoda, situado en una buena zona más allá de la posición. En los últimos 800 metros, saqué todo mi potencial, comenzando a correr de verdad. Dí todo de mí una vez más. Incluso el más astuto de mis contrincantes quedó atrás, perdiendo la victoria, quedándose únicamente con el polvo que levantaba al pasar. Suspiré, pasando la meta imaginaria, bajando el ritmo hasta pasar al paso. No era lo mismo hacerlo sólo, pero volvería a intentarlo. Al menos lograba ocupar mi tiempo en las cosas que realmente me gustaban. Esbocé una sonrisa y me dirigí hacia las casillas, contando mentalmente de nuevo.