La rosaleda.

Llegué a aquel maravilloso lugar , conseguia levantarme almenos un poco los animos . Era precioso . Habia rosas de todo tipo . Aunque precisamente aquellas no fueran mis flores favoritas , eran preciosas .

Sonrprendida , empece a caminar muy despacio por debajo de los arcos , suspirando .

Miré al cielo y suspiré , sonreí muy levemente y me dirigí a los establos .

Llegué paseando feliz y alegremente con Navar, el cual se la pasaba husmeando los rosales y las bases de los arcos. Sonreí ante su actitud curiosa, pero había sido así desde que le había comprado por lo que no me extrañó.
Aproveché aquel paseo para estirar un poco las piernas y relajarme después del concurso, distraerme y alejarme un poco de los problemas y preocupaciones, por fortuna no tenía tantos por ahora. Jugué carreras con mi perro, rodamos por la vereda, me mordió un sinfín de veces...sin hacerme daño, claro; pues era aún un cachorro. Lo abracé con fuerza y así, cargándolo, regresamos al departamento, ya algo cansados y con las piernas pesadas.

Contemplé como boba aquellas flores de un sinfín de colores y aromas tan variados, dándole al lugar una atmósfera bastante tranquila.
-Me encanta este lugar-admití con una sonrisa, deteniéndome al pie de un arco para descansar los hombros, que comenzaban a dolerme un poco. Respiré profundo aquel aire puro y con olor a flores que se inhalaba ahí.

No dije nada, sin embargo inhalé aire sintiendo el aroma exquisito de la gran variedad de flores que había allí. Con mi mano acaricié una rosa de color rojo intenso, sintiendo la suavidad de sus pétalos bajo mis dedos. —Sí, es precioso...

Me mordí el labio a medias, avanzando lentamente tras los arcos.
-Quisiera poder correr ahora como niña pequeña-me quejé en voz baja, apenas audible, pero se hacía escuchar gracias al silencio que reinaba en aquel bello lugar. Contemplé con fijeza aquellas flores tan bellas, recordando viejos y bellos momentos que había pasado con...Ethan. Tragué saliva y cerré los ojos, haciendo un enorme esfuerzo por no decir nada incoherente.

Me reí un poco en voz baja, negando con la cabeza. Luego, observé el lugar y volví a inhalar profundamente sintiendo el aroma de las flores. Había de todos los colores, tamaños y tipos. —Dentro de poco podrás hacerlo...— respondí mientras caminaba unos pasos.

-Un mes-fruncí el ceño, pero no quería parecer una chica que se quejaba de todo lo que le sucedía, por lo que callé. Después de todo, no era de ése tipo de personas, y no quería hacerme la víctima.
Estuve a punto de irme de boca hacia el frente, pero logré estirar la muleta hacia el frente para recuperar el equilibrio, aunque a medias. Avancé como pude al pie de uno de los numerosos arcos y me recliné contra éste, riendo en voz baja ante aquello.

—Un mes pasa rápido, ya verás— aseguré asintiendo con la cabeza y manteniéndome alerta en caso de que se cayera, afortunadamente tenía buenos reflejos y me aseguraría de que no tocara el suelo. Luego, me quedé un tanto tildado pensando en todas las cosas que habían pasado en los últimos días. Pero por algo pasaban las cosas.

Respondí con un leve suspiro, y una vez después de asegurarme el haberme estabilizado por completo reanudé la marcha, avanzando más o menos a su lado, quedándome atrás a ratos para no caer sin querer.
Me hundí en mis pensamientos pensando si romper el silencio con alguna pregunta, alguna frase, pero lo mejor sería guardar silencio. Temía el herirle, lastimarlo, o por lo menos serle molesta de alguna forma, por lo que decidí más juicioso quedarme callada. Miré distraídamente al suelo, sintiendo que la suave brisa jugaba con mi cabello de un sinfín de maneras, refrescando el aire cuando arreciaba el viento.

Finalmente, tomé un poco de valor y me decidí a hablar. Había que aclarar un par de cosas para que todo volviera a ser como antes. —Oye, Layla. Sobre todo lo que pasó... Creo que nos debemos una charla, ¿verdad?— hice una pausa y la miré con fijeza. — Entiendo que... hayas sentido lo que sentiste, me refiero a tu ex. Entiendo que hayas preferido cortar todo por lo bueno antes de que se estropeara más aún. Lo entiendo, aunque no haya sido la forma, entiendo que a veces nos confundimos... Creemos que sentimos algo cuando no es así.

Aumenté la presión entre mis dientes y mi labio inferior aún más cuando escuché aquello. Una charla. Me giré y lo encaré de frente, adoptando una postura cómoda para estar bastante tiempo de pie, escuchando todo. Respiré profundo antes de hablar, me aclaré la garganta y puse mis ideas en orden.
-Gracias por entender-susurré en voz baja, desviando mi mirada hacia el suelo. No tenía nada más por añadir, y no tenía ni idea a dónde iba con aquello, por lo que pensé algo coherente.-Lamento todo aquello, de verdad, lo siento-me disculpé. Me sentí tonta al decirlo, pero después de todo, era lo que en verdad sentía.

Fruncí el ceño, al parecer seguía sin entender que no quería sus disculpas. Negué con la cabeza, suspirando pesadamente y desviando mi mirada y centrándola en las flores que se situaban a mi derecha. —Ya no importa— contesté, encogiéndome de hombros. Después de todo era cierto, ahora de poco importaban sus disculpas o sus palabras, ya todo estaba hecho. Y me convencí de que era lo mejor, no podía ser tan malo estar soltero, lo había estado un buen tiempo y al parecer así seguiría.

Tragué saliva con fuerza.
-Claro que importa-refunfuñé.-Ethan, aunque no me creas, y sé que no lo harás-inhalé profundo-aún me importas mucho. Aún te quiero, aunque te haya lastimado y creo que ya no sentirás lo mismo-hasta ese entonces tenía la mirada fija en los rosales, pero me digné a mirarlo a los ojos.

—Las cosas no se olvidan así como así. Ni las buenas; ni las malas— espeté mientras enarcaba una ceja y la miraba fijamente. —No me olvidaré de todo lo bueno que pasamos. Tampoco me olvidaré de cuanto te quise y te quiero, ¿por qué negarlo? Las cosas no se olvidan con facilidad y menos éstas. Pero tampoco olvidaré todo lo que me dijiste, tampoco olvidaré como me sentí en ese momento...

Estuve a punto de responderle por un golpe bajo, pero decidí callar. Si quería comenzar de nuevo las cosas con buen pie, sería mejor respetarlo. Le mantuve la mirada, la cual permanecía apagada y triste en cierto modo. Sabía que realmente se sintió mal en aquel momento, yo también me había sentido mal, pero al parecer era algo más rencoroso que yo.
-Tampoco yo olvidaré nada, pero supongo que lo mejor será seguir adelante. No haré como si nada hubiera pasado, no podré de todos modos-me encogí de hombros

—Será lo mejor, claramente. No queda otra opción— respondí, quitandole importancia al asunto. La idea de hacer de cuenta que nada había pasado no había resultado como lo había imaginado en un principio, sin embargo, ya no me sentía tan mal como antes.
—Hay que seguir adelante, como siempre.

-Claro- ni comenté que me costaría trabajo, ya sería demasiado. Seguí avanzando por la rosaleda con gesto ausente, algo cabizbaja. Puse mis cinco sentidos en no caerme, ya no quería causar más problemas.
Ahora, caminar con el era incluso doloroso de cierto modo, por lo que me quedé a mi paso, rezagada. El sol comenzaba a ocultarse lentamente, lo cual le daba a las rosas un suave tono rosado y tranquilizado; ayudando a aclarar las cosas dentro de mi cabeza. Mordí mi labio para contener un suspiro de resignación y seguí avanzando por aquella vereda que parecía no tener fin.

Me quedé en mi lugar, observando avanzar a Layla. Lo que sería un buen paseo se había convertido en algo hasta incómodo por momentos. Parpadee seguidamente, dirigiendo mi mirada hacia las flores. Corté una rosa roja y la olí, dejándola entre mis manos. Si tan solo siguiéramos como antes, todo sería realmente diferente, pero ya no lo era. Observé a Layla en silencio.

Frené, deteniéndome entre un par de arcos. No había flores ni follaje ahí, por lo que podía contemplar la puesta de sol tranquilamente desde ahí. Observé con melancolía el cambio del color del cielo y de las escasas nubes navegando por aquella inmensa bóveda celeste, pasando de un rojo escarlata a un morado, un rosa, y una gama de colores difíciles de describir. Miré con fijeza aquel bello espectáculo de la naturaleza, disfrutando del silencio en cuanto me era posible.

Tan bueno había sido el poco tiempo que había pasado con Layla que había conseguido acostumbrarme a lo que nunca creí posible poder llegar a sentir. Había estado con muchas chicas, sin embargo, hacía mucho no sentía nada similar. —Siento haber sido algo hostil, ¿sabes? No quiero arruinar todo, pero se me hace difícil. Siempre lo hago.

-No te preocupes por eso-murmuré. Después de todo, quien había arruinado las cosas por completo había sido yo, no él. Guardé silencio, sintiendo que el ambiente tenso reinaba con tristeza sombría, pero no hice nada por arreglarlo de todos modos.
Contemplé un buen rato hasta que el sol terminó de ocultarse por completo tras el horizonte, tomando así el cielo un lindo color azul ultramar, oscureciéndose lentamente.

La situación se estaba tornando algo extraña, no incómoda, ni aburrida, extraña. Pasaron unos minutos donde nadie dijo nada, cosa que me puso un tanto nervioso. Suspiré, posando mi mirada encima de la inmensa cantidad de flores que había allí, dispuestas a hacer disfrutar a cualquier persona de observarlas y sentir el aroma que emanaban. No tenía pensado ningún tema de conversación, por lo que hice silencio y me quedé observando fijamente una rosa roja.

Miré al suelo un rato, y al cielo después.
-Hasta mañana. Me voy-me despedí sin muchas ganas y avancé hasta la entrada de aquel bello parque, ahora cubierto con la capa de la noche. El "clac, clac" de las muletas se escuchó con bastante nitidez, por lo que agradecí el haberme alejado lo suficiente después para pasar desapercibida cuanto me fuera posible.