Solté a Navar finalmente fuera de mis brazos y le retiré el fino gancho que unía la correa con su collar azulado. Le dediqué una sincera sonrisa, la cual respondió con un par de ladridos. Solté una alegre carcajada y me dediqué a corretearlo un buen rato, escondiéndonos tras los arcos, espantando a los pajarillos que iban posándose por ahí de vez en cuando.
Realmente, hacía mucho que no disfrutaba tanto de un simple paseo con mi perro; pero se lo atribuía a que finalmente podía correr y caminar con la mayor normalidad posible, sin necesidad de aquel horrible par de artefactos. "Muletas" resonó un buen rato en mi mente, pero un ladrido de Nav me jaló de nuevo hacia la realidad. Le sonreí distraídamente y continué con nuestro juego, hasta que escuché los pasos de otro chico en el parque. Dos.
De pequeña me había caracterizado por poseer un oído bastante fino, por lo que no pude evitar alzar la mirada con curiosidad. Después de todo, haría mas de dos semanas que no veía a nadie fuera de Nahiara en el departamento, pues me había obligado a mí misma a permanecer encerrada un buen tiempo para recuperarme cuanto antes, lo cual para mi fortuna había funcionado.
Me costó un poco viajar a través de mi mente para identificar a aquel ahora alegre chico rubio, cuyos ojos verdes me mantenían cautivada en más de una ocasión cuando estaba junto a él.
Ethan. Tragué saliva con dificultad, sintiendo que el estómago se me retorcía y aún más al verla con una chica, que parecía ser bastante alegre y simpática. Sentí un chorro de agua helada correr por mi espalda, seguida de un escalofrío que me recorrió de pies a cabeza. Aquella escena podría malentenderse bastante, pero intenté apartar la mirada y luchar contra las sombras que se agolpaban en mi mente.
Había estado engañándome a mí misma, sin duda. No lo había superado, no aún; era imposible olvidar lo que había pasado con él, lo que había sentido y lo que ahora palpitaba con fuerza en mi corazón y en mi mente. Rechiné los dientes y me mordí el labio con fuerza, levantándome finalmente ante la mirada curiosa de mi perro. Le dediqué una sonrisa algo forzada, sin desviar mi mirada sobra la de Ethan.
"Vamos, ya. Déjalo pasar" pensé repetitivamente, hasta que me obligué a mí misma levantarme e ir a su encuentro. Después de todo, me vería como una grosera si me quedaba ahí y pasaba de largo, tendría que saludarle al menos por mera educación.
-Hola Ethan-.