Concurso de salto de 1.20 cm

Luego de cada salto felicité a Tornesch con unas caricias. Para salvar la distancia hacia el 7° obstáculo le pedí más velocidad, ya que la vuelta sería más conveniente hacerla grande, para no quedar muy justos en el salto.

Salté el segundo vertical del sexto salto para después dirigirme al próximo vertical, el séptimo obstáculo del recorrido. Lo salvé con tranquilidad, tomando fuerza y potencia de más, pero siendo mi salto natural y ligero como siempre.
Nos encaminamos hacia el octavo corral, el cual me costó algo de trabajo sortearlo pero logré hacerlo, cortando el primer salto para no caer muy sobrado y después tomar mucho impulso hacia el oxer, para no rozar el primer vertical ni el oxer.

Acompañé cadamovimiento con elasticidad y ligereza, sediendo la cantidad justa de rienda, sin perder el contacto de las piernas. Luego de aterrizar del 8° oxer, acaricié el cuello de mi caballo, para que supiera que seguía ahí con él, acompañándolo hasta el final.
- Tú puedes, campeón -afirmé con total seguridad- podemos hacerlo, sin problema -tomé firmemente las riendas y lo conduje hacia el 9° obstáculo: la ría. Me relajé sobre la silla, y mantuve principalmete el contacto con las piernas, sujetándome fuertemente, depositando toda mi confianza en mi hermoso semental.

Sentí su confianza, aquella responsabilidad de ganar el concurso sobre mi cabeza. Tomé impulso con la velocidad y fuerza con mis patas traseras para saltar la ría, cayendo sobrado al otro extremo. Solté un leve relincho, acercándome al último obstáculo; aquel oxer ya con nerviosismo y ansias por terminar. Me tranquilicé lo justo para poder saltar sin pegar un bote en el punto más alto del salto.
Terminando el recorrido solté un leve relincho triunfal.

Seguí cada movimiento con una sonrisa ibujada en mi rostro, en gran parte por los nervios. No pude evitar soltar un gemido de alegría al saltar mi caballo tan limpiamente la ría. Una vez aterrizó, sin tirar palo alguno en el 10° y último obstáculo, reí con entusiasmo, solté las riendas y abracé ami caballo sin preocuparme por nada más, sujetando su cuello, llenándolo de felicitaciones mientras los nervios desaparecían y los reemplazaba una tremenda alegría, que cortaba bruscamente el silencio.