Hogar de Edward Cullen

Había cerrado los ojos un instante a causa del sueño que me había entrado. La cálida voz de Lizzie resultaba melódica, tanto que parecía que todavía seguía soñando. Abrí los ojos de repente, a causa del sobresaltó que me causo el escuchar a Lizzie. Me incorporé un poco por educación, observando a Lizzie con verdadera curiosidad - Sí... la verdad es que sí - Añadí mientras esbozaba una tímida sonrisa - Te ves bastante bien - Halagué a Lizzie, era totalmente cierto. A pesar de lo grande que le quedaban mis prendas... a Lizzie le quedaban bastante bien.
Me incorporé del todo, yendo hacia el borde de la cama y tomando de la mano a Lizzie, la cual se encontraba bastante cerca del mismo. La senté con suavidad sobre la cama - Ahora de cerca... incluso te ves aún mejor - Añadí acercando mi rostro al suyo, depositando un suave beso en sus labios. Me retiré con suavidad y esbocé una sonrisita satisfecha.

Quería creer que lo que decía era cierto, aunque siendo sincera, dudaba mucho de qué tan ciertas eran sus palabras. Claro que con la ropa de Edward cualquiera se podría ver bien, pero yo, siendo bastante más pequeña que él quedaba bastante... rara, con sus prendas. Me reí un poco, asintiendo con la cabeza de forma bromista. -Sí, bueno, no sé que tan cierto es eso- suspiré. Pese a todo no me podía quejar, ya que la ropa era increíblemente cómoda y me otorgaba el calor que mi cuerpo necesitaba gracias a el baño que nos habíamos dado. -Tú sí te ves bien. Por lo menos la ropa te queda bien- bromee, aunque lo primero no era para nada una broma. Era la pura realidad, siendo sincera. Además de todo, Edward contaba con el privilegio de tener un rostro angelical, totalmente hermoso y además la vida le había otorgado un cuerpo envidiable. Me acerqué un poco más, tomando su mano en cuanto él lo hizo, sentándome en la cama junto a él. Correspondí a aquél beso, aunque todavía me parecía muy... raro, todo lo que había pasado. Raro pero bueno, claramente. Me quedé cerca de él, apoyando mi cabeza en su hombro, disfrutando del delicioso aroma de Edward, perdiéndome en el momento.

- Pues es muy cierto - Aclaré con sinceridad, esbozando una media sonrisa. - Con cualquier cosa que te pongas, con cualquier extravagancia que portes, con cualquier vil compañía... resultas hermosa, muy hermosa... a mis ojos siempre serás perfecta - Esbocé una sonrisa mientras acariciaba con suavidad la mejilla de Lizzie - Seguramente resultas irresistible a los ojos de cualquier hombre - Reí por lo bajo - Seguro que disponías de una larga cola de pretendientes - Bromeé - Y aún así aquí estoy yo, en el primer puesto de esa cola - Esbocé una sonrisa mientras colocaba con suavidad un mechón del pelo de Lizzie detrás de su oreja. - ¡Pobre desdichados que no te tienen a su lado! - Exclamé con pena fingida. Reí por lo bajo - Eres absolutamente perfecta - Susurré, tomando su rostro entre mis manos y juntando mi frente a la suya en un acto cariñoso.
Segundos después ahí seguíamos, con las frentes unidas, y yo, esperando con ansia la respuesta de Lizzie. Una sonrisa amplia y sincera surgió con encanto en mi rostro.

Rodé los ojos. Las palabras de Edward tenían que ser tomadas con pinzas, ya que realmente era más que probable que me viese realmente ridícula, además de horrible. Claro que él no podía tratar con objetividad el tema, así como yo tampoco podía tratar con objetividad cualquier tema que tuviese que ver con él. Para mí siempre iba a ser el mejor en todo, el más guapo, el más bueno... Eso lo tenía más que claro. Me reí un poco al escucharlo. Pretendientes, no. Ni uno, de hecho. -No, estás equivocado. No había ni un pretendiente. Al menos ninguno en condiciones, que se pudiese tomar en consideración... Nada- aseguré, bufando levemente. ¿Importaba eso ahora? Para nada. Ahora lo tenía a él, y con ello me bastaba y sobraba. Cuando acabó de hablar no pude reprimir una risa, negando con la cabeza. -Eres como un poeta del siglo dieciocho, Edward- mascullé, observando sus ojos y sonriendo ante la cercanía inminente de nuestros rostros. -Y por eso justamente es que me gustas tanto. Tú sí que eres perfecto...- dije por lo bajo, acercando mi rostro unos pocos centímetros, rozando sus labios de forma algo pícara y quizás hasta levemente provocadora, sin intenciones reales.

- Cualquier hombre que se precie se hubiera sumado a esa lista de pretendientes - Aseguré con una sonrisa fija en el rostro. Reí por lo bajo - Bueno... pero alguno había - Recalqué con un atisbo de indignación. Suspiré - Me resulta frustrante no haberte conocido antes - Comenté con toda la sinceridad del mundo, paseando mi mirada entre los ojos de Lizzie y la colcha de la cama. Fruncí un poco el ceño - Te aseguro que de haberte conocido antes, habría apartado a todos esos desdichados pretendientes - Suspiré, bajando un poco la vista. A continuación escuché su comentario; Un poeta del sigo dieciocho ... - Eso es cómo un halago para mi - Alcé la vista esbozando una leve sonrisa - Es una de las cositas que me caracteriza tanto - Escruté su rostro con curiosidad - Pero... hay algo que añadir - Sonreí - Tú, eres la musa que me otorga la inspiración - Acaricié su rostro con delicadeza - Eres la que me crea buenos momentos - La miré a los ojos con timidez - Eres la persona con la que me gustaría pasar el resto de mi existencia... -
Acabé correspondiendo su beso con ganas. Paseé mis manos por su cabello y rostro, disfrutando del momento, dejando los labios entreabiertos para poder respirar a ratos... dejando sueltos varios de mis sentimientos ; cariño, amor, ternura, algo de pasión, simpatía y amabilidad.

-Lo dudo. Recuerda que nos conocemos más bien poco, ambos sabemos las mejores cosas el uno del otro... Pero, ¿y las malas?- pregunté, esbozando una sonrisa altamente traviesa, ya que en parte era cierto. Por algo las parejas que comenzaban a convivir acababan, la gran mayoría, mal. -Confío en que sigas pensando todas esas cosas cuando me conozcas mejor, cuando veas todos mis defectos en todo su esplendor...- bromee, pese a que seguía pensando que era totalmente cierto. No sabía como iban a ir las cosas, qué tanto íbamos a durar con Edward... Lo que sí sabía era que deseaba profundamente que aquello durase eternamente, que estuviésemos juntos todo el tiempo que fuese posible. Más allá de las peleas que seguro que tendríamos, más allá de los problemas, los defectos. -No te lamentes por el pasado, no vale la pena. A menos que tengas la máquina del tiempo y logres retroceder unos años para conocernos antes, no vale la pena. Concéntrate en el presente- le pedí, clavando mi mirada en la suya, acariciando su mejilla con suavidad, trazando finos trazos allí. Me reí levemente ante lo que dijo, sin saber exactamente que contestar a ello, en parte porque al ser él tan caballeroso, de cierta manera cualquier cosa que dijese tenía poco valor a su lado. Me entregué totalmente al beso, enredando mis manos en su fino cabello, que estaba aún un poco mojado producto de la lluvia. Mi corazón comenzó, nuevamente a latir de forma desenfrenada.

- Lo seguiré pensando - Añadí con una dulce sonrisa - No lo dudes - Comenté dirigiendo mi mirada hacia sus brillantes ojos azules.
- Buf - Suspiré - Ya empieza a hacerse tarde - Murmuré por lo bajo con desganas. Miré el reloj que se encontraba sobre la mesilla de noche, junto a la cama. - No quiero que pierdas horas de sueño - Admití con un tono cómico mientras acariciaba la mejilla de Lizzie con delicadeza - Y... mañana supongo que tendrás que madrugar para ir a ver a Sadik - Esbocé una sonrisa mientras me incorporaba del todo en la cama, apoyando los pies en el suelo, sentado en el borde de la misma. Esbocé una sonrisa, ocultando a continuación el rostro entre las manos, frotándolo un poco.
Suspiré, girándome hacia Lizzie para poder escrutar su cálido rostro.

-Concédeme el beneficio de la duda, ¿sí?- pedí, claramente en broma, riéndome levemente. Esperaba que efectivamente fuese así, ya que yo tenía bien claro que apoyaría a Ed en las buenas y en las malas, con toda la cantidad de virtudes que tenía y la poca cantidad de defectos. Dirigí también mi mirada hacia el reloj cuando él habló, asintiendo con la cabeza. Hacía ya bastante tiempo que estaba cavilando sobre lo tarde que era, pero la conversación con Edward siempre llevaba a uno u otro lugar, por lo que no había tenido oportunidad de plantearle que sería mejor aplazar nuestro encuentro. -Sí, de hecho le compré cosas nuevas a Sadik y quiero probarlas, así que... Será mejor que me vaya- esperé unos instantes antes de levantarme, asegurándome de tener todo. Mi ropa todavía estaba considerablemente mojada, así que opté por pedirle prestada la ropa a Ed por unas horas más, ya se la devolvería mañana en la hípica. -¿Me prestas tu ropa? La mía no está en condiciones- me reí un poco, a pesar de eso era claramente cierto, ya que estaba totalmente empapada.

Esbocé una sonrisa algo pícara, pero satisfecha. Reí por lo bajo mientras observaba con curiosidad cada acto que ejecutaba Lizzie; desde levantarse de la cama, hasta recogerse un mechón rebelde de sus cabellos. Esbocé una sonrisa mientras me levantaba y la ayudaba a tomar todas sus cosas.
Reí por lo bajo al escuchar su pregunta - Claro que te la presto - Me limité a responder - La puedes tomar por cuanto tiempo te plazca - Anuncié, esbozando una media sonrisa, amplia.
- De seguro que Sadik te extraña - Murmuré por lo bajo. No quería robarle más tiempo a Lizzie, pues ella tendría su vida... y era muy egoísta por mi parte, Sadik también poseía derecho para estar con ella. Esbocé una sonrisita, esperando a ver el siguiente grácil movimiento de Lizzie.

-Gracias- respondí. No llevaba ya la cuenta de cuánto le había agradecido a Edward aquella noche, pero fijo serían ya más de cinco. Me reí y asentí con la cabeza, como agradeciéndole nuevamente. -Mañana te la llevo a la hípica- le aseguré. No es que fuese de vida o muerte para él, considerando la gran cantidad de ropa que tenía en su armario. Aún así, no me gustaba conservar nada que fuese prestado. Ni siquiera algo tan importante como era alguna prenda de Edward, con todo lo que significaba aquello. Hice un mohín cuando lo escuché, asintiendo con la cabeza. -Yo también lo extraño, ¡muchísimo!- exclamé, esbozando una gran sonrisa. Claro que no me podía quejar; me había pasado con él los últimos días enteros prácticamente, así que estaba más que bien. -¿Vamos ya?- pregunté, saliendo de la habitación con paso lento y tranquilo, esperando a Ed en la punta de la escalera, dedicándole una amplia sonrisa.

- Normal que lo extrañes - Aseguré, esbozando una sincera sonrisa. Con un rápido movimiento tomé el abrigo, esperando que a pesar de llevarlo... no hiciera demasiado frío fuera, aunque considerando que seguía lloviendo... las probabilidades eran pocas.
Observé con curiosidad como Lizzie salía con naturalidad de la habitación. Salí detrás de ella, con una sonrisa llena de satisfacción en el rostro - Vaya... ya te vas conociendo la casa ¿eh? - Inquirí con un atisbo de broma, mientras me acercaba a la punta de la escalera. Comencé a bajarla con algo de lentitud, haciendo más lejano el instante de la marcha de Lizzie... ¿se me notaría?. Esbocé una sonrisita.
- Sí. Vamos - Afirmé, cuando me paré a mitad de la escalera, esperando a Lizzie.
Al bajar del todo, me acerqué a mueble del hall de entrada y tomé las llaves de Volvo con lentitud.

Asentí con la cabeza. Sí, extrañaba mucho a mí caballo. Y claro que todavía me resultaba algo extraño el saber que era mío, pero no podía evitar que una gran felicidad creciese en mi pecho cada vez que pensaba en la simple idea. Y ya no cabían dudas de que era el caballo perfecto en todo sentido. Me reí ante lo siguiente que él dijo, bajando la mirada con cierta timidez. -Sí, bueno, es cuestión de habituarse. Ya voy conociendo más o menos la cantidad de pasadizos secretos que tiene ésta casa- confesé, riéndome un poco. Bajé la escalera junto a él, notando que bajaba de forma quizás más lenta de lo normal. Me reí por lo bajo ante aquello, esperando a que tomase las llaves en cuanto terminamos de bajar las escaleras. Luego, esperé apenas unos cortos segundos hasta que abrió la puerta. El volvo se encontraba a algunos metros, y como aún llovía, observé a Edward. -Será mejor que crucemos rápido hasta el auto... Sino, acabaremos igual de mojados que antes- observé, soltando una risa. Mojar mi ropa era algo que aceptaba, pero mojar la de Edward ya no era una buena idea.

Reí por lo bajo. Sí... quizás había notado mi forma de bajar las escaleras. Suspiré con desganas al llegar a la puerta y abrirla.
Observé a Lizzie... esperando que ella diese el primer paso hacia afuera - Sí... tendremos que correr hasta el Volvo - Asentí levemente, abriendo el Volvo desde la distancia, usando el pequeño mandito que traía consigo la llave.
Reí por lo bajo, mientras tomaba suavemente de la mano a Lizzie, saliendo un poco hacia el porche y cerrando tras de mi la puerta. - ¿Corremos? - Inquirí, con cierta picardia en la mirada y un atisbo de diversión en el rostro.

-Sí, es la opción que queda- respondí, esbozando una amplia sonrisa. Me coloqué al lado de Edward, todavía aprovechando el resguardo de la lluvia que nos brindaba la entrada de su vivienda. -Bien... A la una... A las dos, ¡y a las tres!- en cuanto pronuncié el último número, el tres, salí corriendo hacia el Volvo. Comencé a reírme mientras sentía que las gotitas de agua comenzaban a mojarme nuevamente. Cada vez estábamos más cerca, pero me seguía pareciendo un disparate de distancia. Al llegar, abrí la puerta con rapidez e ingresé al automóvil, acomodándome dentro y cerrando la puerta detrás de mí. Comencé a reírme nuevamente, negando con la cabeza.

Corrí detrás de Lizzie, intentando evitar que las gotitas de agua volvieran a causar estragos en mi vestir. Al llegar, abrí la puerta con rapidez e ingresé en el auto con sigilo. Me acomodé dentro, esbozando una sonrisa hacia Elizabeth. Sumergí la llave del Volvo en el contacto y acto seguido puse la calefacción, pues hacía bastante frío. Un cálido aire proveniente de la parte delante del coche, inundó el auto con rapidez. - Vamos allá - Me limité a comentar con una amplia sonrisa, mientras comenzaba a acelerar con suavidad. Volvía a retrasar el momento en el que me tenía que despedir de Lizzie. El auto comenzó a rodar, con lentitud... comparado con mi forma de conducir, la cual siempre me decían que era un tanto... "temeraria". Reí por lo bajo, mientras me rendía en mi intento de retrasar aquél instante de dejar a Lizzie en su casa, y comenzaba a conducir tal y como yo lo hacía siempre... aquella a la que llamaban... temeraria.

El suave ronroneo del Volvo comenzó a inundar nuevamente el lugar. Claro que apenas y se sentía, ya que había que esforzarse bastante para lograr distinguirlo. El aire caliente hizo que el viaje se volviese mucho más confortable, ya que no había nada mejor que viajar calentito. Me acomodé mejor en el asiento, dejando la ropa sobre mis piernas para no mojar el asiento del flamante Volvo. Afortunadamente ya estaba un poco más seco que anteriormente, así que podía llevarlo encima de mis piernas sin correr el riesgo de terminar chorreando. Le dí la dirección de mi casa a Edward antes de partir, disfrutando posteriormente del trayecto hacia mi casa.

Sin duda estaba siendo una de las mejores veladas de mi vida, al igual que la noche anterior; dos noches para recordar, para incluir en mi lista de las diez mejores noches de mi vida. Suspiré, caminando junto a Lizzie, bajo la luz de la luna, yendo hacia mi hogar gracias a un par de señales que encontrábamos por el camino, y lo poco que recordaba de hacia dónde era la salida de todo aquél lugar.
Llegamos, bastante rápido incluso. No se había hecho rápido el camino por el simple hecho de que yo guiaba, sino por la compañía. Esbocé una tierna y tímida sonrisa, entrelazando por última vez mis dedos con los de Lizzie, notando la calidez de su piel una vez más antes de separar las manos y abrir la puerta de la casa. Solté su mano con sencillez, de una forma delicada, tomando las llaves de la puerta posteriormente. Introduje las llaves en la cerradura y eché una rápida mirada al exterior de la casa, comprobando así que todo estaba en su lugar. Abrí la puerta del todo gracias a un rápido gesto, volviendo a sumergir las llaves en mi bolsillo después. Dejé que ella pasara primero, cerrando después la puerta tras de mi. Me quité el grueso abrigo que portaba, y lo coloqué suavemente en el perchero que habitaba junto a la puerta. Me acerqué a Lizzie con sencillez, tomando su abrigo desde la espalda de la joven, observando cómo después dejaba que lo tomara. Lo coloqué también en el perchero. - Ya sabes el camino - Comenté con un tono cargado de simpatía - No hace falta que te guíe... así que... póngase cómoda, señorita - Reí por lo bajo. Me froté el rostro, en un acto distraído, dirigiéndome a uno de los sillones que se extendían por el centro de la sala. Esbocé una simple sonrisa, satisfecha, simpática a más no poder. Hice una leve mueca, y, acto seguido escruté de manera un tanto disimulada... cada acción de Lizzie.

La luz de la luna iluminaba de forma muy tenue el camino hacia la entrada de la casa de Edward, la cual conocía bastante poco, más allá de que tenía todavía varias imágenes presentes sobre lugares específicos de su hogar, como su habitación e incluso el baño. El llegar nuevamente a aquél lugar esbocé una sonrisa, recordando todo lo que había sucedido allí, todo lo que había cambiado por una simple visita a casa de Edward. Solté un suspiro, obligándome a mí misma a centrarme en el presente, a dejar atrás aquellas ideas que pertenecían única y exclusivamente al pasado. Claro que siempre me alegraría el simple hecho de recordar lo que había pasado hacía apenas tan poco tiempo, pero por el momento lo más sensato sería el concentrarme en como transcurriría el tiempo que tenía pensado pasar con él. Crucé mis brazos ante la incómoda sensación de no sentir la mano de Edward rodeando la mía, brindándome el calor que la noche amenazaba con quitarme. Me quedé detrás de él mientras abría la puerta de su casa, pasando primero en cuanto me dio la señal. Le dediqué una sonrisa, observando luego su casa. ¿Cómo es que podía mantener todo en tan perfecto orden? Aquella sería una pregunta que seguramente se quedase sin respuesta, al menos por el momento. Al situarme casi en el centro de la habitación me mantuve inmóvil, volteándome inmediatamente en cuanto sentí el tacto de la piel de Ed rozando mis brazos. Oh, el abrigo. Solté una risa leve y me lo quité, dándoselo, siempre con una amplia sonrisa presente en mi rostro. Al escuchar sus palabras me reí levemente, asintiendo con la cabeza.
-Sí, tienes razón, no hace falta- coincidí, caminando hacia el mismo sofá en el que él había tomado asiento, sentándome a su lado y manteniendo cierta distancia entre ambos, por la simple y sencilla razón de que no quería molestar demasiado al chico. -¿Qué película veremos?- pregunté, esbozando una amplia y divertida sonrisa, esperando que él ya la hubiese pensado, pues yo no tenía ni idea.

Contemplé con curiosidad cómo Lizzie caminaba hacia dónde yo me encontraba, a lo que esbocé una sonrisita satisfecha y cómica. Paseé la mirada por la sala, deteniéndome en Lizzie, la cual ya se había posado con sigilo junto a mí, manteniendo una leve distancia. Reí por lo bajo, sumergiéndome de forma leve en un par de pensamientos sobre el gran lazo que nos unía a ambos. Un lazo que deseaba nunca se rompiera. Qué siempre permaneciera ahí, sujeto, firme y resistente... pues, yo no me imaginaba mi vida sin el precioso ser que se había posado junto a mí. No lo imaginaba y nunca lo imaginaría. Suspiré, negando con la cabeza, tratando de emerger de tantos pensamientos, depositando una leve mirada en Lizzie, sonriendo posteriormente al escuchar su pregunta - ¿"Romeo y Julieta"? - Hice una leve mueca. La verdad, mi gran y absoluta colección de DVD así cómo CD, se decantaba más por las cosas antiguas. Yo resultaba ser una persona muy anticuada, que además no solía pasarse el día viendo películas románticas. De ahí la poca presencia de éstas en mi colección - Quizás es demasiado anticuado... aunque ya sabes que mi presencia es así - Suspiré, levantándome del sillón, dirigiéndome al reproductor de DVD que se encontraba junto a una de las repisas del mueble de los DVD. Tomé el DVD entre las manos y observé a Lizzie con cautela, esbozando una sonrisa pícara, balanceando la caja del DVD en las manos, buscando quizá la aprobación de Elizabeth.

Me crucé de piernas, haciendo algo similar con mis brazos, recobrando así con relativa facilidad el calor que había perdido en el trayecto desde el restaurante hasta la casa de Edward. Agradecía que lo hubiésemos recorrido con facilidad y rapidez, porque sino, seguramente la historia sería otra. Clavé mi mirada en la televisión que en aquellos momentos yacía apagada, entrecerrando levemente mis ojos, cavilando sobre todo lo que había sucedido en tan poco tiempo. Me era imposible no hacerlo, aún así hice un esfuerzo, centrando mi mirada en Edward. Era tan hermosos que llegaba a abrumarme, sin mencionar que su deliciosa fragancia llegaba a embobarme en ciertas instancias. Suspiré, riéndome por lo bajo de mis propios pensamientos. Al escuchar su pregunta asentí levemente con la cabeza. Ya había visto la película, pero apenas y recordaba los detalles, sin mencionar que el verla junto a tan magnífica compañía hacía que todo tomase un sentido total y completamente diferente. -Romeo y Julieta está bien- le respondí, dedicándole una sonrisita entusiasta, apoyando mi espalda totalmente en el sofá, disfrutando de la suavidad de éste. Ante sus siguientes palabras negué levemente con la cabeza, me sonaban a disculpa por no tener otra cosa para ver, lo cual estaba muy lejos de ser lo que esperaba. -Está perfecto, no te preocupes- aseguré, dedicándole una sonrisa más amplia y paseando mi mirada entre él y la televisión, aguardando que volviese a mi lado.

Esbocé una tímida y suficiente sonrisa, asintiendo levemente con la cabeza ante su último comentario. Agradecía que Lizzie no fuera esa clase de jóvenes inconformistas. Suspiré, dejando ya de balancear con suavidad la cajita del DVD entre mis manos, tomando con suavidad el DVD que habitaba en el interior de éste, introduciendo el DVD en el dispositivo preparado para la reproducción de éste. Reí por lo bajo, entusiasta, volviéndome hacia Lizzie, esbozando una tierna sonrisa, emprendiendo el paso hasta un hueco en el sofá junto a ella. Tomé asiento con delicadeza, abrazando con timidez a Lizzie con un brazo, levantando su mentón con la otra mano. Vacilé durante unos instantes, alargando el momento previo a un dulce beso, el mejor momento incluso más que el beso. Clavé la mirada en sus ojos, esbozando una leve sonrisa, incluso estúpida. Deposité una de mis manos en su mejilla, acariciando ésta, atrayendo su rostro al mío después. Me incliné con suavidad, anhelando el dulce y cálido roce de los labios de Elizabeth. Y después de alargar lo suficiente el momento... acabé depositando un largo y cálido beso en sus labios.
Segundos después de saborear sus labios, me retiré con delicadeza, estrechando a Lizzie contra mi en un gesto cariñoso. Tomé el mando del DVD y lo prendí con un ligero toque. Pocos segundos después, la película empezaba.

Me acomodé en mi lugar en cuanto él volvió, dejándole un gran espacio a mi lado para que se sentase donde quisiera. Aquella noche sencillamente no podría ser mejor, por el simple hecho de que la compañía de Edward lograba alegrarme hasta límites insospechados. En general mi vida había mejorado notoriamente desde que había llegado al club. Primero con Sadik, aquél equino que fue capaz de mostrarme la relación que se podía conseguir con un caballo si uno se empeñaba, aquella felicidad, aquella unión única que representaba un lazo unido, irrompible. Criaturas totalmente diferentes, pero a la misma vez iguales. Y finalmente Dajah. La conocía más bien poco, ya que ni siquiera había tenido la oportunidad de montarla aún, pero sabía que lograríamos una relación similar a la de Sadik. Y Edward, que se había vuelto un pilar fundamental en mi vida, aquél componente necesario para poner en marcha mi día, para lograr afrontar los problemas y surtir los inconvenientes. Le dediqué una dulce sonrisa en cuanto estuvo a mi lado, perdiéndome en sus ojos, sosteniéndole la mirada sin ningún tipo de dificultad. Nunca me cansaría de hacerlo, nunca me cansaría de observarlo, de escrutar cada precioso detalle de su rostro. Me acerqué lentamente a él, probando sus labios nuevamente, disfrutando del delicioso sabor embriagador de éstos, separándome con suavidad posteriormente. Me acomodé un poco mejor al lado de Ed, apoyando mi cabeza en su pecho mientras comenzaba a ver la película, siempre con una extensa sonrisa alumbrando mi rostro.

La película ya empezaba a tomar forma. Ya se podían vislumbrar las tramas entre ambas familias, la historia de amor entre los dos jóvenes... ese amor imposible. En aquél instante podía parecer que yo prestaba una gran parte de mi atención a la película, pero no era así. En realidad tenía la mayor parte de mis sentidos puestos en mi acompañante, la persona que había conseguido cambiar mi vida a mejor. Desde que nos conocimos, el ser tan único que tenía junto a mi había conseguido cambiar mi vida, hacerme sonreír, volver a hacer que sintiera el sentimiento del deseo... el cariño, la amistad, la ilusión. Desvié la vista de la pantalla, dirigiendo ésta hacia Lizzie, clavando la mirada en sus ojos, esbozando una media sonrisa a continuación. Paseé mi mano con cariño por su mejilla, deleitando la suavidad de su rostro. La belleza que la joven desprendía resultaba incluso algo inhumana. Sí, quizá a primera vista pasara por una chica atractiva, solamente. Pero cuando la observas durante cierto tiempo, la observas en todos sus aspectos... resulta ser una persona realmente atractiva en todos los sentidos, intensamente atractiva, ya fuera en carácter o físico. Su gran belleza buscando por donde aflorar : Sus sedosos cabellos con un olor peculiar y asombroso, su suave piel, sus intensos ojos azules, sus labios carnosos y rosados...
Desvié la mirada hacia el televisor, despejando un poco mi cabeza después de tantos pensamientos... pensamientos que en alguna circunstancia en la que se tuviera tiempo (puesto que Lizzie tenía innumerables características), acabaría confesando. Esbocé una sonrisa traviesa, negando levemente con la cabeza posteriormente. Me había perdido ya gran parte de la película... pero me era indiferente. La había visto ya un par de veces... y me importaba mucho más la compañía que cualquier otra cosa.

Presté la justa atención a la película como para seguir el hilo, sin embargo no podía negar que mi mente estaba bastante dispersa en aquellos momentos. Todavía me costaba hilvanar las ideas que tuviesen que ver con Edward. Todo parecía un sueño, un sueño increíblemente hermoso, un sueño que deseaba que nunca se terminarse. Elevé mi mirada hacia su precioso rostro, acariciando con mi mano su pecho, dedicándole una brillante sonrisa. No me cabía ninguna duda de que lo amaba, de que realmente lo que sentía por él era amor puro y verdadero. Suspiré suavemente, con tranquilidad y sintiéndome la mujer más afortunada del mundo entero. Volví a apoyar mi cabeza en su pecho con tranquilidad, esbozando una amplia sonrisa. Guardé silencio, prestando ahora mayor atención en la película, ignorando el hecho de que ya sabía prácticamente de memoria cada parte de ésta. Volví a observarlo, clavando mi mirada en sus preciosos ojos, abriendo la boca y pronunciado a la misma vez una de las frases de la película. -¿Sabía yo lo qué es amor? Ojos jurad que no. Porque nunca habia visto una belleza así- susurré, riéndome levemente y acercándome para besar los labios de mi Romeo, sin dudar ni un momento en que él superaba en perfección la mismísimo protagonista de la película. -Te amo- le dije, volviendo a acomodarme en mi lugar, abrazándolo. Aquella película era perfecta para verla en compañía de Edward, en realidad, él hacía perfecta cualquier velada.

No me cabía duda alguna respecto a mis sentimientos por Lizzie, y esperaba que así fuese por el resto de mi existencia. Había devuelto la mirada hacia la película. Suspiré, clavando con fijeza la vista en el televisor, tratando de poder seguir el hilo de la película, esforzándome con severidad en conseguirlo... tratando de no volver a distraerme al observar a Lizzie. Sin embargo, mis esfuerzos habían resultado en vano... me encontraba contemplando el rostro de mi acompañante en la cálida oscuridad... oscuridad portadora de buenos momentos. Esbocé una sencilla sonrisa, amable, simpática, cariñosa... al poder distinguir los labios de Lizzie entreabrirse en la negrura para recitar después una de las oraciones de la película. Clavé mis ojos en los de Lizzie, paseando mi mano por su mejilla, prestando la mayor atención posible. Una media sonrisa surgió en mi rostro en el momento previo, antes de devolverle el beso. Esperé unos instantes - Oh, aquí pondré mi descanso eterno, y sacudiré el yugo de las estrellas enemigas quitándolo de ésta carne harta del mundo - Suspiré con delicadeza - Ojos, mirad por última vez - Deposité la mirada con suavidad sobre los ojos de mi Julieta - Brazos, dad vuestro último abrazo - Vacilé un poco antes de enredar mis manos en el cabello de Lizzie, y atraer su rostro al mío en un improvisado abrazo, juntando mi frente a la suya - Y vosotros, labios, puertas del aliento, sellad con legítimo beso una concesión sin término a la muerte rapaz - Ladeé levemente la cabeza, vacilando con timidez, anhelando el roce de los labios de Lizzie. Me incliné levemente, ladeando la cabeza a la vez, paseando mi mano por todo su rostro, bajando por su cuello, deteniéndome en su clavícula.
Me separé por un instante - Yo también te amo - Añadí en un suspiro, volviendo a posar mis labios en los suyos, disfrutando del sabor y la calidez de éstos.