-Sé que te molesta, preciosa, pero te prometo que en poco tiempo te acostumbrarás- eso esperaba, ciertamente. De no ser así la doma se complicaría muchísimo y Soña no sería fácil de manejar, lo que a la mima vez reducía las posibilidades de que alguien se fijase en ella. No dudaba que más de uno hubiese descartado la opción de comprarla justamente por el tema de su falta de doma, lo cuál resultaba indispensable para más de uno. Una yegua sin domar no era buena para un niño, por ejemplo, pues no se podía asegurar si luego de todo el proceso sería lo suficientemente mansa como para soportar las posibles equivocaciones de un pequeño. Y, siendo árabe...mal asunto. -Bien, Soña- la felicité pidiéndole trote y posteriormente paso, indicándole que se detuviese con una orden bien clara, ayudándome con la cuerda. Me acerqué a ella y le dí unas palmaditas, revisando los protectores y todo el equipo en general antes de intentar montarla. Debido a la avanzada edad de la yegua, me salté varias partes de la doma, como el tema de las cosquillas de potro, algo de lo que seguramente ya se hubiesen encargado. Aún así, me entretuve tocándole las patas, el vientre y la grupa, pidiéndole las manos y asegurándome de que no hubiese problemas respecto a eso. Todo en orden. Suspiré y le dediqué una leve sonrisa. Debido a que tenía el dorso bastante musculado no pensé que fuese necesario agregar peso progresivamente, más allá de tener cuidado al montarla. Bajé los estribos y apoyé un pie, dejando sólo parte de mi peso en el lomo de Soñada, bajando luego y dándole unas caricias amistosas. Luego, volví a hacer lo mismo, apoyando un poco más de peso y desmontando nuevamente. -Bien, Soña, bien- la felicité.