La Gran Pradera

-Muy bien Pampa!-felicité. Le di una manzana a Montse para tranquilizarle, acariciándola también con suavidad.

Por la desesperación solamente atiné a tocarle velozmente con los talones a la la yegua, para acercarme un poco.
Tomé unas piedras del suelo y las tiré con fuerza encima del lobo, esperando que huyera, luego me acerqué corriendo hacia Pampa y lo acaricié. -Bonito, ¿estás bien?-dije, preocupado, observándole el lomo y estudiando aquella herida. Siquiera traía el móvil conmigo para llamar al veterinario, por lo que observé a Layla esperando que entendiese adónde quería llegar.

Resoplé, temblorosa, quedé pretificada ante la actuación del Criollo.

-Tranquila bonita. Ya pasó-desmonté y acaricié a Montse para calmarla. Después corrí hacia donde estaba mi morral, buscando mi teléfono para marcarle al vet y que revisara a Pampa.

Me ardía el lomo y comprendí que el lobo había clavado sus colmillos allí, muy cerca de la cruz. Relinché, aguantándome el dolor, como si no estuviese allí y miré a Ethan y Layla, feliz de que se encontraran a salvo ahora que el lobo no estaba.

Miré a Layla, luego Pampa comprendiendo sus intenciones..
- Que buena acción -felicité con desconfianza pero sinceridad, mirándoloa los ojos.

Finalmente, contestó.
-Buen día Layla. ¿Qué ocurre?-se le escuchaba nervioso.
-Tranquilo...bueno, no tranquilo. Un lobo atacó a un semental del club y al parecer le hizo una herida entre el lomo y la cruz...creo ver los colmillos aún ahí. ¿Puede venir?-solicité.
-Muy bien. Ahí me tendrás en un par de minutos-prometió y colgó. Cerré el celular y lo arrojé a mi morral, acercándome con Pampa a toda prisa.
-Ya llega el veterinario, no te preocupes...-susurré, desinfectándole la herida con isodine y algodón.

-Estarás bien, pequeño-le sonreí mientras le acariciaba, para que se quedara quieto mientras Layla le curaba la herida.
-No sé si felicitarte por ser valiente o regañarte por ser prácticamente un suicida, pero gracias-me reí un poco, todavía asombrado por la actitud del semental, que pese a ser arriesgada tenía muchísimo mérito.

Me quedé quieto, sin quejarme, suspirando tranquilo ya. Le mordí la ropa a mi dueño, a modo de cariño. Aún así, no quería ver al veterinario, si era necesario escaparía de él.

-Te salvó la vida, tenlo en cuenta-alcé una ceja y me reí, mientras cambiaba el algodón por otro pues ese ya estaba tinto. Logré detenerle la hemorragia y saqué los colmillos del lobo con todo el cuidado del que fui capaz, entregándoselos a Ethan.
-De recuerdo-bromeé y los deposité en su mano, mientras le colocaba un cicatrizante en tintura.

Miré como sucedía todo, algo avergonzada por mi cobardía.
- No volverá a ocurrir -prometí en voz baja, mirando a Pampa y luego a Layla.

Tomé los colmillos y los guardé en mi bolsillo.
-¿Aparecen lobos a menudo por aquí?-entrecerré los ojos y seguí acariciando a Pampa, impaciente porque el veterinario hiciese acto de presencia al fin para revisar aquella herida. No parecía demasiado mala, afortunadamente.

-Es el primero que veo-admití, guardando finalmente el frasquito en mi morral.
El vet llegó, por fin.
-Bueno, haz hecho todo el trabajo-rió con ganas.-Necesitará un par de puntos de todos modos-sacó hilo y aguja, la última la desinfectó con algo de alcohol y el hilo venía ya esterilizado, con lo cual se puso a unir ambos bordes de la herida.
-Son puntos absorbentes, no necesitarás que te de otra checada-prometió, guardando lo sobrante una vez que terminó.
-Si necesitan algo, me avisan-se subió a su camioneta y se fue.

Resoplé algo enfadado al ver al veterinario. Cuando terminó puse mi cabezota sobre el hombro de Ethan. No estaba cansado, ni me dolían las heridas.

Me alejé galopando suve, como volando tranquilamente, pero con los nervios de punta, moviedo la cola y sacudiendo la cabeza.

-La sacaste barata-le dije a Pampa en modo de reproche y le acaricié el cuello, no me imaginaba lo que el lobo le podría haber hecho, pero agradecía que fuera tan fuerte. -Ahora vas a tener que hacer reposo por meses y meses, sin salir de tu box para ni estirar las patas-bromee, sabiendo que era tan enérgico sería un castigo para él de ser real.

-No lo asustes-me quejé, pero evidentemente alegre.-Bueno, ya pasó todo...¿qué hacemos?-pregunté, ladeando la cabeza algo divertida.

Negué con la cabeza las palabras de mi dueño, eso sí que no sería, jamás me metería tanto tiempo en esa jaula de madera. Relinché y empujé a Ethan con la cabeza, dando un pequeño circulo al trote, lleno de energía, sacudiendo la cola alegremente.

Volví con los demás, dando toquecitos a Lay con el morro en su brazo.

Me reí y negué con la cabeza.
-No podría dejarte ahí tanto tiempo, y tú no te quedarías-observé a Layla y me encogí de hombros. -¿Qué quieres hacer?- le pregunté, dedicándole una amplia y amigable sonrisa, entusiasta de por sí.

Miré a Layla también y a la poni, se me ocurrían muchas cosas que hacer después de todo: una carrera, un circuito de algo, lo que fuera, al menos un paseo. Relinché.

-Pues míralos, creo que traen ganas de hacer algo...¿te parece ir a las rutas? Hay un par de rutas nuevas, y una que va hacia la playa. Me encanta la playa-admití, dando un dato de mí.

Relinché entusiasmada, ¿Playa?, ¡Sí!
- Vamos, vamos, vamos... -susurraba nerviosa, pero sin acelerarme demasado.

Le puse su manta a Montse, para montarla a pelo. Confiaba en ella y en que esta vez sabría sujetarme por mi cuenta, así que monté de un solo salto gracias a su pequeña altura pero gran resistencia.
-Iré por su silla-le pedí galope para regresar al box y recoger su silla.

-¡Claro que sí!-el entusiasmo volvió a hacer acto de presencia en mi voz.
Le sonreí mientras observaba el lomo de Pampa, considerando que no tenía una gran herida como para no montarlo, además de que al ver su entusiasmo me daba cierta pena dejarlo allí. Lo llevé hasta los boxes y le puse el equipo con cuidado, si se quejaba en algún momento podríamos dejarlo para otro momento, ya que su seguridad y comodidad era algo básico y sumamente importante para mí.