La Gran Pradera

La dueña de Indi se había marchado, mamá estaba muy ocupada comiendo, y yo, muy aburrido de estar allí. Mi plan se estaba fabricando...
Me levanté, acto seguido me paré a desperezarme, y, observando fíjamente hacia donde se había ido Ileva, relinché.
-Mami, ¡ahora vuelvo!-Exclamé mientras empezaba a galopar a toda máquina, siguiendo por detrás a Ileva.

Llegué al gran prado con Layla, al parecer así se llamaba la humana. Correteaba por todas partes, procurando que ella no se cayera de mi lomo.

Llegué con Mishaal, le solté un poco las riendas para que sintiera libre o al menos cómoda y le dí un pequeño y leve toque con los talones para comenzar a trotar por el lugar. Era una gran yegua, tenía aires muy cómodos y se le notaba bastante obediente allí.

Reconocí la Pradera la verla y me metí al galope tendido, con el cuello erguido y la cabeza alta y rígida, sin parar de mover las patas con rapides y agilidad.
Distinguí otra figura a lo lejos, en una esquina de aquel prado. Me acerqué al galope, un poco más tranquila, con mucha curiosidad brillándome en mis los ojos azules.

La vi llegar algo a lo lejos, llena de nerviosismo, como asustada. Noté que Ethan estaba con otra yegua, practicando, por lo que podría llegar a ser algo peligroso. Seguí a la poni blanca por el prado, por más que no me daban para mucho más las piernas.

Pude ver a mis espaldas a un muchacho con otra yegua. Me sentía más nerviosa con ese asunto, sin mensionar a la chica que corría detrás mío. Partí a un galope tendido, dando grandes vueltas por todo el Prado, pasando por donde estaba el chico y la otra yegua, la chica y la figura que vi en una esquina.

Frené cuando me di cuenta de que perseguirla de nada serviría.
Me limité a seguirla caminando, sin perderle de vista.

Desmonté de Cybele y le retiré la manta, dejándola con el cabezal.
-Hola Ethan-sonreí de oreja a oreja, mientras me sentaba para colocarme bien la férula.-Hola Nahi-saludé también, con la mano que no estaba lastimada.

Vi a Layla, loq ue hizo sentir una gran felicidad y alivio. Corrí hacia ella con todas mis fuerzas, como si no tocara el piso, volando y luego frenando en seco, casi derrapando muy cerca de ella. Troté hasta quedar cara a cara con la única persona con la que me había encariñado en toda mi vida.

-¡Montse!-exclamé al verla venir por su cuenta. De inmediato me puse de pie y le di una manzana.-Pequeña, veo que ya puedes correr-susurré con suavidad y con verdadera alegría mientras le acariciaba el morro.

Desmonté también y observé a Montse, luego a Layla.
-Hola, Layla-le sonreí y caminé al lado de ella, pero no me senté. Observé a la yegua, se notaba que tenían una relación de amistad bastante cercana.

-Sí, es lo que crees Ethan-expliqué con una risita. Me mantuve acariciando a la poni por largo rato.-Anda, ve y galopa un ratito, que varias energías haz de tener por sacar-reí.

No quería partarme de ella, había descubierto aquella figura cerca de la esqina del prado y no era nada agradable. Le dí un empujoncito al muchacho que se acercó, algo cariñoso, nada agresivo, algo que me sorprendió un poco. Poco a poco perdía el miedo a los humanos. Oculté mi cabeza en las manos de Layla, relinchando por lo bajo, nerviosa.

Me reí también y la observé.
-Me encantaría llegar a tener una relación como esa con mis caballos. Espero lograrlo, realmente es algo que me encantaría. Estuve buscando a Sombra todo el día, pero no sé donde se habrá metido-pese a cuánto me gustaría el llegar a tener una buena relación con ellos, sabía que sólo la podía conseguir con mucha paciencia y tiempo. Acaricié el cuello de Montse con suavidad.
-Es preciosa-le dije a Lay, dedicándole una sonrisa.

-Poco a poco lo lograrás. Es cuestión de tiempo y de confianza, es un derecho que se gana-reí, pero inmediatamente enmudecí recordando lo que le había dicho en los boxes. Seguía sin tenerle la confianza suficiente, ¿pero ya qué mas daba? Si me preguntaba de nuevo acerca de lo que me traía mal, se lo diría, no había duda.
-Él es Ethan, te lo presento bonita-continué acariciándola para que se calmara y aceptara a mi amigo de buen grado.

Di un empujoncito al Ethan, nuevamente, relinchando conn suavidad pero con mucho miedo y nervios- Es... un lobo, lo eh visto... -susurraba, sabiendo que no me entenderían.

-Lo sé, no quiero forzar nada ni apresurarme, hay que ir de a poco-eso, iba referido a todo.
A la confianza con ella y con Pampa y Sombra, confianza, en general. -¿Es tuya?-pregunté con curiosidad, refiriéndome a Montse, le di una suave caricia. Se le notaba nerviosa, sin embargo ella sabría más que yo seguramente. -¿Está algo nerviosa, no?-le pregunté, curioso.

-La acabo de comprar...-referí, ciertamente alegre.-Es de cross, ¡misión cumplida!-reí, recordando el diálogo que habíamos tenido hace un par de días.
-¿Sucede algo bonita?-pregunté. No era normal en ella verla tan nerviosa.

Me escapé de mi box sólo para soltar toda aquella energía que añun seguía en mi interior y luchaba por salir. Llegué al prado dando coces y pateando con brusquedad, como un caballo salvaje.
Atrajo mi atención un olor familiar, pero aterrador y miré con el cuello erguido hacia el extremo más cercano del prado.

Señalé con el hocico en dirección a aquella esquina, la misma que miraba el Criollo zaino. Comencé a relinchar con nerviosismo, haciendo levadas y empujando a Ethan y Lay lejos de donde se encontraba el depredador.

Carraspeé para aclararme la garganta. Era...¿un lobo?
-Ethan, ¡atrás!-exclamé, montando de inmediato en Montserrat. Confiaba en aquella poni, y también en Pampa que sabrían cocear al lobo hasta que se marchara.

Ethan estaba allí, mi nuevo dueño. Quería imitar a la poni blanca, pero me armé de valor y corrí en dirección al lobo, con desición, relinchando. Fui rodeándolo, sin dejar de verlo.

Dejé que Lay montase en mi lomo, pero que quedé inmóvil al ver al Criollo corriendo hacia el lobo. Me dí vuelta y comencé air en dirección opuesta, con los nervios de punta.

Me quedé observando todo sin decir una palabra, casi congelado. Cogí a Mishaal de las riendas para asegurarme de que no se fuera, pero no sabía que hacer. Observé a Pampa, que salió hacia el lobo. No era seguro acercarme, pero tampoco era seguro dejarlo ir solo, enfrentarse al peligro de un depredador. -¡Pampa!-grité con desesperación mientras me subía en la yegua.

Enfrenté al lobo, poniéndome de manos. Le di de lleno en el lomo con mis fuertes y duros cascos, haciendo que el animal soltase un relincho de dolor.
Me alejé un poco y el lobo saltó furioso a mi lomo. Comencé a imitar a los corceles de las jineteadas, coceando pateando, poniéndome de manos como un verdadero loco, hasta que cayó y le asesté una patada en el aire, que lo hizo volar unos metros por detrás.