Picadero de llegada.

Deje que me ensillara y cuando ya me había puesto todo se subió y nos fuimos a dar una vuelta.

Entrecerré los ojos, abrieron la puerta de ese "mini-box con ruedas" que aún no lograba averiguar cuál era su nombre, una luz me hizo cerrar completamente los ojos para no quedar ciego, sacudí mi cabeza.
Un humano entró y me sacó, abrí los ojos al instante al sentir algo frio en mis patas, era la nieve.. Recordé que cuando me habían metido allí empezó a nevar, había sido un viaje muy largo y cansador.
Avancé unos pasos y el hombre me acarició el cuello, luego se retiró en su camioneta que llevaba el "mini-box con ruedas" .. Me sacudí completamente, mis crines aún estaban trenzadas, estiré mis patas y empecé a caminar entre la nieve, luego de un largo rato de caminar para entrar en calor y aflojarme por las largas horas de viaje me recosté en la nieve y apoyé mi cabeza en ella -Ah..- Suspiré cerrando los ojos.

Mientras paseaba por los picaderos, un nuevo recién llegado atrajo toda mi atención. Un hermoso poni isabelo. Me acerqué a la puerta del picadero, con un terrón de azúcar en la mano, ofreciéndoselo. -Hola, pequeño, toma.-dije sonriendo, con la esperanza de que lo aceptara. No parecía salvaje...

Escuché una voz y puse mis orejas en la dirección de donde venía el sonido, volteé mi cabeza, una chica había venido a visitarme.
Me levante y me sacudí por completo, me acerqué a trote hacia la chica y observé los terrones, los olfateé y tomé uno con delicadesa y me lo comí. Alcé la vista y observé denuevo a la chica con atención.

Sonreí al ver su reacción y decidí entrar en el picadero. -¿Te han gustado? Tengo más..-dije bromista, acariciando su cuello con suavidad. -¿Te apeteca salir?-pregunté, mostrándole el ramal.

Miré de reojo el ramal, no entendía muy bien lo que decía, pero sí entendí "salir", relinché, alegre -¡Claro que me gustaría salir!- Sacudí mi cabeza y me acerqué a ella, la olfateé buscando algún terrón de azucar, pero no encontré nada.
Retrocedí un paso y la miré con la cabeza de lado, observando luego el ramal.

Reí levemente y me acerqué a él, atándole el ramal y abriendo la puerta del picadero. Introduje la mano que tenía libre en uno de mis bolsillos y saqué más terrones. -¿Es lo que buscas?-pregunté entre risas.

Observé, había agarrado más terrones, sonreí para mis adentros y tomé uno, empecé a comerlo mientras caminaba detrás de ella, observé el picadero lleno de nieve y luego seguí comiendo los terrones. Seguí caminando .. ¿A donde me llevaba?.

Saqué al poni del picadero y, caminando con una sonrisa siempre dibujada en mi cara, me dirigí a los prados. -Te encantará pasar un ratito en el prado, libre, haciendo lo que te plazca.-Dije, hablándole al poni, a pesar de que sabía perfectamente que no me respondería y quizá, ni me entendería.

Sacudí mi cabeza y la seguí, entendí algo de un prado, quizá iriamos allí. Moví mi cabeza desde arriba hacia abajo y luego la volví a ergir, di unos pasos grandes y luego otros pequeños pero rápidos para ir a su paso.

Llevaba metido varias horas, en una cosa con ruedas. Estaba nervioso, cansado, quería salir de allí, y cuando por fin abrieron a puerta de la cosa con ruedas, y salí, me encontré en un sitio vallado, con otros caballos, y personas.

Relinché ligeramente intentando llamar la atención de alguien, y moví la cabeza de arriba abajo.
Hacía frío. Me removí en mi sitio, y me volteé, mirando hacia atrás y luego hacia delante una y otra vez.
Estaba tan perdido...

Divise un bello frisón negro.Parecía estar muy perdido.Silbe para llamar su atención
-Hola pequeño-dije amigablemente

Alguien silbó a mi espalda, me giré y resoplé incómodo.
Levanté la cabeza, y la moví de arriba abajo, mirando a aquella mujer, e inspeccionándola.
Relinché. Tenía hambre, tal vez ella me pudiese dar algo de comer.Pero no me acercaría a averiguarlo.

saque el ramal de mi mochila y dos terrones de azucar
,en precioso ven,dije con una voz amigable

(Luego seguimos vale?)

Oí su voz, no la entendí, di un paso hacia ella, y moví la cabeza de arriba abajo de nuevo.
Resoplé, echando las orejas hacia atrás, y alargando el cuello hacia ella, oliendo el dulce en sus manos sin poder llegar a provarlo.
No quería acercarme, no me gustaba, me asustaba.
No sabía quién era.

vi su miedo en sus ojos estaba nervioso quería la comida pero no savia como cogerla así que decidí alargar mi mano todo lo que pude no mucho pues todavía no me quitaron la escayola de la pierna y seguía en le silla de ruedas
-Toma come no tengas miedo no te haré daño-Dije con una voz amigable

Volví a oír su voz, pero esta vez sí entendía algo: come.
Olisqueé su mano, y tomé el dulce que ella tenía. En cuanto lo tuve en la boca retrocedí, y resoplé moviendo la cabeza arriba y abajo otra vez.
Me preguntaba qué estaba haciendo allí, yqué quería de mi me quedé parado mirándola.
Relinché y retrocedí de nuevo.

Mi dueña iba en la parte de adelante del camión y yo iba atrás acostada en una manta super acogedora así que me dormí, hasta que la dulce vos de ama me despertó, yo estaba muy asustada y no quería bajar del camión mas ella me atrajo con deliciosa manzana roja y brillante así que me acerque despacio y le di un pequeño mordisco, ella me dejo por un pastizal me acaricio y dijo que pronto volvería para visitarme y que me portase bien, luego la vi alejarse lentamente en el camión con el que me trajo.

Mozo:

Me habían dicho que hoy llegaba un caballo al club. Bueno, ahora que la veía de cerca, era una yegua, una árabe blanca de buena pinta. Logré ver de reojo a su dueña que la engatusaba para que bajase de la caja del camión y después se iba, lo que me recordó al abandono de un perrito. Sonreí, tomé un ramal y una soga además de unos terrones de azúcar y avena para ir a por ella y meterla en su box. -Hola preciosa- entré con cuidado al picadero y cerré tras de mí la puerta, cuidando que no escapara. El sol calentaba de lo lindo, así que lo mejor sería sacarla pronto. -Te gusta el azúcar, ¿a que sí?- le animé, sujetando con la mano derecha el ramal y con la izquierda un terrón que le mostré de inmediato. Extendí la palma de mi mano al frente, manteniendo una distancia prudente entre la yegua y yo para que no se sintiera amenazada.

Vi directamente lo ojos de la humana que me ofrecía un terrón de azúcar, la verdad no tenia mucha hambre pero el terrón era muy tentador así que lo tome muy despacio para evitar lastimarla y me lo comí, después de acabarlo me acerque a ella para tratar de agradecerle.

Mozo:

Muy bien, no sería un caso difícil de tratar. -Ven aquí, cielo- susurré, y mientras que con la mano que antes sostenía el terrón le acariciaba la cabeza con la otra le colocaba el ramal, cuidando no hacer ningún movimiento brusco pues ante sus ojos yo era un extraño cualquiera, y cualquier ademán de agresión podría asustarla fácilmente. Se veía que era dócil, pero cualquier precaución jamás estaba de más. Cuando se lo puse le enganché la cuerda, conduciéndola después hacia la orilla del picadero con un puñado de avena. -Ahora te llevaremos a tu box- anuncié, sonriendo para inspirarle confianza.

Llegué a ese extraño lugar algo emocionada. Un lugar nuevo, una vida nueva. Nuevos amigos y nuevas cosas por explorar. Estaba algo inquieta y no dejaba de caminar en círculos, después en zig zag... Y así estuve un largo rato.
Ví a una yegua. Suponía que era nueva y vi a un mozo junto con ella. No quería interrumpir nada pero no pude evitar acercarme. Me acerqué un poquito. Otro poquito más, y otro, pero me detuve al ver un delicioso terrón de azúcar que el mozo le ofreció a la yegua, que esta se lo comió encantada. Me detuve y observé aquella escena con el rabillo del ojo, sin acercarme demasiado.

Mozo:

Ah, otra yegua. Lo que me faltaba. Lo único por lo que rezaba era por que ninguna de las dos se alborotara demasiado o de lo contrario un solo individuo como yo no sería suficiente para llevarlas a los establos. -Ven tú también- comenté, sonriendo, tomando un ramal que no llevaba mucho tiempo por ahí que me encontré de casualidad en el picadero. Logré darle algo de avena sin saber bien cómo le hice pues no solté a la árabe, pero aún así alimenté a la appaloosa. Suspiré y la invité a probarse el ramal que ya traía una cuerda enganchada, lo suficientemente larga como para manejar a ambas yeguas sin que se enredaran entre sí. -Anda. Los establos son definitivamente mejores que un picadero solo y olvidado como éste- bromeé, acariciándole el morro a la más nueva como diciéndole "anda, soy de confianza".

Levanté levemente la cabeza y di un paso atrás, pero luego avanzé lentamente hacia aquel mozo; olí levemente su bolsillo y pensé desanimada "Hmm... No tiene terrones de azúcar", sin embargo le resté importancia. Finalmente estaba justo en frente del mozo mientras disfrutaba de las caricias.