Boxes del establo

- Oh, vamos -me quejé, riendo con ganas al comprender lo que Wild quería- tal vez luego... -le pedí ami preciosa yegua. La alejé un poco de su box para cepillarle la crin y la cola nuevamente, y para limpiarle los ojos y los ollares. Miré a la otra yegua torda, Albacora y al nuevo muchacho, suspiré y, con las riendas en mano para que la pura sangre me siguiera, me acerqué a ambos, quedando a un distancia considerable, más cerca de la puerta de los establos.
- Hola, ¿qué tal? -saludé al nuevo, sonriendo como siempre. Mis ojos de color miel se posaron rápidamente a la yegua que lo acompañaba y, nuevamente a él.

Estaba quizás demasiado concentrado en observar a Albacora como para haber percibido los pasos de la chica que se acercaba, o el sonido repiqueteante de los cascos de sus yegua. Bravo, Jacob, pensé para mí mismo. Giré lentamente, observando tanto a ella como a su yegua y dedicándoles una sonrisa, dejando a ver mis dientes. - Hola -saludé, mientras me volteaba totalmente y apoyaba mi espalda en la puerta del box de la yegua- muy bien, ¿tú, que tal? -pregunté luego, con una voz amable y animada- oh, por cierto, mi nombre es Jacob. Acabo de llegar -dije luego, estrechando mi mano con la suya. Vaya formalidades, pensé.

Parecía un chico más bien informal, pero aquel apretón de manos decía todo lo contrario, algo un tanto irónico. Reí un poco, animada.
- También muy bien -respondí, estrechando su mano- soy Nahiara y ella es Wild, es un placer Jake -comenté, encogiéndome un poco de hombros- pues, bienvenido al club -agregué luego, ensanchando un poco la sonrisa que se había pintado en mi rostro.

- Igualmente -dije luego, carraspeando levemente mientras mi mano se desplazaba hasta mi nuca, sobándola con cierta tranquilidad inusual- muchas gracias -sonreí ante su bienvenida y observé luego a Wild, su yegua. Era realmente preciosa- linda yegua -adulé mientras le sonreía un poco más. Tendría que ir a conocer el club, el estar con Albacora me había distraído del objetivo inicial.

- ¿Verdad que si? -dije en tono bromista, pero Wild era realmente bella- ¿piensas comprar a Albacora? -pregunté con curiosidad, al verlo simpatizar con la yegua- le caes muy bien -comenté con cierto tono juguetón, ciertamente se le notaba que parecía entrar en confianza con aquel chico- podemos ir a recorrer las instalaciones, si es que aún no has conocido el club -ofrecí, mirando y acariciando a Wild, ya que en realidad había sido su idea. Volví a mirarlo, sin poder evitar sonrreírle- si te niegas, no me voy a ofender, ¿eh? -bromeé, esperando su respuesta.

Asentí con mi cabeza, no había duda de que tenía una yegua preciosa. Su pregunta me tomó desprevenido, por lo que vacilé un poco antes de darle la respuesta. - Eh... De hecho ni siquiera sabía que estaba en venta -observé ahora a la yegua, sonriéndole, y solté una risita- ella también me cae muy bien -volví a posar mis ojos oscuros sobre los de ella, dedicándole una mirada entusiasta. La invitación que me hizo también me tomó por sorpresa, pero de buena manera- sí, claro... Sería genial -concluí, mientras observaba a Wild, sonriente.

Suspiré de buena gana.
- Pues sí, lo está -dije con entusiasmo, pues era casi obvio que la compraría- y si a ella no le molesta, podría acompañarnos, así no tienes que ir a pié detrás de Wild -bromeé, mirándolo fijamente unos momentos- en todo caso, también puedes montar a cualquier otro caballo de aquí -anuncié, pues así era, al menos hasta donde yo sabía.

Observé algo dudoso a Albacora, pero finalmente cedí, asintiendo con la cabeza. - No estaba seguro de que se pudiera tomar los caballos sin avisar -aclaré, riéndome levemente. Fui al guardarnés a buscar el equipo y se lo coloqué a la yegua, susurrándole unas palabras animadas al oído. La acaricié y finalmente la saqué del box, colocándome detrás de Nahiara y su yegua- bien, ¿vamos?

- Seguro -dije con entusiasmo, llevando a Wild fuera de los establos- ¿te gustan los lugares al aire libre? porque si es así, te encantará hacia donde vamos -anuncié, sonriendo y dirigiéndome hacia los prados.

-Hola Nahi- saludé cuando la vi con otro chico, presumiblemente nuevo ya que no lo había visto por ahí antes. Claro, que a lo distraída que era y a lo desconectada que había venido estando yo con el club...podría pasar cualquier cosa. Giré y le di la espalda a Gitana una vez que aceptó la manzana, la cepillé de prisa y cerré la puerta de su box con cuidado, esperando tener el tiempo suficiente para sacarla algún día muy próximo. -Y hola...¿Jake?- ladeé la cabeza, mientras mi cabello dorado caía en cascada sobre mi hombro en afán curioso. Le sonreí y me acerqué con intenciones de presentarme. -Soy Layla- aclaré.

- Hola Lay -saludé alegre a mi amiga, aunque ya era más como una despedida, pues Wild y yo estábamos fuera de los establos ya.

(Mana, conéctate más tarde que tengo que hablar con tigo xD me jui :B )

se oye a un perro ladrar*
colmillo estira de lacamiseta de layla ye la ladra indicandola que la siga

Observé a otra chica que se acercaba. Saludó a Nahiara y posteriormente a mí, diciendo luego su nombre. Le sonreí y asentí levemente con la cabeza. - Hola, Layla -dije, soltando una risita- soy Jacob, es un gusto -le sonreí y luego llamé a Alba para que me siguiera- nos vemos luego -dije finalmente, saliendo detrás de Nahiara y Wild.

-Claro, cuando quieras- me encogí de hombros e hice una mueca cuando sentí un leve tironeo en mi playera. ¿Qué sería? -Ah, hola Colmillín- murmuré cuando reconocí en aquel perro a la mascota de Llena...por lo que sospeché que no todo andaba bien con su dueña. Me arrodillé y le acaricié entre las orejas para después rascarle el cuello, me encantaban los perros especialmente de su raza. -¿Qué sucede, amigo?- le pregunté sonriendo, esperando que no fuera más de una jugarreta y que no estuviera pasando nada grave en realidad.

ladro nervioso estirando de la camiseta de lay y señalando en direción al bosque

Sonreí contenta y fui a un paso alegre hasta los prados..
-Lo logré!- Reí moviendo mi cola animada

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Claro que sí, a vuestra orden mana! (?

-¿El bosque?- sus ladridos denotaban preocupación, lo que me hizo creer que algo gordo le estaba pasando a su dueña en verdad. Suspiré con resignación y en un minuto tuve a Afri listo y ensillado para salir a galope tendido tras el perro, no sin antes haber preparado bien a mi querido semental negro estirándole y masajeándole las patas puesto que ya hacía buen tiempo que no lo montaba.

Dejé un momento a Hick en su box, llevándome su equipo. Lo lleve con el ramal a las duchas.

Me acerqué a la puerta del box de Catoki.
Lo extrañaba tanto ... Contemplé su placa, con su nombre escrito mientras unas pequeñas y cristalinas lágrimas se deslizaban por mi rostro.
Entre dentro y me senté sobre la paja de la cuadra.
No podía aceptar su pérdida. Era demasiado doloroso...
Me senté en silencio mientras no podía evitar llorar en aquella vacía cuadra.

Iba tan optimista, tan alegre, que me sorprendió ver a Yaiza así. Era una niña tan encantadora que casi me dolía verla triste.
-¿Yaiza?- susurré, acercándome lentamente hacia ella. No pensaba preguntarle qué ocurría, si acaso aquello la lastimaría más. Seguí la dirección de su mirada, notando que miraba fijamente la placa del establo de ¿Catoki? ¿Dónde estaba él? La muchacha lloró a raudales, lo que me dio una idea más o menos clara de lo que estaba pasando. Había muerto. Pero, ¿cómo? ¿Dónde? Bueno, podía darme una idea de dónde, puesto que antes de la acampada él y Yaiza habían estado entrenando numerosas veces, los había visto. Pero ahora...

Levante mi mirada de la placa y fije mis llorosos ojos en los de Layla.
-Hola... -dije con una voz quebradiza mientras mi limpiaba la cara con la manga de mi jersey.
No fui capaz de entrelazar mas palabras y me quede callada mirando a Layla, intentando contener mis lágrimas para mostrarle una sonrisa.

La vi haciendo un enorme esfuerzo para no llorar, luchando con ella misma. No iba a decirle nada, las palabras sobraban, y tampoco quería azuzar el dolor que ya sentía por la pérdida de aquel gran caballo. —Fue un buen chico— susurré con cierto pesar mientras me acercaba para abrazarla con ánimos de consolarla y acompañarla en su sufrir. Si le decía que todo estaba bien sería una soberana mentira, al menos para ella por lo que no dije nada más.

Me abracé fuerte a ella. Mis brazos temblaban un poco y había cerrado fuertemente mis ojos, mientras pequeñas lágrimas corrían una a una. - Gracias... -susurré por lo bajo.
La calidad presencia de Layla era capaz de tranquilizar mi pena. Aunque seguía sintiendo un fuerte dolor en mi pecho, que casi no me dejaba respirar, me reconfortaba tenerla a mi lado.

-No hay de qué- susurré, no hacía falta hablar en un tono más fuerte o notorio que aquel. Sabía que la chica simplemente necesitaba algo de consuelo, y no me molestaba en lo absoluto el ser literalmente su hombro para llorar. Le dediqué una sonrisa que, a pesar de no ser completamente real puesto que también me había afectado por lo menos algo el enterarme de la muerte de aquel dichoso semental, era sincera y con intenciones de animarla.