Luego de andar de aquí para allá, pensando a dónde iríamos y que fuera algo sencillo para empezar, decidimos ir al prado norte. Aunque, sencillo... Eso era mentira, era un lugar hermoso y extenso, cubierto de lavandas, que cubrían con su fragancia todo el lugar. Todo iluminado por los cálidos y dorados rayos del sol. Y los árboles, daban la sombra perfecta para que pudieramos descansar sin problema alguno. Entramos y me dirigí directamente al árbol que más sombra daba. Me senté y luego apoyé suave y lentamente mi espalda sobre el grueso tronco del árbol.
Dirigí distraída mi mirada hacia Eric, y luego la desvié cuando él me miró.
-¿Algo de mí dices?- Pregunté divertida. -Pues... Por dónde empezar- Dije soltando una pequeña risita.
-Para empezar… Mi nombre, ya lo sabes, Ada Bezarius… Tengo un hermano mayor de 25 años, Oz Bezarius, y mi madre, Celia. Si les soy sincera, vivo en una casa pequeña y ciertamente mi familia tiene problemas económicos… Ya que mi padre abandonó a mi madre cuando ella estaba embarazada de mí, dejando grandes deudas de dinero. Mi hermano mayor trabajaba todo el día, para pagar esas deudas, y yo tenía que agarrar trabajos de medio tiempo para pagar el hospital de mi madre, porque tiene una enfermedad algo grave.
Hice una pausa y proseguí.
-Quería estudiar en cierta universidad prestigiosa y comencé a ir a esta universidad, sin embargo, era realmente complicado ir a la universidad… Bueno ya saben, el hospital, las deudas… En fin… El dinero no alcanzaba, además de que había otros gastos, tales como el auto, la casa, cuidados generales. Entonces, en pocas palabras, tuve que dejar de ir a esa universidad –Tragué un poco de saliva luego de una pausa y continué; -. También quería ir a clases de equitación, que estaban cerca de mi casa, pero no teníamos suficiente dinero. Finalmente encontré esta hípica, el dinero me alcanzaba así que… Aproveché la oportunidad de venir a aquí. Ya saben, es todo o nada. – Solté una risita ante esa frase. -.Dejé el dinero del hospital de mi madre a mi hermano y él me dijo que le darían más dinero, por lo que le agradecí y vine aquí.
Estiré mi espalda y luego los brazos y me acosté en el pasto verde y fresco con el aroma de las lavandas y los rayos del sol acariciándome. –Bueno, eso es todo… ¿Qué me dices de ti, Eric?- Pregunté divertida, con el exacto brillo de la curiosidad brillando en mis ojos verde esmeralda.