Al llegar al prado salté la valla sin dificultad alguna, observando que la pradera en cuestión se había poblado de equinos en cuestión de pocas horas. Bien, al menos daba por seguro que Talou tenía compañía de sobra. En cuanto lo localicé traté de encontrar a Sea con la mirada, sin embargo no estaba allí. Hum, bueno, seguramente alguno de los mozos se habría encargado de moverlo un poco, pero no había razones para pensar nada malo. Era un caballo inteligente y se sabía cuidar de sobra. Silbé, llamando al semental y dedicándole una sonrisita, acercándome también unos pocos pasos. -Hola, campeón- lo saludé, dedicándole aquellas palabras con un tono animado bien característico de mí. Le di unas palmaditas en el cuello, para luego acariciar su frente con suavidad. -¿Estás aburrido, o encontraste algo con lo cual entretenerte?- le pregunté, a sabiendas de que me sabría comunicar una respuesta. De eso dependería lo que haríamos, en parte, ya que si estaba a gusto y prefería quedarse en aquél prado sus deseos serían órdenes para mí. En el caso contrario, en el cual decidiese que tenía ganas de hacer cualquier otra cosa, ya era obvia mi reacción. Aquél semental era más de lo que había pretendido encontrar en un principio, más de lo que había esperado e imaginado. Era difícil saber que efectivamente era mío, pero aquello me alegraba mucho, muchísimo. Peiné sus crines con mis dedos, con suavidad, disfrutando de la textura suave y sedosa de estas. Se notaba que antes de que lo comprase había tenido unos cuidados extraordinarios de parte de los mozos del club, pues se el notaba en plena condición física, sin mencionar que estaba con el peso justo y que su pelaje brillaba de forma inigualable.