Boxes del establo

- Muy probable -aseguré, asintiendo y caminando hacia afuera de los establos. Era la mejor opción, sólo esperaba que también fuese la correcta. Miré hacia atrás levemente, como asegurándome que Kevin estuviese allí aún. Le sonreí, agradecida de que me ayudara a buscar a los caballos.

Suspiré como con resignación y seguí a Nahiara hasta la salida de los boxes. A pie. Teníamos que ir a pie. Después de todo no quedaban muchas opciones para ir, siendo un lugar dentro de la hípica...pero sin caballos. Una hípica sin caballos sonaba bastante divertido desde un punto ciertamente macabro, pero nada más. El resto de definiciones para la frase "hípica sin caballos" eran feas. Intenté no pensar en ellas y me enfoqué en seguir a Nahi. -Tú conoces mejor la hípica. Guíame- pedí con una sonrisa traviesa.

Intenté recordar el camino a la playa, lo cual no fue tarea difícil, por suerte. Voltié la cabeza al oír a Kev; le sonreí y le guiñé un ojo, con toda la confianza.
- Sígeme, entonces -dije en tono imponente, luego reí y miré la nieve con los ojos brillando. Nunca tuve mucha oportunidad de estar en la nieve- espero llegar antes de caer exsaustos -bromeé y nos dirigimos hacia la playa, yo iba sosteniendo mis esperanzas sobre mi puño, cerrado con fuerza sobre mi pecho.

Desperté de un profundo sueño. Todo estaba en silencio. Muchos boxes vacíos. Sólo la conversación que mantenían los dos humanos era motivo como para pensar que en los establos había vida. Me lenvanté y me sacudí, eliminando algún que otro resto de suciedad o paja del suelo. Observé a través de los barrotes de hierro de mi cuadra a Dajah, que continuaba dormida profundamente. Esbocé una sonrisa torcida y desvié mi mirada hacia los dos jóvenes que parecían marcharse a otro lado. Di un par de pasos hacia la puerta de mi box y justo en el momento en el que saqué mi cabeza para observar lo que allí ocurría, un mozo pasó y se quedó observándome. Bufé y me volví, colocandome al fondo del box mientras el mozo seguía observándome. Eché mis orejas haci atrás, viendo cómo el mozo se acercaba, esbozando una sonrisa y dejaba sobre la puerta de mi bos una manzana de intensos tonos rojizos. Acto seguido, éste se marchó y desapareció de allí. Me acerqué con curiosidad hacia la puerta, olisqueando la sabrosa manzana. En aquel momento, no tenía apenas hambre, así que la dejé allí. Volví a mirar hacia Dajah, viendo que su comedero estaba totalmente vacío. Miré una y otra vez a la manzana y a Dajah, sonriendo. -Eh, Dajah,-susurré, asegurándome que me oyera. Cuando Dajah abrió los ojos y me miró, sonreí. -Toma.-añadí, cogiendo la manzana con mis dientes y dejándola entre los barrotes que separaban mi box y el de Dajah. Empujé con mi morro la manzana, dejándola caer en el suelo de la cuadra de Dajah. -Tuya.-dije, sonriendo.

Después de una larga noche de descanso me desperté a causa de la dulce voz de Sadik.
Lo cierto es que no me molestaba para nada que me despertara el por la mañana. De hecho... tampoco tenía suficientes razones para permanecer allí tumbada y medio grogui.
Bufé de una forma graciosa. Elevé la mirada hasta poder contemplar a Sadik tras los barrotes que separaban su box del mío.
- Buenos días - Saludé de una forma inocente y adormilada cuando me llamó. Dirigí la mirada hacia donde él lo hizo. Mi comedero estaba completamente vacío... y al parecer, el disponía de una reluciente manzana.
- No puedo aceptarla... es tuya - Me quejé de una forma inocente. En ese instante mis tripas rugieron levemente. Sabía que el insistiría en que la tomara así que... - Eres demasiado amable - Comenté con una dulce sonrisa mientras tomaba de una forma ingeniosa la manzana, y a la vez me levantaba. Me sacudí y me acerqué hasta los barrotes.
Acaricié el morro de Sadik (que posaba su morro en la base de éstos) de una forma dulce.

Reí y volví a mirar su dulce mirada. -Ahora esa manzana es tuya.-insistí, mirando cómo ésta se encontraba ya en el suelo del box de Dajah. -¿Demasiado amable?-reí, bromista. -Toda amabilidad es poca para demostrar cuánto te quiero.-dije, esbozando una de aquellas sonrisas estúpidas e imposibles de ocultar que siempre aparecían cuando estaba junto a ella, junto a Dajah. Reí levemente al notar su morro acariciar el mío, moviendo mi cola de un lado a otro, juguetón, sintiendo su cómo su respiración se mezclaba con la mía. Lizzie había hecho bien al habernos colocado en dos boxes juntos, no me imaginaba estar allí encerrado sin ella cerca. Probablemente, ya hubiera roto la puerta y escapado de aquellas paredes y barrotes si no fuese porque ella estaba ahí, a mi lado.

Reí de una forma encantadora pero estúpida, incapaz de responder algo coherente. Bufé con entusiasmo.
- Me pones en un aprieto - Bromeé - Me gustaría devolverte el acto de amabilidad - Comenté con una sonrisa dulce - Pero no tengo demasiado que ofrecerte - Me quejé mientras me enfurruñaba de forma inocente.
Relinché por lo bajo mientras esperaba su respuesta. Tenía la boca un poco seca, así que me dirigí rápidamente, sin dejar de prestarle atención, hacia el bebedero. Tomé un poco de agua y volví junto a él.
Reí por lo bajo mientras lo miraba a los ojos.

Sonreí al escuchar sus palabras, negando levemente con la cabeza. -¿Bromeas?-reí, bromista. -Tú me lo das todo con sólo respirar, Dajah.-Expliqué, esbozando una sonrisa torcida, perdido en sus brillantes, expresivos y oscuros ojos. Esperé su respuesta, sin duda alguna de que pudiese reírse o incluso poner en duda mis palabras, a pesar de que eran totalmente sinceras. Y no lo ponía en duda. No veía ni un solo día más de mi vida sin tenerla a mi lado, sin oír su voz, sin sentir su cariño y darle yo el mío. No. Ni siquiera me imaginaba unas horas sin ella. Parecía una locura, una locura para aquél que no ha sentido ni siente lo que yo sentía por Dajah en aquellos momentos. Lo que siempre sentiré, pasase lo que pasase, hasta el final. Le di un suave toque con mi morro en su cuello, pude gracias a la separación de los barrotes, que era la medida justa para que pudiese pasar mi morro entre ellos sin problema alguno. Reí y miré hacia el exterior de mi box, paseando mi mirada por cada cuadra, la mayoría vacía, aunque en alguna se encontraba algún que otro caballo, probablemente aburrido y cansado de estar allí, sin hacer nada. Sin que nadi le haga caso alguno. Sin un amigo a su lado que le alegre los minutos y horas, haciendo que éstos pasen más rápido.

Esbocé la mejor de mis sonrisas al escucharle recitar aquello; una sonrisa dulce, simpática, cariñosa y amable.
Al oír sus palabras una satisfacción me recorría el cuerpo entero. Ser querido era una sensación estupenda, al igual que querer a alguien. No me imaginaba el resto de mi vida a no ser que en ella apareciera Sadik.
Nos imaginaba a los dos juntos, en un prado... rodeados por un par de potrillos que correteaban a nuestro alrededor con simpatía y gracia. Esbocé una sonrisa. Ese parecía un pensamiento muy clásico... y lo más probable... era que para ello faltara todavía un poco.
Yo tenía las ideas claras ; daría mi vida por Sadik y lo iba a querer por el resto de mi existencia. Ahora él era lo más importante para mi. Nada lo superaría. Me acerqué hasta los barrotes, respondiendo con una suave caricia en su morro. Esbocé una sonrisa y miré con verdadera tranquilidad hacia la puerta de los establos. Bufé suavemente. Jinetes y amazonas entraban y salían junto a sus compañeros los equinos. Paseé la mirada entre Sadik y la puerta.
En otras circunstancias hubiera necesitado salir de allí en ese mismo instante... pero en ese momento no me hacía falta. Me encontraba junto a Sadik, y eso me bastaba.

Sonreí estúpidamente, para variar, y aparté mi morro de los barrotes, observando de esta forma mejor a Dajah, que miraba ahora hacia el exterior del box. ¿Una vida sin ella? No. No era vida. No sería nada. Ella iluminaba mis días, me daba vida, me hacía feliz. No había malos momentos junto a ella. Todo a su alrededor tenía un color diferente, mágico, alegre. La recordé en el prado, trotando y galopando, con la libertad dibujada en su mirada. Con sus movimientos majestuosos, perfectos, inimitables. Parecía un sueño. Un sueño hecho realidad y que esperaba que durase mucho más. Que durase para siempre. Me limité a sonreir, sin poder decir nada. No sabía qué decir. Observé el movimiento de los boxes, asomándome por la puerta del box. Miré hacia la entrada a los establos, se veía la claridad que brindaban los rayos de sol. Una claridad y calidez semejante a la que le daba Dajah a mi vida.

Llegué con Winter a los boxes. Busqué la placa con su nombre, que indicaba cuál era su cuadra. Al encontrarla, caminé hacia la puerta, abriéndola y entrando, dejando entrar también a Winter. Le quité el ramal y fui a por comida para llenar su comedero. Tras llenarlo, busqué entre mis bolsillos alguna golosina, encontrando algunos terrones de azúcar. Saqué uno y se lo ofrecí, extendiendo mi brazo y abriendo la palma de mi mano, dejando al descubierto el dulce terrón. -Toma, te lo mereces.-le dije, sonriendo. Cuando Winter se lo comió, le proporcioné algunas caricias y salí de su box, despacio, observando los demás boxes, en su mayoría, vacíos. Clavé mi mirada en los de Totilas y Marismeño. Los extrañaba muchísimo. ¿Dónde estaban? No lo sabía. Cogí entre mis manos las dos placas, mirándolas, pensando dónde podrían estar, tanto ellos, como los demás caballos desaparecidos.

Ya había olvidado la última vez que había pisado aquellos establos. Mi padre me había estado insistiendo últimamente para que me pasase más seguido, sin embargo el club quedaba lejos de casa y pocas ganas tenía de levantarme de la cama. Vago, sí, sin lugar a dudas. Al menos había zafado de la metedura de pata que conllevaría haber seguido siendo dueño de Alba. Claro que me había encariñado con ella pese al poco tiempo que llevábamos juntos, pero el seguir siendo su dueño sin siquiera aparecer por ahí suponía un acto demasiado egoísta como para poder vivir con ello. Y afortunadamente para ella, me enteré de que había conseguido un dueño casi enseguida, cosa que no me sorprendía ni en lo más absoluto. En cuanto crucé el umbral de la puerta me sorprendió ver tan pocos caballos allí dentro. Vale, sí, las veces que había ido algunos boxes estaban vacíos, cosa entendible: ¿pero tantos a la misma vez? Fruncí el ceño, lanzando una mirada cargada de confusión a uno de los mozos que estaba allí. Él se limitó a encogerse de hombros y seguir con su trabajo. Continué avanzando, observando a los pocos caballos que seguían en sus boxes. Tampoco había demasiadas personas allí, al menos no conocidas. Sólo llegué a vislumbrar a una chica que sí conocía. Anita. Sonreí con visible entusiasmo por volver a verla después de tanto tiempo sin tener novedades de su existencia. Cavilé en mi mente las opciones: acercarme y saludar como si nunca me hubiese ido o pasar de ella olímpicamente y hacer de cuenta que no existía. ¿Ana? ¿Quién? Disculpa, no te conozco. Solté una risa ante la simple idea y comencé a avanzar hacia ella, colocándome justamente detrás. -Hola Ana- le saludé, observando que tenía en su mano dos placas con el nombre de dos caballos. -¿Qué? ¿También desaparecieron?- pregunté, medio en broma, medio enserio, esperando que no fuese así.

Llegamos al fin al establo, me sorprendí al notar que no habían demasiados caballos, el establo parecía viejo y sin vida, pegué unas zancadas para caminar entre algunas maderas rotas y entré a mi box, comí todo los dulces que me dió Anita y apoyé mi cabeza en la puerta del Box, intentando entender algo sobre lo que hablaba Anita con otro chico, seguramente era por este suceso tan raro de los caballos.

Con la punta de mi casco empecé a razgar la puerta del box, pese a no conocer a muchos de los caballos estaba preocupado por si algún caballo salía lastimado de donde fuera que estén.

Una voz conocida me sacó de mis pensamientos. Traté de visualizar en mi mente la imagen del propietario de aquella voz. No fue muy difícil. Hacía mucho que no escuchaba su voz. La voz de Jacob. Me giré, buscando con la mirada su rostro, esbozando una sonrisa. -¡Jake! ¡Cuánto tiempo!-saludé, alegrándome de volver a verle tras tanto tiempo sin saber nada de él. Tras escuchar su pregunta, desvié mi mirada hacia las dos placas, suspirando. -Sí. No están aquí. Les echo de menos.-respondí, mirando hacia el exterior de los establos. -Bueno, ¿cómo estás? Hace mucho que no sé nada sobre tí.- añadí, clavando mi mirada en sus oscuros y brillantes ojos, esbozando una sonrisa, cambiando de tema un poco.

Solté una carcajada al reconocer el tono de voz animado de Ana. Ella siempre lograba destilar felicidad por los poros hasta en las situaciones más difíciles, como ahora. Sus caballos no estaban y ella, aún así, lograba recibirme de buena manera después de tanto tiempo. Le sonreí y me apoyé en uno de los boxes, dedicándole una sonrisa torcida. -Bien... Estoy bien. ¿Tú, como estás?- le pregunté, tratando de dispersar la conversación, de modo que olvidase al menos un poco el tema de la desaparición de sus caballos. Sí, era raro. Demasiado raro a decir verdad. ¿En qué clase de lugar todos los caballos se iban de la nada? Aquí, nada más. -¿Alguna novedad por aquí, además de lo de los caballos?- le pregunté, cruzándome de brazos, sin dejar que la sonrisa desapareciera de mi rostro.

Sonreí nuevamente, escuchando atenta todo lo que me preguntaba Jacob para después responderlo todo.
-Bien, estoy bien, como siempre.-respondí, dejando las dos placas cada una en su lugar, dejándome caer levemente en uno de los boxes. De vez en cuando, las imágenes de Maris y Toti paseaban por mi mente, con la misma duda; ¿Dónde estaban? Era algo extraño. No quise darle más vueltas y me limité a buscar la respuesta la pregunta de Jacob. -No, no ha ocurrido nada novedoso, a parte de la desaparición de los caballos.-me encogí de hombros, sin nada más que decir. -¿Te apetece ir a algún sitio?-pregunté, sonriendo. -Aunque tendremos que ir a pie, no hay apenas ningún caballo...-bromee, riendo por lo bajo.

-Vamos- le contesté en cuanto ella sugirió ir a algún lado. Necesitaba despejarme un poco de la monotonía aplastante de mi casa. En parte era mi culpa por no haberme pasado más seguido por el club, pero tampoco me lo reprochaba. Ya de nada serviría. En cuanto escuché lo último que dijo me reí, asintiendo con la cabeza. -Bueno, puedes ir encima de mí si no te apetece ir caminando. Creo que no me costará levantarte- bromee, aunque sabía que podría llevarla encima sin problema alguno. Era demasiado liviana y comparada con lo robusto que yo era, quedábamos como una pareja bastante dispareja. -¿Adónde vamos?- le pregunté, antes de comenzar a caminar hacia la salida de los boxes. Seguía sin conocer demasiados lugares de la hípica, pero aún así conocía lo básico. Pese a ello prefería dejarme guiar por Anita, que ella decidiese adónde ir. Cualquier lugar de allí estaría bien, pues era uno más bonito que el otro, afortunadamente.

Sonreí y di un paso al frente, colocándome cerca de Jake. Al escuchar su sugerencia no pude evitar soltar una carcajada. -Creo que será mejor que vaya a pié..Aunque tampoco yo dudo que puedas levantarme. No dudo de tu fuerza.-bromee, entre risas, sin poderme imaginar a Jacob cargando conmigo como si fuese un caballo. No podía imaginarlo sin reír antes. -mmm..¿Te apetece ir a algún parque?-pregunté, esbozando una dulce sonrisa. Esperé una respuesta de Jake, a la vez que comenzaba a dar los primeros pasos hacia el exterior de los establos.

-Bueno, como prefieras, tú te lo pierdes- advertí, riéndome luego. Escuché su sugerencia, asintiendo con la cabeza. -Vamos, entonces- estiré mi mano para que ella pasase delante y luego fui yo detrás, poniéndome a su lado en cuestión de segundos. Tenía muchas ganas de salir con ella, a ver si lograba contagiarme aquél entusiasmo tan natural y su alegría característica. Me entusiasmaba además el hecho e conocer mejor la ciudad, ya que últimamente no me había preocupado por reconocer los lugares ni las mejores rutas para ir a cualquier lugar. Salía de casa lo indispensable y necesario, sencillamente, para ir a casa de algún amigo o hacer algún trabajo para mi padre.

Me desperté y decidí levantarme.Esta vez si,lo iba a conseguir.Cerré los ojos y con mucho cuidado me fui levantando.Al principio cuide de no dejar peso en la pata mala,para no forzar en el primer momento,después,poco a poco,fui apoyándola hasta conseguir andar uno o dos pasos por la cuadra."Echo" Pensé contento.Intenté controlar mi euforia y no ponerme a saltar de alegría,ya que eso podría no ser muy bueno.Saqué la cabeza fuera del box y me encontré con que la mayoría de las cuadras estaban vacias.Apenas había un caballo o dos en la hípica al parecer.Me aburría,así que intenté abrir la puerta de mi box.Lo intenté varias veces hasta que al final lo conseguí.Era libre para hacer lo que quisiera.Decidí ir a inspeccionar lo terrenos de la hípica ya que aparte del bosque y las pistas no conocía mucho más.Salí de los establos intentando que no me viera nadie,ya que eso pondría fin,seguramente,a mi excursión.Tuve suerte,no parecía haber mucha actividad hoy,así que dándome un poco de prisa me alejé de los establos tomando el camino a la playa.

Me recoste en mi box, sobre el lecho suave, tranquilo, muy tranquilo. Por alguna razon estaba muy cansado, hasta el punto de fatigarme. Cerre los ojos y espere.

Entré en los boxes casi a rastras,con Azhara encima.Mi box estaba más cerca y sin pensarlo la metí dentro.La apoyé con suavidad en el suelo.Salí del box casi al galope y me puse a relinchar y a hacer ruido.Necesitaba que se acercase alguien,cualquiera,o todo el esfuerzo de Azhara habría sido en vano.Me metí en la cuadra,relinchando todavía y me tumbé al lado de ella,lamiéndole la sangre que le manchaba el hermoso pelaje negro.Nadie se acercaba y cada vez estaba más nervioso y asustado.¿Como era posible que no hubiese nadie por allí?Relinché más fuerte.Un relincho largo,fue más un grito de dolor,sufrimiento,angustia,,impotencia al ver que esa yegua que te ha echo feliz con solo unas horas en tu vida se muere,sin poder hacer nada para remediarlo.Apoyé mi cabeza en su cuello,en una de las pocas partes en las que las heridas no estropeaban su piel y le susurré al oído,suave y melancólicamente-Por favor,Azhara,no te mueras,o me muero yo detrás tuya,aguanta,tu puedes,eres fuerte,lo lograrás-.Levanté la cabeza y volví a relinchar.Alguien me tenía que oír.

Entré abrí un poco los ojos y mire a Folher.
-Folher .... - susurre por lo bajo , con una voz débil seguida de una fuerte tós.
Respiraba lentamente, y cada vez que tomaba una bocanada de aire el dolor inundaba mi pecho. Rezaba que alguien estuviera por allí. Temía que la pérdida de sangre me dejará inconsciente definitivamente y ya no despertar. No poder conocer mas a aquel caballo, que amablemente me mostró su sonrisa. Aquel caballo que estaba deseosa de conocer. Y en lo más profundo de mi corazón sentía que no podía acabar así. Que este no era mi destino, y luchaba con todas mis fuerzas por mantener la conciencia.

Abrí muy fuerte los ojos-Az..Azhara-Susurré-No hables,solo mantente despierta,es lo importante-Dije acariciandola dulcemente con el morro.Me levanté lentamente y volví a salir al pasillo.Nada.Estaba desierto.Era imposible.Parecía no haber nadie en toda la hípica.No puede ser.Hoy no Me dije a mi mismo.Con todas la veces que había maldecido el corriente sonar de las voces humanas y los ruidos provocados por los caballos,ahora que deseaba que pasase una única persona por allí,los establos estaban vacíos.Relinché.Pateé.Hice ruido con mis cascos en el suelo.Pero nada.Nada de eso hacía que en aquel lugar apareciese alguien.

Realmente me aburría, no había nada que hacer. Carol ya no estaba, era probable que jamás la volviese a ver y eso me entristesia muchisimo. Esperaba conseguir un dueño o dueña tan bueno como ella más adelante, por suerte los mozos de cuadra me limpiaban y me daban alimento y agua, lástima que se les pasaba un poco por alto el tema de sacarme a estirar las patas, cosa que necesitaba mucho, pero no era algo grave porque sabia como salir de aquel lugar. Eso hizo luego de un rato y me fui a andar por ahi.