Prado Sur

Saqué el ramal de la mochila y se lo puse. Volví a coger la mochila y me la puse en la espalda.
-Vamos!-dije sonriendo, contenta

Salimos de el prado y nos dirigimos a los boxes . Yo la seguí contento .

Apenas llegamos le solté las riendas, dándole libertad suficiente para que hiciera lo que quisiera. Luego le di un toque con los talones, pidiéndole prácticamente que galopara. Me sujeté con las piernas a pesar de que no era necesario, pero al no saber que tan brusco podía reaccionar después de unos días sin ir al prado a estirar las patas, era mejor prevenir.

Casi salté al impulsarme con mis patas para salir al galope, haciendo que la tierra bajo mis cascos saltara descontrolada y el viento alborotara mis crines. Galope tendido, rápido, pero tranquilo de algún modo, suave, ligero, dejando que el ritmo de la brisa me llevara, con mis patas apenas rozando el suelo.

Extendí mis brazos dejándolos en forma de cruz, sintiendo como el viento daba de lleno en mi cara, cerré los ojos y una sonrisa instantánea se formó, curvando mis labios. Suspiré, inhalando aquél aire totalmente puro que sólo un lugar como aquél podía brindar. Volví a sujetar las riendas, observando como el viento hacía que las crines de Pampa volaran armoniosamente.

Aumenté ligeramente la velocidad, sintiendo que podía volar, que mis patas no tocaban el suelo ya. Relicnhé fuerte y alegremente.

Lo dejé que galopara un poco más para liberar un tanto de aquella energía que seguro tenía retenida. Luego, fui pidiéndole que disminuyera la velocidad lentamente, pasando a un galope corto. —Apuesto a que te falta mucho aún por cansarte—dije, riéndome.

Relinché, afirmando su comentario y disminuyendo el ritmo, hasta el galope corto, pero cómodo para andar.

Llegué a lomos de Afri al prado sur, inhalando el suave aroma, el aire fresco y puro y el ambiente sumamente agradable que sólo podría estar ahí. Ensanché mi sonrisa y me sujeté aún más sobre su lomo, a la vez que le pedía galope y lo conducía a un par de troncos por ahí. Ya eran varias las ocasiones en que saltaba así: a pelo sobre Afri, en la naturaleza pura y con troncos puestos ahí por lluvias y torrentes años atrás.
Lo acaricié, nos acercamos a los troncos y comenzó a saltarlos de a uno en uno. Mi cabello subía y bajaba en los saltos pues lo traía totalmente suelto, yendo bien sujeta a su cuello pero disfrutando al máximo de aquello.

Fui con total naturalidad, ni como en una práctica o un concurso, sino como si estuvuese libre... libre de verdad, considerando siempre en tener cuidado sabiendo que Layla estaba sobre mi lomo. Cada salto era espacial y único, cada galope se sentía exquisito, con el viento bailando a la par de cada zancada, enloqueciendo mis crines, alborotando mi cola y haciendome sentir como nuevo.

Dirigí a Pampa hacia el lago para dejarlo tomar un poco de agua. A mis espaldas me pareció observar una silueta, otro caballo.
Por esa misma razón me voltee con curiosidad y mi semblante adoptó un aire algo incrédulo. Layla y Afri, como ella solía decirle de forma cariñosa se encontraban allí, unos cuantos metros detrás de nosotros. Observé como aquél caballo saltaba con tal facilidad los troncos y como el cabello de Layla bailaba gracias a el viento, dándole un aire tan angelical que asombraba verlo.

Bebí agua, tranquilo, sereno. Miré hacia donde Ethan dirigía su mirada y reí para mis adentros ante su expresión.

Subí y bajé de su lomo al compás de su salto, agitando mi cabello hasta dejarlo hecho una maraña después; pero poco me importó al haberme divertido tanto. Bajé de su lomo de un salto ágil, con una gran sonrisa. Le retiré el cabezal para que pudiera pastar, y dispuesta a sentarme por ahí vi a Ethan. Mi corazón dio un vuelco al posar mi mirada sobre la suya, por lo que tuve que desviar la vista.
-Hola Ethan-me acerqué corriendo a abrazarlo, pues por más que intenté contenerme quería estar con él, a su lado.

Refunfuñé al ver a Ethan y solté un relincho a modo de quejido, quedándome algo cerca, pastanando.

En cuanto percibí que Layla me había visto y se acercaba, desmonté, sosteniendo las riendas de Pampa aún. En cuanto la tuve lo suficientemente cerca la abracé, sonriente. —¿Cómo estás? ¿Qué tal te fue en el concurso?

-A mí bien. Bueno, Afri lo hizo genial-le dediqué una sonrisa al caballo negro como el ébano, que nos miraba fijamente a una distancia cercana. Reí ante aquello.-¿Y a tí? ¿Cómo te fue con Sombra y Pampa?-

—Muy bien. No sé si fue suficiente como para ganar, pero sé que lo hicieron genial y nos divertimos mucho—sonreí, observando a Afri y riendo al ver su expresión. —De verdad, ese caballo me odia.

-Odiarte es imposible-admití, ruborizándome de repente. Sentía mi corazón como si latiera con fuerza en mis oídos, nerviosa, por lo que tuve que inhalar profundo para poder controlarme y tomar el control sobre mis nervios.-Simplemente, no termina de acostumbrarse a que pase la mayoría de mi tiempo contigo-expliqué, con aquella sonrisa algo tímida pero alegre dibujándose en mi rostro.

Volví a resoplar, algo desafiante. Claro que no lo odiaba... creo. Si era así, no sería demasiado. Al final me heché el la hierva a descanzar, de a ratos dirigía mi mirada de Layla a Ethan, fulminándo a este último.

Al oír sus palabras no pudo evitar que una torpe risa aflorara de sus labios. ¿Era imposible? Lo dudaba, podría rebatir eso, mostrarle mil personas que de verdad estarían mejor sin la presencia de el rubio. ―Créeme, es posible. Mucho ―aseguró, asintiendo con la cabeza mientras desviaba un tanto la mirada. ―Lo entiendo. A mí tampoco me agrada tener que compartirte, ni siquiera con él ― dijo, bromeando ― Pero creo que tengo que acostumbrarme.

-Bueno, es difícil para mí-especifiqué, mirándolo directo a los ojos. Mi mente se volvió torpe a causa de aquello, pero ignoré por completo aquel detalle.
Alcé una ceja al escuchar sus palabras. ¿Compartirme? Reí para mis adentros ante aquello, sin expresarlo con gestos y acciones concretos.
-Pero ahora estoy aquí, no te quejes-sonreí, inclinando mi cabeza y colocándola con suavidad en el hueco entre su hombro y su cuello.

―No lo hago ―respondió, pasando las manos por la cintura de la chica y observándola con ternura, sintiéndose realmente débil al lado de ella. No podía creer que en poco tiempo hubiera tomado tal control sobre él sus acciones y sentimientos. Como si se tratas de un títere y ella fuera la titiritera. ―Y no voy a dejar que te vayas ―anunció con seguridad y firmeza.

Sonreí ante aquello, cerrando los ojos para disfrutar de aquel momento cuanto podía. Amaba estar a su lado, con él, sintiéndome sumamente cómoda y protegida por alguna u otra razón, sin ponerme a cuestionar mucho aquellos sentimientos. Simplemente, le quería con locura y no haría nada para evitar aquello.
-Te quiero-susurré, girando mi cabeza para encontrarme directo con sus ojos. Me perdí en la profundidad de aquellos, con lo cual mi corazón corrió como caballo desbocado. Cerré mis ojos para evitar aquello y estampé sus labios con los míos con dulzura.

De repente, una delicada voz -que conocía demasiado- surcó el aire y aterrizó en su oído. Él se limitó a sonreír al escuchar tales palabras y con su mano levantar la cabeza de la chica, mirándole directo a los ojos. —No más de lo que yo a ti —masculló en un susurro, acercándose un tanto a ella y besando sus labios, aquellos labios que después de un tiempo ya conocía y que tanto lo habían hipnotizado.
Aquellos labios de los que prácticamente se había vuelto adicto.

Me giré por completo, quedando frente a él. Coloqué mis brazos alrededor de su cuello, abrazándolo de alguna u otra manera.
-Ah, ¿sí?-susurré en voz sólo audible para nosotros al estar tan cerca el uno del otro; lo cual no me incomodaba en lo absoluto. Al contrario. Me sentía extrañamente alegre y feliz de tenerlo ahí, mi corazón latiendo del mismo modo violento, golpeando con fuerza mi pecho.