No podía digerirlo, simplemente no podía. Ella se había ido, había desaparecido por siempre. Por lo menos me quedaban en la memoria los momentos gratos y agradables que había pasado a su lado, pero pese a que intentaba concentrarme en los ratos alegres siempre venía corriendo a mi mente el momento en que la vi por última vez, los dos tan alegres y al regresar a mi box...las peores y más negras noticias que podría haber recibido en toda mi vida.
Resoplé, tenía que sacarla de mi mente de alguna manera, olvidarme de ella fuera como fuera. Me resultaría bastante difícil, lo sabía, pero el tiempo curaba las heridas o al menos eso era lo que decía. Sentía mi mente nublada por completo, bloqueada; me sentía ofuscado y atrapado en un pozo sin fondo del que quizá jamás saldría pese a que lo intentara con todas mis fuerzas.
Con ánimos de distraerme comencé a corretear por todos los alrededores, como si quisiera que el aire fresco y limpio inundara mi mente en vez de aquella sensación atroz que me iba despedazando por dentro. No controlaba mis patas, iba a todo dar sin fijarme bien qué pisaba o en dónde andaba. Si me picaba una serpiente venenosa ahí mismo, poco me importaba en realidad. Sólo me enfoqué de nuevo cuando percibí el olor de un equino como yo, y al acercarme y notar la ligereza en sus pasos pude deducir que era una yegua, una yegua de sangre fina y de poco peso, probablemente de una raza muy parecida a la mía.
Resoplé, tenía que sacarla de mi mente de alguna manera, olvidarme de ella fuera como fuera. Me resultaría bastante difícil, lo sabía, pero el tiempo curaba las heridas o al menos eso era lo que decía. Sentía mi mente nublada por completo, bloqueada; me sentía ofuscado y atrapado en un pozo sin fondo del que quizá jamás saldría pese a que lo intentara con todas mis fuerzas.
Con ánimos de distraerme comencé a corretear por todos los alrededores, como si quisiera que el aire fresco y limpio inundara mi mente en vez de aquella sensación atroz que me iba despedazando por dentro. No controlaba mis patas, iba a todo dar sin fijarme bien qué pisaba o en dónde andaba. Si me picaba una serpiente venenosa ahí mismo, poco me importaba en realidad. Sólo me enfoqué de nuevo cuando percibí el olor de un equino como yo, y al acercarme y notar la ligereza en sus pasos pude deducir que era una yegua, una yegua de sangre fina y de poco peso, probablemente de una raza muy parecida a la mía.