Rápidamente, unos enormes nubarrones de tonos grisáceos fueron inundando todo el cielo, cambiando los rayos del sol y el azul del cielo por una gran gama de colores grisáceos y negruzcos. A continuación, comenzaron a descender lentamente unos algodonosos y diminutos copos de nieve. No lo podía creer. Estaba nevando. Era la primera vez que veía nevar por lo que estaba totalmente perpleja. Rápidamente, el prado abandonó sus tonos verdosos para volverse de un color totalmente de un color blanco tan puro que incluso deslumbraba. Arqueé mi cuello para olisquear los diminutos copos de nieve que caían con tal lentitud que parecían no querer llegar al suelo. Volví mi cuello y miré mi oscuro lomo. Miles de copos de nieve se habían posado sobre mí, tapando mi intenso pelaje negro. Me sacudí y miré a Ginger y a Maris, también completamente llenos de nieve. Me acerqué a Ginger y con mi morro empujé toda la nieve que se había quedado sobre su pequeño lomo.
Escuché el sonido de los cascos de un caballo detrás de nosotros por lo que levanté mi cuello y volví mis orejas hacia aquel sonido. Vi a una yegua, probablemente de mi misma raza debido a su morfología pero con una capa muy inusual. No me sonaba haberla visto en los boxes por lo que pensé que podía ser nueva o que, simplemente, no habíamos coincidido nunca en el club.
Noté que no se había percatado de nuestra presencia, por lo que decidí no acercarme a presentarme. Al verla galopar estirando las patas, la entendí perfectamente, se habría pasado un buen tiempo sin entrenar así que desvié de nuevo mi mirada hacia la nieve. Desenterré mis patas de la nieve y caminé hacia Ginger, intentando darle algo de calor. No sabía si Llena vendría a buscarnos pero, por primera vez, añoraba el calor de mi box, ya no por mí, si no, sobre todo, por Ginger. Por aquel prado corría una helada brisa de vez en cuando. Cavé un pequeño agujero en la nieve y busqué algo de hierba para comer un poco.
Escuché el sonido de los cascos de un caballo detrás de nosotros por lo que levanté mi cuello y volví mis orejas hacia aquel sonido. Vi a una yegua, probablemente de mi misma raza debido a su morfología pero con una capa muy inusual. No me sonaba haberla visto en los boxes por lo que pensé que podía ser nueva o que, simplemente, no habíamos coincidido nunca en el club.
Noté que no se había percatado de nuestra presencia, por lo que decidí no acercarme a presentarme. Al verla galopar estirando las patas, la entendí perfectamente, se habría pasado un buen tiempo sin entrenar así que desvié de nuevo mi mirada hacia la nieve. Desenterré mis patas de la nieve y caminé hacia Ginger, intentando darle algo de calor. No sabía si Llena vendría a buscarnos pero, por primera vez, añoraba el calor de mi box, ya no por mí, si no, sobre todo, por Ginger. Por aquel prado corría una helada brisa de vez en cuando. Cavé un pequeño agujero en la nieve y busqué algo de hierba para comer un poco.