La playa

-Conociendo mejor la hípica- respondí, sonriendo y ladeando ligeramente mi cabeza. Así que él estaba allí reflexionando... No es que me pareciese raro viniendo de Edward, sin embargo no conocía a muchas personas a las que les gustase asistir a la playa por la noche, para el simple hecho de reflexionar. La idea de preguntar sobre qué tenía que pensar cruzó mi mente, pero la deseché prácticamente al instante ya que sonaba realmente entrometido incluso pensarlo. Me acerqué otros pasos más a él, ahora que sabía que se trataba de Edward no había razón para guardar tanta distancia. Me quedé frente a él, observando sus ojos apenas iluminados por la tenue luz de la luna.

El bello aroma de la playa me relajó al completo, y también dibujó una sonrisa en mi rostro casi como acto reflejo. -Ohh, genial- me alegré en voz alta, relinchando con alegría y felicidad infinitas. -Amo éste lugar- comenté, sumamente emocionado, pegando botes de cuando en cuando mientras galopaba en línea recta hacia el mar. Entré y chapoteé junto con otros caballos, para después salir empapado a chorros y dar una coz al aire cerca de Tormenta, mojándola. -Lero lero- me burlé, riéndome.

La playa... ¡La playa! ¡Habíamos llegado! Empecé a galopar con más ganas -Weeeeeh!- Relinché, moviéndome de lado a lado en Zig zag, sacudiendo mi cabeza y mi cola, el sol pegaba justo y todos los pequeños restos de nieve allí se terminaron por derretir al cabo de las 2 de la tarde, me puse en la orilla de la playa y continué galopando, por fin había vuelto a recuperarme y a tomar toda esa energía "juvenil".

-Yo también amo este..-no me dio tiempo a terminar mi frase cuando Perseo salió al galope hacia el agua. Sonreí y me quedé observándolo, entre risas. Había perdido de vista a Maris y a Ginger, pero no me preocupé mucho. Sabía que se encontraban juntos entre los demás caballos y que llegarían pronto a la playa. Regresé de estos pensamientos cuando Perseo me salpicó con agua. -¡Eh!-grité, sacudiéndome, aparentando estar molesta. Reí y comencé a galopar hacia el agua, saltando sobre las olas, mojándome, para más tarde repetir la misma acción que Perseo había hecho. Me coloqué a su lado y me sacudí, dejando que mis largas crines despidieran una gran cantidad de agua, la mayoría salpicando a Perseo.

Bonita venganza había tomado Tormenta. Sonreí, travieso, y reparé sobre mis cuartos traseros, mojándola a ella otra vez la cabeza. Si la mojaba en otra parte ya no sería molestia, pues ambos estábamos calados hasta los huesos y empapados, así que no tendría mucho chiste. Corrí de vuelta hacia el agua y pegué saltos alrededor de la yegua negra, mojándola aún más aunque no estaba del todo seguro hacia dónde caían las finas gotitas de agua como de rocío que despedía mi cuerpo.

-¡Llegamos!- le dije a Mishaal, sin intentar ocultar la felicidad que significaba aquél sencillo hecho para mí. Después de haber estado todo el camino ansiando el llegar, el simple hecho de ver la arena me emocionaba. Partí al galope en cuanto vi la playa. Las olas, la arena... La brisa marina, el olor tan profundo de la misma sal. Sentir como los cascos se hundían en la fina arena sólo me provocaba una ráfaga de recuerdos, de flashbacks, todos buenos. Y todos, o al menos la mayoría, tenían que ver de forma directa con Tornesch. Y aquél simple hecho de pensar en él logró que la felicidad me embargara de una forma aún más profunda que antes, haciendo que cualquier tipo de preocupación desapareciese. Fui disminuyendo el ritmo, quedándome a unos cuántos metros de la orilla, esperando a Mishaal. Observé a Tornesch, quién ya había ingresado al mar y ahora ya se encontraba jugueteando entre las olas. Sonreí con dulzura, intentando contener la ganas de ir con él, ya que no estaba segura de cuánto querría mi compañía en aquél momento.

Volví mi cabeza hacia el lado contrario a donde estaba Perseo, esquivando las diminutas gotitas de agua con las que me salpicaba. Bufé y reí. Podríamos pasarnos horas mojándonos mutuamente. Seguí con la mirada a Perseo, salpicándole a él con mis patas y mi cola. Sonreí, traviesa y sumergí mi morro en el agua, levantándolo bruscamente al pasar Perseo justo delante, mojándolo aún más, entre risas, viendo como ya sus crines estaban totalmente empapadas y habían perdido su volumen natural. Reí nuevamente, negando con la cabeza. Parecíamos dos potrillos jugueteando con el agua, y en el fondo, así era, a pesar de que físicamente éramos caballos, en nuestro interior continuaba aquel espíritu de potrillo y en aquel momento, lo estábamos demostrando.

Me quedé algo preocupada durante todo el camino. Una vez que al fin llegamos a la playa, me eché a correr un poco; iba y volvía junto a Bev.
- Entiendo tu miedo, pero eso no significa que no podamos disfrutar del paseo, ¿verdad? -intenté animarlo, abrazándolo con fuerza- todo saldrá bien, estamos juntos y a salvo... ¿no es eso lo que importa ahora? -me alejé un paso hacia atrás para poder mirarlo a los ojos. Me sentía extrañamente cómoda junto a él, más de lo usual, pero a la vez me invadía una extraña sensación cada vez que lo miraba y pasaba tiempo a su lado.

-Ya volverán- aseguré intentando tranquilizarla aunque ya era completamente innecesario. Escuché su comentario y supe que era hora de seguir buscando. -¿Y si nos dividimos? Será más rápido- sugeri mirandola con cierta inseguridad. No estaba del todo seguro que fuera una buena idea, pero por lo menos era algo muy practico. Y quizas resultara mejor de lo que estamos haciendo ahora, pues nos movemos muy lentamente. -Iriamos mas rapido- no me agradaba mucho la idea de dejarla, pero seguia siendo practico. Doloroso, quizas, pero util.

Era tan bonito divertirse, jugar como si fuéramos los dos un par de niños pequeños, potros recién nacidos que sólo se preocupan por jugar, jugar y conocer el mundo que los rodea; llenos de la inocencia que aportaba esperanza a un brillante futuro. Sonreí con verdadera alegría y regresé de nuevo al mar, chapoteando y salpicando agua por doquier, mojando a Tormenta. Sus crines tan voluminosas ahora yacían planas a ambos lados de su cuello, lo que le daba un aspecto divertido. -Te estás mojando, ¿eh?- me burlé, riéndome con ganas sin dejar de salpicarla.

Me adentré bastante en el mar, lo suficiente como para que mis patas perdieran por completo el contacto con el suelo y pudiera nadar abiertamente. La marea no era tan alta ni tan brusca, por lo que la corriente apenas era notoria, lo suficiente para nadar con toda la libertad posible en el mundo. Cuando giré la cabeza hacia la orilla, a tierra firme, mi corazón dio un vuelco al distinguir la silueta de Shawna, mirándome y sonriendo. Le devolví la sonrisa con alegría, nadando de regreso hacia la arena tan pronto la vi, como un acto reflejo. Salí chorreando, pero no me importó, y troté como pude hasta llegar a su lado. -Hola Shaw- la saludé con un murmullo suave, pues la distancia entre los dos era tan poca que un simple susurro podría escucharse fácilmente. Ensanché mi sonrisa como sólo ella podía hacerlo: llenarme de felicidad y alegría genuinas.

Aquella idea no me agradaba, ni en lo más mínimo me parecía un buen plan, no quería separarme de él y mucho menos sabiendo que conocía muy poco aquellos alrededores. Pero al fin y al cabo, tenía razón, cubriríamos un mayor terreno en menos tiempo.
- Supongo que no hay nada mejor que hacer -intenté que mi tono de voz no sonara inseguro, lo cuál no logré del todo, pero parecía bastante convincente- lo que sí, intenta no ir mu lejos, ya sabes.. por la dudas -comenté amablemente, ocultando mi preocupación detrás de mis ojos azules.

Simplemente estaba conociendo un poco más la hípica. Si que me intrigaba el por qué de conocerla a esas horas... sin embargo, no se me ocurrió otra cosa que permanecer atento y con un agradable silencio.
Respeté el turno de palabra de Lizzie mientras me acercaba (con sigilo) un par de pasos a ella. Cuando ésta terminó miré hacia las olas que se mecían en un ir y venir continuo. Suspiré con algo de nostalgia pero siempre esbozando una dulce sonrisa - Este es un buen lugar para reflexionar - Comenté dirigiendo ya mi mirada hacia Elizabeth - Y más a la hora del crepúsculo - Continué con un leve atisbo de misterio.
Suspiré - Me trae recuerdos que quizá debo olvidar y eso pienso hacer - Anuncié de forma decidida mientras miraba con cautela hacia Lizzie.
Podía distinguir su rostro a la tenue luz de la luna; sus pómulos marcados al esbozar una simple sonrisa, sus labios de un color rosa cálido, sus cabellos castaños y sus oscuros ojos profundos. Acabé deteniéndome en éstos, escrutándolos con verdadera curiosidad. Brillaban con una intensidad inhumana para estar a la tenue y cálida luz de la luna llena.

Exactamente. Éramos como un par de potrillos de apenas días de vida que sólo se preocupan por mojar al otro, reír y pasarlo bien, sin preocuparse por absolutamente nada más, sin problemas ni tristeza, sólo alegría y diversión. Reí y me sacudí nuevamente, retirando de mi cuerpo los restos más superficiales de agua, agua con la que Perseo me había mojado, haciendo que mis crines no se moviesen libres con la brisa marina, sino quedando éstas pegadas a mi cuello y frente, mojadas, quedando divididas en finos mechones, separados unos de otros. Salté sobre las espumosas olas, adentrándome más en el mar, al igual que hizo anteriorente Perseo. Levanté mi pata delantera derecha y simulé cavar un agujero en el agua, salpicando a Perseo. -Sí, me estoy empapando de agua, aunque veo que no soy la única.-reí, mirando a Perseo, totalmente empapado de agua. Hacía mucho que no me reía tanto en apenas minutos, aproximadamente, no lo hacía desde que conocí a Maris, desde qu lo ví por primera vez, en el prado. Adoraba pasarlo bien sin tener que preocuparme por nada que no fuera divertirme y reír.

Estaba viendo como Lucero jugaba en la orilla del mar y entonces me salpico justo en la cara y luego se echo a reír, no hice nada en su contra pues no se me ocurría nada entonces lo pase por alto y me eche en la arena para seguir admirando la belleza del cielo que se iba tornando oscuro y unas cuantas estrellas empezaban a aparecer, mas aun hacia calor así que me sumergí en el mar para refrescarme un poco luego me sacudí, me eche y trate de dormir.

Llegue a la playa y toda la tristeza se fue por un momento.
Estaba contentísima de estar allí. Enseguida segui a Wild y corrí con ella por la orilla, salpicando y divirtiéndome, me pare sobre las patas de atrás y relinche con entusiasmo, luego seguí corriendo y disminuí a velocidad de a poco; para finalmente tumbarme en la orilla, dejando que el agua me mojara.
Respire hondo, disfrutando el momento...

Reflexionar. Pensar. Recuerdos. Todas aquellas palabras parecían tener algo en común: se hacían solo. Generalmente, al menos. Y la idea de que estaba molestando a Edward por el simple hecho de acompañarlo me torturó hasta que decidí que sería mejor dejarlo solo, muy a mi pesar. Por alguna razón que desconocía, el alejarme de él hacía que una profunda sensación de incomodidad y cierta añoranza se instalara en la parte baja de mi vientre. -Oh, bueno... Creo que será mejor que te deje solo, entonces- sonreí dulcemente, tratando de que supiera que no me molestaba el tener que irme. Y sobretodo, no quería que se sintiese mal de ninguna manera. -Nos vemos luego, ¿sí?- pregunté, cruzando mis brazos nuevamente en torno a mi pecho y avanzando unos pasos, alejándome. -Cuídate- le pedí, mientras trataba de disuadir las ganas de volver a su lado. Debía darle la intimidad que había ido a buscar a la playa. Caminé por la orilla del agua, intentando no voltearme a mirar, divisando una figura a unos pocos metros. Parecía un chico, pero no podía estar segura.

Reflexioné durante unos instantes en silencio. Los instantes después de que Lizzie emprendiera su marcha para dejarme a solas. Aquél hecho no tenía queja, sin embargo, no me gustaba la idea de dejarla marchar.
Me quedé solo, en la oscuridad, a la tenue luz de luna, mientras veía a Elizabeth caminar por la orilla. Elevé la vista hacia el cielo nocturno y suspiré. Una sensación extraña me embarga ahora que Lizzie no estaba a mi lado. Sentía que la necesitaba conmigo, a mi lado. Murmuré algo inescrutable por lo bajo. Confundido me senté en la dorada arena mientras pensaba. Me tumbé en el lecho mullido de la misma y cerré los ojos con fuerza. Trataba de aclarar las ideas... y sin duda... lo estaba consiguiendo.
Esa sensación satisfactoria que sentía cuando Lizzie estaba a mi lado, lo que la extrañaba cuando no estaba junto a mi, el leve dolor de barriga que me entraba como si fueran mariposas al verla esa misma noche... , todo iba cobrando forma.
Suspiré abriendo los ojos mientras me incorporaba a la vez. Sin duda... me estaba enamorando de Lizzie.

Kiari, corazón, son las dos de la tarde! xD, si oscurece tan rápido el evento se pasará volando!

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Sacudí mis crines y mi cola alegremente -¡Plaaya!- Relinché gustosa, ese airesito fresquito recorría todos mis músculos y lograba relajarme por completo, busqué con la mirada a conocidos y ví como se divertian, me alegraba que se la estubieran pasando bien, galopé durante un rato más por la orilla y fuí a nadar.
Luego de media hora volví a la arena y me sacudí por completo.

-Hola Tor- le devolví el saludo al precioso semental en cuanto se situó a mi lado, dedicándole una radiante sonrisa. Observé su chorreante pelaje y solté una risita, el hecho de estar mojado sencillamente lo hacía más atractivo de lo que por sí era. Las cristalinas gotas de agua resbalaban por toda su anatomía, brillando intensamente. Estiré mi cuello y le acaricié el suyo con mi morro, demostrando así una décima parte de todo el cariño genuino que sentía por él. Del verdadero. De ese que te hace prácticamente depender de aquél ser al que tanto quieres. Y ése era Tornesch, sin lugar a dudas, el equino al que le había tomado más aprecio quizás en toda mi vida. -¿Cómo está el agua?- pregunté, con un tono divertido y juguetón, con cierta picardía notoria. Sabía con seguridad que realmente lo pasaríamos genial.

Llegué a la playa un poco separado de los demás caballos, por detrás. Había perdido de vista a Ginger y a Tormenta, pero no me preocupé, era normal considerando la cantidad de caballos que éramos. Disminuí el paso en cuanto llegamos a la playa, sonriendo e inhalando el profundo aroma salino de la playa. Divisé a los pocos momentos a la yegua negra jugueteando con otro semental en el agua y sonreí, de forma inevitable. Me alejé un poco, dirigiéndome a uno de los lugares prácticamente vacíos de la playa. Me acerqué a la orilla y dejé que las patas se me mojaran gracias a las olas que llegaban hasta la costa. Observé el tenue reflejo de mi silueta que se lograba distinguir mientras cavilaba sobre algunas ideas en las que había pensado todo el paseo. Por una cosa o por otra, siempre acababa llegando a la misma conclusión, sin saber exactamente si estaba en el lugar adecuado. Allí tenía todo lo que quería, sin embargo, aún me sentía algo incómodo respecto a mis sensaciones al permanecer en la hípica. Suspiré y me adentré un poco más en el mar, pensativo aún.

-Por lo menos permaneceré vivo, y eso ya es algo, ¿no lo crees?- me burle con una sonrisa radiante. Despues mi semblante recobró su aspecto serio de siempre. -Tu podrias ir a los prados, quizas hayan ido a pastar o algo asi- sugeri, restandole algo de seriedad con un ademan de la mano. No queria formarle falsas esperanzas de nuevo, lastimarla de algun modo. -Alla hay algo de gente, ire a preguntar. Despues ire a la pradera- uno de los pocos lugares que estaba seguro de conocer - y nos vemos en los establos- me puse de pie y me sacudi rapido el pantalon para despues acercarme a Nahi. -Cuidate, ¿si?- pedi con ojos de suplica. Presentía que si algo le pasaba yo estaria muy mal. Presa de un extraño impulso y quizás influenciado por la cercania, la abrace a manera de despedida. Le sonreí y después me alejé hacia donde estaba otra chica, al parecer recien terminando de hablar con otro.

La figura del chico fue haciéndose cada vez más visible a medida que nos acercábamos el uno al otro. Estaba claro que sería de la hípica, ya que la playa quedaba extremadamente cerca del club y no era demasiado común ver a otras personas por allí, por lo que había escuchado. Seguí avanzando con paso lento, siguiendo la regla que me había plantado a mí misma en la mente. No voltearme. No volver con Edward. Nada. Y era extremadamente difícil, por alguna razón que ni siquiera quería pensar. Al final, me acerqué lo suficiente al chico como para lograr distinguir sus rasgos y descartar la idea de haberlo visto en algún momento. -Hola- saludé, con un tono animado, dedicándole una sonrisa. -¿Buscando a alguien?- me atreví a preguntar, anteriormente lo había visto con otra chica y parecía que buscaban a alguien, aunque no podía estar segura de ello. Observé la playa: a excepción de nosotros, estaba vacía.

-Buscando a varios, de hecho- obviamente era de la hipica, pues hasta donde sabía la playa es parte de sus numerosas tierras. -¿Has notado que no hay caballos en los boxes?- enarqué una ceja. Hipica sin caballos. Nuevamente no quedaba para nada bien. -Por cierto, soy Kevin- mencioné mi nombre con una sonrisa. Antes de preguntarle de algo tendria que haberme presentado, claro. Pero ahora que no estaba con Nahiara, su preocupacion se hizo latente. Tenia que encontrarlos, teniamos que encontrarlos. De algun u otro modo, ibamos a hacerlo.

Me reí un poco, soltando un suspiro. Asentí con la cabeza, ya un poco más seria.
- Me parece bien, nos vemos allí, entonces... -la idead e alejarme de él, en esos momentos, me seguía pareciendo terrible, pero no tenía alternativa- si encuentras algo, avísame cuánto antes, y ten mucho cuidado, por favor -me sorprendí mucho cuando me abrazó sin previo aviso, pero fue una grata sorpresa; le devolví el abrazo y lo vi alejarse, ahí fue cuando mi sonrisa se fue esfumando y me fui hacia los prados, esperando encontrar alguna pista.