La playa

Claro, buscando a los caballos. No me había detenido a pensar sobre eso, por el simple motivo de que Sadik seguía allí, al igual que Dajah. No podía ponerme en lugar de los otros dueños e imaginarme la preocupación al no ver a sus caballos así. -Sí, me he dado cuenta- respondí al traer la imagen de los boxes vacíos a mi mente, haciendo una mueca casi imperceptible. -¿Nada por ahora?- pregunté, ya que no tenía claro si era el primer lugar en el que buscaban. Escuché su nombre y le sonreí, asintiendo con la cabeza. -Lizzie. Encantada- le respondí con tono dulce y tranquilo. Me giré, buscando por la inmensa playa algún rastro de un caballo, y no... Nada.

Tras llegar a la playa, mirando a todas partes, observando a cada caballo, uno por uno, buscando a alguno conocido, vi a mi madre en el agua, junto con otro caballo. Algunos metros más lejos estaba mi padre, solo. Me acerqué a él, sonriendo, siendo sigilosa en cada paso. Entré en el agua, acercándome a él, con la cabeza baja, al ras de las olas, sin dejar que éstas me mojasen la cara. Cuando estuve lo un poco más cerca, comencé a galopar, dando pequeños saltos, esquivando las olas, pasando junto a mi padre y dejándolo absolutamente empapado de agua. -¡Al fin te encuentro!-dije, entre risas, colocándome a su lado. -¿Dónde te habías metido antes?-pregunté, recordando la llegada a la playa, momento en el que mi padre y yo nos separamos hasta justo ese momento.

Lo único que logró sacarme de aquél ensimismamiento en el que estaba fueron las ráfagas de agua que fueron a parar a todo mi cuerpo, empapándome por completo. Me reí al ver a la culpable de tal suceso, sacudiéndome con ganas para luego negar con la cabeza, divertido. -Que buena forma de decirme hola, ¿eh?- me quejé, mientras esbozaba una amplia sonrisa y clavaba mi mirada en Ginger. -Me quedé un poco atrás, tu viejo padre ya no es lo que era antes- bromee, pues pese a que ya tenía unos buenos años, seguía con la misma fuerza y alegría característica de cualquier potro joven. Aproveché la oportunidad de ver a Ginger algo distraída y la embestí, literalmente, tirándola al agua. No era para nada profundo, sin embargo acabó empapándose completamente. Comencé a carcajearme al ver a Ginger así.

-Sí, es una muy buena forma de decir hola.-dije, entre risas, observando a mi padre totalmente mojado. -¿Viejo tú? ¡Ah! Vamos, no digas eso, ¡Si estás hecho todo un potro!-reí, bromeando. Miré hacia los demás caballos y hacia mamá, momento que papá aprovechó para empujarme, sin que me diera tiempo a reaccionar. Caí al agua, sin oponer la más mínima resistencia, quedando totalmente empapada de agua. Bufé, sacudiendo mi cabeza, retirando la fina capa de agua salada que acababa de empapar todo mi cuerpo. Me levanté, entre risas, sacudiéndome aún más, con insistencia. -Veo que también tienes unaa firmas muy divertidas de devolver tus saludos..-bromee, riendo, a la vez que volvía a mojarle, esta vez un poco menos.

-La venganza es dulce, suelen decir éso...- bromee, observando las crines chorreantes de Ginger. -Aunque en éste caso, creo que es salada. ¿Qué dices tú?- me reí, observando el agua. Ciertamente de dulce tenía poco y lo había comprobado en el momento en el que mi hija había aprovechado para mojarme. Dejé que siguiese con esa tarea, cerrando los ojos y apartando la cara, soltando una risita. -Oye, ya basta. Sino, no prometo intentar controlarme ni mucho menos y te arrepentirás- amenacé, con un marcado tono de broma. No sería capaz de hacerle nada a mi hija, a lo sumo mojarla como lo había hecho anteriormente, pero no dejé que se notase en mis palabras.

Por alguna razón el grupo de caballos me resultaba cada vez más grande. Pero eso no era lo importante ahora; estaba preocupada por el peligro que había mencionado Bev, pero más que nada, me preocupaba él. Seguía algo serio y callado, no parecía ser el mismo, era obvio que estaba atento a cualquier cosa, que el asustaba el hecho de que su vieja manada apareciera por los alrededores. Intenté animarlo, después de todo, el paseo era para disfrutarse y la playa era un lugar maravilloso, me encantaba, sabía que a él también.
- Hey, Bev, ¿qué te parece una carrera? -pregunté con la mirada pícara y la voz juguetona, retándolo a participar, mientras le daba unos toques con el morro.

Reí, sacando la lengua una y otra vez. El sabor salado del agua era bastante fuerte, a pesar de que eran apenas unas pequeñas gotitas las que había saboreado segundos antes. -Sí, esta venganza ha sido bastante salada...-bromee, riendo. Justo cuando iba a volver a salpicar a mi padre, levanté mi cuello y esbocé una sonrisilla pícara, escuchando sus palabras. -Esto..creo que no me gustará ver tu lado oscuro y descontrolado...-dije, con un tono bromista, entre risas. Las risas que no habían cesado en mí desde que había llegado a la playa. Miré a mamá, que seguía riendo y divirtiéndose con aquel caballo, desconocido para mí, pero muy amigo de ella. -¿Sabes quién es?-pregunté, mirando ahora a mi padre, torciendo mi cabeza hacia un lado.

Me reí en cuanto la escuché a ella y dirigí posteriormente mi mirada hacia Tormenta, que parecía divertirse bastante con otro caballo. Hice una mueca pero no dije nada respecto a ello, simplemente contesté a Ginger. -No, ni idea- respondí, quitarle un poco la importancia al tema. Me parecía haber visto al equino verlo alguna que otra vez por los boxes quizás, pero no tenía idea de cuál era su nombre. -Creo que lo he visto alguna que otra vez... Lo único que sé es que tu madre sí parece conocerlo- bromee, sonriendo. Desvié la mirada con rapidez luego de aquello, observando el mar, las olas... Aquella blanca espuma que llegaba tapar mis cascos. Inhalé profundamente el aire de la playa, respirando aquella tranquilidad propia del lugar. Todos parecían estarse divirtiendo, en mayor o menor medida, sin embargo tenía un mal presentimiento respecto al paseo. Traté de ignorar aquella incómoda sensación, pero era realmente difícil.

Hice una leve mueca y sonreí. -A mi no me suena de nada.-bromee, riendo por lo bajo. -Yo voy a ir a ver...¿vienes?-pregunté, animándolo, con una sonrisa. No quería ser tampoco muy entrometida pero aquello no parecía serio, ni mucho menos. Comencé a caminar, despacio, esperando la respuesta de mi papá antes de salir al trote. Me sacudí de nuevo, pasando mis cortas crines de un lado a otro de mi cuello. Volví mi mirada hacia mi padre, para ver si venía o no, sonriendo, curiosa por saber quién era aquél caballo con el que estaba mi madre. Parecía joven y activo, aunque tampoco podía verlo muy bien debido a la distancia que nos separaba a mi padre y a mí de mi madre y el semental.

Dudé un poco, parecían ambos demasiado entretenidos como para interrumpir aquella situación así como así. Al final, acabé bufando y emprendí la marcha detrás de Ginger. -Vamos- le respondí, pasando a trote y colocándome al lado de mi hija en cuestión de segundos. Observé a Tormenta y al otro semental, al que tenía idea aún de haberlo visto alguna que otra vez. Parecía joven, a lo que miré a Ginger y solté una risa inocente, negando con la cabeza luego. Ciertamente lo veía más siendo amigo de Ginger que de Tormenta, aunque no cuestionaba obviamente que estuviesen divirtiéndose. -Hola- saludé en cuanto nos acercamos lo suficiente a los equinos, esbozando una sonrisa y esperando una respuesta antes de soltar el discurso formal de la presentación.

Me quedé mirando el vacío por un largo rato, casi como si mi mente se fuera a otro lugar y mi cuerpo siguiera andando sin responder a nada. Finalmente ví como Lucero jugaba felizmente en el mar y Ankira se echó en la arena. Yo me metí de un salto al mar y salpiqué a Lucero.
-Regresé- Dije melódicamente. Comenzé a nadar sin parar, mientras miraba la inmensa playa; palmeras, arena caliente, el mar... Y había que agregar que era enorme. Un lugar bastante tranquilo, a pesar de que las olas rompían el silencio.
Exausta, salí del agua riéndo y me eché sobre la arena, mientras el sol secaba el agua del mar y calentaba lentamente mi piel, mientras respiraba la fresca brisa marina. -Eso fue divertido- Dije sonriendo y animada. -Es un lugar enorme y hermoso, tenías razón Lucero- Dije feliz.

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Disculpen que no comentaba es que estoy un poco apretada aquí y mi compu no le anda internet >:/...

Suspiré mientras me incorporaba lentamente sobre la arena. Me levanté de un simple movimiento y caminé hacia un par de rocas sumamente enormes que me servirían de asiento. Error. Al sentarme pude sentir la humedad de la noche traspasar mis pantalones. Suspiré con indignación mientras que trataba de restarle importancia. Ya que me había sentado allí... ¿para qué moverme si ya estaba mojado?
Me froté las sienes con delicadeza mientras alzaba la vista en un acto distraído. Pude contemplar de maravilla el mar que se lucía ante la media luna que formaba la playa. La luna se reflejaba en las aguas de una manera fascinante y hermosa. Suspiré. Parecían mil luceros flotando en las resplandecientes aguas.
En un vano intento por tratar de no observar el lugar por donde había marchado Lizzie... acabé haciéndolo. Pude ver a la pobre luz de luna dos siluetas. Una más alta que otra. Sopesé que la figura mas delgada y un poco más baja sería Elizabeth... pero... aquello que veían mis ojos... ¿era un chico?. La inquietud recorrió todo mi cuerpo como si fueran martillazos. ¿Elizabeth se encontraba hablando con un chico?... me parecía una idea repulsiva. Pero... ¿Qué me importaba a mi aquello?... no lo sabía... pero me importaba. Vaya que si me importaba. Los celos me recorrían con rapidez todo el cuerpo. No cabía duda de que en esos instantes no soportaba ver a Lizzie lejos de mi... y menos con otra persona, otro chico.

Hacía ya mucho tiempo desde la última vez que había visitado la playa, por lo que aquello ea casi nostálgico para mí. A mi gusto, nada había cambiado, todo era igual de hermoso tal y como lo recordaba.
Troté a un ritmo alargado, cómodo y elegante, mientras observaba todo con aire curioso y alegre. Me acerqué a mi preciosa hija, Sombra y le di un empujoncito.

-El agua...está húmeda. Y moja- comenté en un tono sumamente severo, como si lo que dijera fuera totalmente en serio. Asentí con la cabeza como para no dejar lugar a duda alguna que rebatiera mis palabras, con una leve sonrisa que no negaba lo que había dicho sino al contrario lo afirmaba más. -Creo que también está salada...- volví a sacudir mi cabeza afirmativamente sin dejar de sonreír hasta que ya no pude contener más la risa. -Bueno, ya. Dime tu cómo está- comenté con picardía al mismo tiempo que agitaba mi cabeza de un lado a otro, salpicando a Shaw con las diminutas gotitas que salían de entre mis crines. Cuando me aseguré que una buena parte de su cuerpo estaba por lo menos mínimamente mojada, la miré y sonreí. -¿Qué tal el mar?- inquirí burlón, sin dejar de sonerírle.

El bellísimo ambiente que reinaba en la playa sin duda consoló mi ánimo y me sacó una sonrisa, lo que también me alegró. Y parecía ser que la presencia de Montse era algún extraño motor a mi felicidad, alentándola de un modo que me era imposible pensar con claridad. Tampoco quería pensarlo, pues era un tema del que solía rehuir aunque tampoco sabía exactamente el por qué, no me lo preguntaba. Me mantuve un rato en silencio hasta que la sugerencia de la poni blanca que me acompañaba me alegró aún más, si era posible. -Muy bien. ¿De dónde a dónde?- pregunté, ladeando ligeramente la cabeza, mirándola.

Solté un relincho, victoriosa, seguido de un pequeño salto y un trote alargado, parando para dibujar la línea de salida con el casco. Lo miré desafiante, con los ojos brillando, feliz.
- Desde aquí, hasta... -busqué alguna marca fácil de encontrar en el horizonte; había unas palmeras con extraño aspecto, formaban una silueta como de un "V", perfecto- hasta aquella cosa -bromeé- las palmeras con forma de V corta -sugerí, acomodándome en la línea de largada- cuando estés listo, Bev... -le guiñé un ojo y esperé con ansias.

-En sus marcas...- murmuré, colocándome justo a un lado de mi linda amiga de la infancia. -Listos...- una sensación de adrenalina recorrió mi cuerpo, llenándolo de renovadas fuerzas que quizás me dieran algún impulso extra en la carrera. Todos los meses, quizás años, que había recibido de entrenamiento en doma habían sido de utilidad para marcar mi resistencia, que ahora sería la suficiente como para competir con Montse siendo ella una poni de cross. De todos modos, era la playa, y la arena no estaría a favor ni mío ni de ella. -¡Fuera!- relinché, arrojándome con ímpetu hacia delante, moviendo con furia pero al unísono y en armonía mis patas para mantenerme galopando sin perder el equilibrio, sonriendo siempre.

Veía a Cammeron y a Lucero jugando en el mar y me parecía muy tierno, luego vi Cam al igual que yo se hecho en arena, estaba aburrida y tenia un poco de hambre, pero no había algo que comer ahí así que lo único que se me ocurro fue rodar y que darme pansa arriba , luego me pare camine hacia la orilla de la playa, me adentre un poco al mar y empece a saltar y salpicar agua por todos lados eso de verdad me quito el aburrimiento así que sonreí me estire un poco y me eche de nuevo en la arena para secarme.

El agua que chorreaba por toda mi cabeza bloqueaba en parte mis oídos, lo que distorsionaba los sonidos que llegaban del exterior; a duras penas lograba distinguir lo que decía Tormenta, aunque sus risas al ser tan altas se escuchaban con mayor claridad. Sacudí la cabeza para deshacerme de la molestia, por lo menos momentáneamente mientras mis orejas permanecieran sin gotas de agua chorréandoles. Acto seguido llegó a mí un saludo, a lo que me giré y sonreí. -Eh, hola- no me sorprendió que el saludo viniera de Marismeño, después de todo él estaba con Tormenta y estaba en su derecho de venir a preguntar, ¿no? Mis crines chorreaban aún, así que lo único que pude hacer fue rogar porque no estuvieran vueltas un armastote por encima de mi cuello, lo que era bastante probable. Miré a la andaluza negra de reojo, como pidiéndole discretamente algún tipo de ayuda o algo por el estilo.

Al ver venir a Cammeron no tuve tiempo para reaccionar, ni siquiera para cubrirme de el agua que me arrojó al entrar en la playa. -¡Oye!- me quejé, relinchando, pero sonriendo. Me la estaba pasando genial, y me divertía como no lo había hecho en mucho tiempo. Definitivamente el cansancio que había traído consigo la larga caminata había valido la pena, puesto que la playa era un lugar por el cual sería digno y justo avanzar tanto, por lo menos para venir a descansar o disfrutar de la vista. Nadé detrás de la appaloosa, salpicándola de cuando en cuando aunque no valiera la pena pues ya estábamos calados de agua hasta los huesos. Cuando ella salió la seguí también, puesto que al igual que ella ya estaba algo cansado. Me tumbé en la arena a un lado de Ankira, sin que me importara que mi pelaje mojado se llenara de granitos de arena de playa. Se lavaría después si entraba de nuevo al agua, claro. -Estoy muerto- me reí, comentando en voz alta lo cansado que estaba.

Apenas oí la palabra que marcaba el principio de la carrera, solté un relincho lleno de emoción, mientras pegaba un salto hacia adelante para tomar impulso con mis patas traseras, que se hundían levemente en la frágil, y a la vez resistente arena. Noté que, a pesar de la velocidad, Bev no perdía la gracia de sus movimientos; a mí eso me importaba poco y nada, solté la fuerza suficiente para tomar mucha velocidad, con el cuello estirado y las crines al viento, no sabía si me vería tan bien como él, pero eso si, siempre moviéndome con suma agilidad. No pude dejar de sonreír ni un momento y al parecer, él tampoco.

Pegaba saltos de cuando en cuando intentando cubrir más terreno, hasta que encontré más provechoso guardar aquellas energías para tomar impulso hacia enfrente y no para saltar al aire. Cualquier mínima cantidad de energía importaba en una carrera, y aquella era una ley básica que había aprendido cuando era apenas un potro y correteaba con otros amigos de la hípica donde veníamos Montse y yo. Aquella regla me sirvió de algo en ésta carrera, pues pude conservar mi ritmo durante un tiempo más prologando a lo que solía hacerlo. Mis crines se movían con el viento al igual que mi cola, y mis cascos se hundían en la arena para sacar volando montones de ésta después, por donde mi pata pasaba y pisaba con tanta fuerza que dejaba hueco en la playa.

Me reí por el comentario de Lucero, no sabia que hacer entonces para cansarme y ya dormirme, empece a correr por todos lado saltando de vez en cuando, y para hacerlo mas divertido lo hacia en la orilla de la playa para salpicar agua, luego totalmente cansada, me eche para mirar mi herradura estaba algo sucia así que puse mis patas en el agua y empece a raspar despacio mis cascos para ir limpiando mis herraduras poco a poco.

Me mantuve junto a Bev. Sabía que ambos podíamos ir más rápido, y también sabía que esas energías las guardábamos para la recta final; tanto él como yo sabíamos eso perfectamente, ¿cómo olvidarlo? Alargué apenas la zancada, no podía hacer mucho con eso, pero aún faltaba un poco, sólo un poco más... miré a mi amigo, desafiante, pero más que nada feliz.
- ¿Estás cansado? -pregunté, jadeante pero rebozando de emoción.

No, no podía responderle. Quería hacerlo, pero si lo hacía inhalaría y exhalaría más aire del necesario y me cansaría aún más, lo que también me haría aminorar el paso. Me comí las ganas de responderle "no, estoy perfecto" y seguí galopando, sin que me importara mucho el cómo me vieran los demás. Lo que importaba por ahora era la velocidad, y éso era en lo que me estaba enfocando a lograr: galopar, galopar, galopar sin detenerme, pese al cansancio que a cada paso iba creciendo o a mi respiración entrecortada que procuraba ampliar para oxigenarme. La formación de las palmeras ya estaba cerca, faltaban apenas un puñado de metros para llegar; lo que me dio fuerzas para seguir adelante. El espíritu de la competición estaba latente, aquel don salvaje de correr sin detenernos para huir de los depredadores; ésa cualidad innata afloró en mis músculos y me impulsó hacia el frente, corriendo sin para hasta convertir a mi galope en un movimiento natural y fluido, bien por la doma tanto como por los aires salvajes que se respiraban ahí y me hacían retomar aquel comportamiento primitivo de huida.