Al menos podía estar seguro ahora de que Layla había estado acostada allí mientras yo preparaba todo aquél desayuno sorpresa y arreglaba los detalles pendientes para que todo fuese perfecto. Claro que podría ser mejor aún, con una cena en un buen restaurante o en su defecto en algún lugar más tranquilo, como la playa. Pero no, era un desayuno en mi casa. Aquella idea me produjo un sensación de malestar en la boca del estómago, puesto que Layla se merecía algo mejor. Incluso se merecía algo mejor que yo. Me obligué a mí mismo a retractarme de aquellos pensamientos y de abandonar aquella idea de buscar siempre los defectos a todo, sino, directamente tendría que dejar aquél anillo escondido para siempre hasta que el valor que necesitaba para hacer tal petición volviese a embargarme. Me perdí en mis pensamientos por unos momentos hasta que la oí hablar de nuevo. Asentí con la cabeza y esbocé una sonrisa burlona, tratando de comportarme normal. -No me quiero envenenar. No sé como habrá quedado todo ésto, sabes que la cocina no es lo mío- hice una mueca mientras tomaba una tostada y comenzaba a comerla, aún con la cabeza en otro lado, pero más pendiente de al menos aparentar normalidad. Me reí ahora de manera verdadera, no sobre actuada ni mucho menos ante su comentario. -Claro que no quiero que mi cabeza explote- le respondí, terminando la tostada y bebiendo otro buen trago de jugo, para luego dejar el vaso encima de la bandeja nuevamente. Tomé una bocanada de aire y levanté la mirada, clavándola ahora en los ojos verdes de Layla. Sonreí. Era la única capaz de brindarme la seguridad que me faltaba a cada momento, la única capaz de asegurarme que estaba tomando la decisión correcta. Ni más ni menos. Éramos jóvenes, éso ya lo sabía: seguramente cualquiera pensaría que no había razón de apresurar las cosas, que no había razón de quemar etapas, que tendríamos toda una vida delante para casarnos. Pero no. Mi vida comenzaba en el momento en el que estaba con Layla y no continuaría si ella no estaba de modo permanente allí, conmigo. Por eso sabía que estaba haciendo lo correcto.
-Más que bien- dije, luego de un rato en silencio. Sí, más que bien. Muchísimo más que bien. Lejos de ser una noche que quedaría en el olvido, una noche como cualquier otra, se había convertido en una de las más felices para mí. Esperé un poco más, para darle tiempo a ella de despertarse bien y terminar su desayuno y para tranquilizarme yo también, cosa que necesitaba. Finalmente, decidí comenzar a hablar. -Verás... Seguramente te preguntes porque tu novio se está comportando como un idiota- me reí un poco, a sabiendas de que posiblemente no pensase éso: al menos no tal cual lo había dicho. -Quiero que sepas, antes que nada, que el tiempo que desde que estamos juntos he tenido la suerte de ser, posiblemente, el hombre más feliz de todo el mundo. Que todos los momentos que he pasado contigo, en mayor o menor medida, fueron todos y cada uno especiales para mí. Y debes saber también que te convertiste en la persona más importante para mí ahora, y que éso no cambiará por nada del mundo- hice una pausa para llenar de aire mis pulmones, que pedían una pausa de forma desesperada. Pensé en como continuar, sin embargo, las palabras salían solas. -Quiero que sepas que me gustaría ser la persona que te acompañe siempre, en las buenas y en las malas. Y quiero que sepas, sobre toda las cosas, que te amo Layla- esbocé una sonrisa, mientras mi mirada se había quedado ya fija en los ojos de ella. -Por eso mismo, creo que ya es el momento para dar un paso más en nuestra relación- y con éso, supe que ella ya sabría a qué me refería, por lo que no hice ningún tipo de pausa y mi mano se dirigió directamente hasta mi bolsillo, donde estaba la caja que guardaba el anillo. -Por eso, Layla, te tengo que preguntar sí...- hice una pausa para que me diese tiempo de abrir la caja y dejar a ver el reluciente anillo, pese a que éso era lo menos importante para mí, era lo que simbolizaba -en parte- el compromiso de dos personas. -¿Te gustaría casarte conmigo, Layla?- aquellas palabras me liberaron de todos los nervios del momento, pese a que todavía faltaba la respuesta y que cabía la posibilidad de que fuese un no.