De nuevo, las prendas volaron, y las sábanas terminaron en un feliz enredo como un recuerdo de lo vivido, dejando la habitación hecha un enredo; pero era lo de menos, claro. Lo material ya no importaba a éstas alturas donde nuestra relación se había tornado tan unida, tan estrecha, tan...bueno, muy bonita. -Te amo- murmuré con fervor, alzando la mirada para clavar mis ojos sobre los suyos, perdiéndome de nuevo en ellos como lo había hecho infinitas veces, pero no me cansaría de hacerlo. Jamás. Aún con tanto tiempo de conocerlo, el mirar por lo menos de reojo sus verdes irises me revolvía el estómago por completo, con aquella típica sensación de mariposas enjauladas o siendo torturadas por los jugos gástricos. A saber, pero el nerviosismo siempre era el mismo, y aquel ritmo desenfrenado que adoptaba mi corazón en sus latidos tampoco cambiaba, aunque no quería que lo hiciese: era genial y perfecto siendo así. No quería otra cosa. -Y no sabes cuánto- añadí, volviendo a probar la dulce miel de sus labios sin cansancio, como si fueran algún tipo de droga que fuera indispensable y necesaria para sobrevivir, y la verdad fuera dicha no había otra explicación hacia el cuán importante era Ethan para mí: mi luz, mi razón de ser.
Clup Hipico