El Bosque Deinger

Asentí con mi cabeza y relinché con visible entusiasmo.
- ¡Vaya que lo es! -exclamé, comenzando a caminar y observando el bosque, emocionado. Era gigante.

- No te salgas del camino, ¿si? -pedí, bromeando y pidiendo trote. El camino estaba despejado, a lo sumo amenazaban pequeñas ramitas.

Obedecí instantáneamente, saliendo con un trote corto y cómodo, levantando bien mis patas y avanzando con suavidad y elegancia. Observé los árboles, había una gran cantidad y poblablan el lugar. Sentí un ruido, por lo que dirigí mi mirada hacia allí, agudizando mi vista pude darme cuenta de que era una pequeña ardilla. Relinché, alegre.

Reí, siguiendo sus suaves movimientos.
- Está lleno de animalitos... -suspiré y presté atención al camino- espero que sean todos inofensivos -bromeé.

Asentí con la cabeza ante sus palabras, de forma afirmativa.
- Yo también lo espero -comenté con una risita leve, pensando que no sería nada... ¿agradable? cruzarnos con algún animal mayor, como algún lobo- quizás encontremos al caballo fantasma -bromee, riéndome.

- Por cierto, ya se acerca la noche de Halloween, ¿te gustó algún disfráz en especial? -pregunté, observando el camino y su belleza.

Hice memoria, recordando los disfraces que Katy me había mostrado. Eran muchos y la mayoría me habían agradado, por lo que recordé uno que había sido el que más me había gustado y relinché afirmativamente. Recordaba que era negro y tenía varios "accesorios" que me quedarían bastante bien, además de que pegaban con la ocasión.

Spoiler:

(ok, ese será entonces x3)
- Luego veremos ese tema, de todas formas no te haré usar algo que no te guste -dije en tono burlón, pero con cariño.

Relinché alegremente, ansioso por saber ya que haríamos en Halloween. No sonaba nada mal, de hecho sonaba realmente bien.
Seguí avanzando con paso tranquilo, suave y elegante.

*Se escuchó el crujir de unas ramas detrás de ellos y el sonido de unos cascos. Aún así, nada pudo verse*

Reí un poco y pensé en que tipo de disfráz le quedaría mejor, y qué podría ponerme. Escuché unos sonidos detrás, por lo que me di vuelta para mirar, pero no había nada allí. Un escalofrío me recorrió el cuerpo.
- ¿Oíste eso, Hick? -pregunté, algo nerviosa.

Me voltee, observando el lugar de una forma nerviosa. Tenía un mal presentimiento, como si algo malo fuera a pasar, como si alguien estuviera observándonos. Retrocedí unos pasos, mientras movía mi cola y relinchaba, sin despegar la vista de aquella zona.
- ¿Quién anda ahí? -exigí saber, después de todo podría ser una broma.

- Soo, chico -acaricié al semental, aflojando el contacto con las riendas- tranquilo, no parece haber nada allí -aseguré, intentando creerlo.

Quise creer que Katy tenía razón. Me quedé quieto, mirando desconfiado la zona de donde provenía el ruido, escondida totalmente detrás de los matorrales. Luego, comencé a caminar, retomando la marcha.

*El sonido cesó, sin embargo volvió a escucharse ahora más cerca de ellos, siguiéndolos*

- Eso es, bonito -dije acariciándo a Hick. Pero aquel alivio que sentí durante unos momentos se desvaneció en seguida, al oír nuevamente los ruidos, más cercanos esta vez.

Volví a relinchar nerviosamente al sentir cascos cerca de nosotros. Observé hacia los lados algo nervioso y finalmente salí al galope, queriéndome alejar lo más pronto posible de aquella zona. En cuanto lo hice, disminuí la velocidad hasta quedarme al paso y observé nuevamente todo el lugar. - Ya... Ya se fue -dije titubeante.

- Volvamos -dije, algo nerviosa, conduciendo a Hick de vuelta a los establos.

Llegué guiada por Tornesch. El camino transcurrió sin demasiada habladuría, solo haciendo de vez en cuando algún comentario aislado sobre el lugar, o la hípica en sí. Había averiguado poco sobre él, pero al menos ahora sabía que sí tenía una dueña llamada Nahiara y que se dedicaba exclusivamente al salto. Al llegar al bosque había senderos marcados, por lo que no sería demasiado probable que acabásemos perdiéndonos, además confiaba en mi gran guía. Observé todo el lugar, maravillada, viendo que estábamos rodeados de el verde puro de las hojas y el pasto. - Qué hermoso lugar -exclamé, mientras esbozaba una gran sonrisa, mientras seguía observando todo el lugar, de forma atenta, grabando cada detalle en mi mente- ¿hay muchos lugares así aquí? -pregunté, mientras avanzaba unos pasos, adentrándome lentamente en el bosque, siguiendo el camino, esperando a Tornesch, cada vez más entusiasmada.

-Los hay, bastantes- recordé con cierta melancolía, pero con una sonrisa trazada sobre mi hocico. Realmente los había, y de sólo pensarlo acudían a mi mente un sinfín de ellos: los suaves campos de lavandas del prado norte, el bello paisaje de la playa, las grutas tan hermosas como peligrosas a través de senderos inhóspitos en la montaña...en verdad que el bosque sólo era una pequeña porción de todas las maravillas de ése lugar, maravillas que nunca antes me había puesto a mirar y apreciar con tanto detenimiento como ahora. -Y todos los veremos, ya lo verás- me comprometí, usando el plural sin querer pero sin incomodarme por ello. -Éste lugar es enorme.

La idea de que hubiese más lugares como aquél me alegraba. Y la idea de poder compartir mis primeros momentos con alguien como él, que a pesar de haber estado en un mal momento cuando lo había conocido, nunca había tenido un mal gesto ni mucho menos. Éso decía mucho. Al contrario, se había comportado de una forma tan amable que era curioso e intrigante a la misma vez. Avancé un poco más, mientras elevaba mi cabeza y olisqueaba de forma profunda el aire limpio y puro del bosque, captando el olor peculiar al musgo y la humedad habitantes en aquél lugar. - ¿Todos? ¿Absolutamente todos? -pregunté, con un deje pícaro en mi voz, mientras giraba mi cabeza para observar a Tornesch con ojitos brillantes; curiosos, como los de una niña que descubre algo totalmente nuevo.

-No si no estás de acuerdo- reí por lo bajo de un modo casi imperceptible, pero era una risa auténtica a fin de cuentas. Mientras hablaba, me imaginé el sinfín de lugares que visitaríamos y el cómo organizarlos para mostrarle el lado más bello de cada uno: el atardecer en la playa, con los pintorescos y variopintos matices adornando las olas por doquier; al amanecer el bello prado cubierto de lavandas con finas motitas de rocío embebiéndolas; las rutas de las montañas en el mediodía cuando hiciera menos frío y cuando la nieve, iluminada por los rayos del sol, destellara luz propia. Pensar en todo aquello me dio renovados ánimos, y mientras maquinaba en mi mente todo tipo de planes turísticos, mis patas sólo se dedicaron a caminar por aquel sendero marcado por la tierra fresca y húmeda.

- Imposible no estarlo -respondí, mientras comenzaba a trotar de forma lenta y tranquila, moviendo mis patas con suavidad y ligereza, deteniéndome en el aire cada cierto tiempo, flotando. Mi mirada se clavó en el cielo unos breves instantes, entrecerrando los ojos cuando mis orbes color chocolate colisionaron con ese ardiente astro que por poco me deslumbra. Sacudí la cabeza mientras volvía a posar mi mirada en el frente, disminuyendo la marcha hasta el paso nuevamente, clavando mis cascos en la tierra de el sendero- ¿tienes lugares en mente ya? -pregunté, por sacar un tema de conversación, pues el silencio a pesar de no ser incómodo no se comparaba con escuchar la voz de Tornesch surcar el lugar. Y aunque fuera quizás difícil de creer, me había acostumbrado a la voz del semental, pues a pesar de conocerlo hace escasas horas era de los primeros con los que había tenido contacto allí, afortunadamente.

-Bastantes, y a qué hora visitarlos- encubrí con una sonrisa, como si fuera un padre de familia que le oculta a su hija el secreto de Santa Claus la noche anterior a la Navidad. Evento que ya estaba muy cerca, y que no sabía ni dónde lo pasaría; pero aquello era lo de menos. Tenía que olvidar el pasado, vivir el presente y esperar el futuro con buena cara, principio que me costaba bastante poner en práctica. -Pero no te diré nada- entrecerré los ojos y la miré de reojo, pero sin verla directamente. ¿Por qué no lo hacía? No podía, simplemente no podía. No podía entablar contacto visual con ningún ser viviente, ya me había dado cuenta y especialmente estando de un humor de perros como lo estaba ahora. Sólo lo hacía con mi dueña, y considerando que últimamente no la había visto...

Me sorprendió la determinación y la forma en la que Tornesch había tenido todo pensado para cuando le preguntara. Solté una risa, muy leve y tranquila, melódica. - Ya veo que eres un excelente guía... Has pensado hasta en el más minúsculo detalle -observé, mientras sonreía, sin dejar de pasear mi mirada expectante por todo el bosque. Las siguientes palabras me sorprendieron- ¿no me dirás nada? -reproché, frunciendo el ceño- ¿por qué? ¡me merezco saber! -exigí, riéndome también luego, dejando en claro que era una broma. Ni más ni menos que eso. Lo observé, dándome cuenta con facilidad que evitaba observarme, preguntándome la razón. No, aparentemente no había razón, ni tenía que ver particularmente conmigo, cosa que en parte me tranquilizó un poco. Muy poco.