El camino de la montaña.

Miré a Sophie, dándole un toquecito amistoso.
- Hey, no te preocupes, está todo bien -a pesar de haber sido herido y todo, sentía que ella estaba más nerviosa que yo- yo estoy bien... y tú también -que alivio sentí al comprobarlo, ¿por qué sería? no importaba, en ese momento, luego de que todo acabara comencé a sentirme algo débil. Una vez que me calmé, las heridas comenzaron molestar, mis patas a arder. Intenté seguir a Sophie, ahorrándome las quejas, pues no quería preocuparla más de lo que estaba; en todo caso tampoco me permitiría hacer de víctima, odiaba sentirme débil.

- No te preocupes, no tardaremos en llegar -aseguré, las lágrimas seguían cayendo de mis ojos producto del nerviosismo del momento. Además de que estaba asustada por él, por su estado, quería llegar rápido al club para poder revisarle a fondo las heridas y llamar a un veterinario que le pusiese algún calmante para el dolor, pues seguramente lo necesitara.
Seguí caminando, despacio para no forzarlo demasiado a él.

Cuando Chip terminó de beber, hice además de marcharnos, pero algo me hizo parar.
Un sonido salió de unos arbustos cercanos a nosotros, y yo me estremecí, quedandome callada. Miré a Chip y comprobé que él también lo había oído.
Lo llamé, para que estuviesemos juntos, y me pregunté que sería lo que había allí dentro.

Me acerqué rápidamente a Sarah, quedando casi enfrentando entre los arbustos y ella. Esto daba mala espina, tal vez lo mejor sería marcharnos cuánto antes.
- Vayámonos -le pedí, mirándola de reojo. Algo se volvió a mover, y una figura salió de entre las hojas, de aspecto felino, grande. Un puma- mierda... -no parecía el hábitat preferido de un animal como aquél, pero tampoco era extraño ver uno por allí.

Chip se acercó rapidamente, y relinchó.
-Vamonos de aquí, ya.- le dije. Me acerqué a él, temblando de miedo.
De pronto un puma salió de los matorrales. Ahogué un grito, y me llevé la mano a la boca.
El pulso se me había acelerado, y la adrenalina hacía que mi cuerpo vibrase de una forma extraña.
"Oh, Dios mío, oh Dios mío" no podía ser un puma, debía estar soñandolo o algo así.
Sabía que era real. miré a Chip sin saber que hacer. Parecía haber tomado una postura defensiva, pero por nada del mundo arriesgaría la vida de mi precioso amigo.

Solté otro relincho, a modo de advertencia hacia el felino, golpeando el suelo con fuerza.
- Retírate gatito -gruñí, pegando las orejas a mi cráneo, pero el animal dio un sólo paso hacia atrás preparándose para saltar- ¡Sarah! -me di vuelta y empujé a la chica, haciéndola retroceder lo más que pude, mientras me agachaba para ofrecerle mi lomo- ¡Vayámonos, rápido! -si le hacía frente al puma no tendría muchas chances de ganarle y eso pondría en riesgo la vida de ella también.

Chip relinchó de nuevo y pateó el suelo.
Vi como el puma se agazapaba, y Chip me empujó, para despues ofrecerme su lomo. Me sub´´í de un salto, y clavé mis talones inconscientemente.
Hice que Chip galopase fuera de aquel sitio, sin tener ningún cuidado de por donde ibamos.
Tenía miedo

No me importó nada, salí corriendo a todo lo que me daban mis patas sin pensar en nada más que huír. El puma saltó en el momento preciso en que partimos al galope fuera de allí, siguiéndonos en la carrera con la intenació de saciar su hambre, mientras que nosotros teníamos que sobrevivir al ataque del depredador.
No supe dónde nos encontrábamos y eso me preocupó. Dejamos al puma algo atrás, pero seguía persiguiéndonos.

Chip salió a toda velocidad.
Nos acercábamos a la cascada y tendría que bajarme y nadar hasta la orilla.
Cuando llegamos tarde unos segundos en reaccionar, y me bajé todo lo rápido que pude. Miré a Chip, y me metí en el agua.
-Vamos!!!- grité.
Nadé por debajo de la cascada y esperé a Chip.

Esperé a que Sarah pasara primero, viendo que el puma volvía a acercarse. Nadé tan rápido como pude por debajo de la cascada, nervioso y confundido, preso de una gran oleada de adrenalina. Llegué junto a la chica y le volví a ofrecer el lomo. No había tiempo de recoger el equipo ni nada, teníamos que huír tan rápido como pudiésemos.

Cuando vi aparecer a Chip, salí del agua y dejé todo atrás.
Me subí a lomos de Chip, y salimos los dos corriendo de allí.
No miré atrás, no quería saber lo cerca o lo lejos que estaba el puma, pues eso podría paralizarme.

Esperé que Sarah nos condujera fuer de allí, pero parecía no saber cómo volver, simplemente quería alejarse del peligro a toda costa, lo cual era importante, sí, pero perdernos no era algo muy gratificante tampoco. Noté que el puma ágilmente nos seguía, pero iba perdiendo velocidad, a diferencia de mí que, preso de la adrenalina, sentía fuego quemándome las patas. Intenté recordar algo del camino de vuelta, sin mucho progreso, pero podía reconocer pequeños tramos de vez en cuando. Tenía la esperanza de que pronto saldríamos de allí.

Mi cuerpo temblaba como si fuera de gelatina.
-Chip, corre.- dije, sin levantar demasiado la voz. Vi como Chip iba cada vez más rápido, y lo guié hasta el sendero por el que habíamos venido.
Estabamos muy lejos del club, pero cerca del camino que nos llevaría a la montaña escarpada.

¡Ah! ¡demonios! no conseguía ver bien, pero el puma seguía allí, persiguiéndonos como un loco, ¿qué tan hambriento estaría? se me hacía que el tiempo pasaba cada vez más lento y sentía una oleada de fatiga mezclada con otra de pura energía. No tardamos en llegar al terreno escarpado, y sin importarme seguí acelerando. Estaba al tope de velocidad y notaba que el felino quedaba atrás rápidamente. Me di buenos golpes con ramas y piedras, pero a pesar de todo podía esquivar y saltar bien la mayoría de los obstáculos que se presentaban, aunque tampoco eran muchos.

¿Cuanto llevabamos corriendo?
Ya hacía rato que habíamos llegado al terreno escarpado, y había llegado la hora de mirar hacia atrás.
Giré levemente la cabaza y no vi nada.
Di la vuelta a mi cuello, y seguí sin ver nada. Habíamos dejado atrás a aquel bicho. Evidentemente el galope de mi Chip no se podía comparar con el ritmo de aquel animal, así que ya no nos alcanzaría.
-Chip, tranquilo.- dije acariciando como pude su cuello, manteniendo el equilibrio.- No deberíamos parar, pero creo que lo necesitas...

No. Aún no debíamos parar, teníamos que alejarnos lo más que nos fuera posible de allí, pues si aquél puma volvía estaríamos en problemas. Pasaron unos cuantos minutos antes de que lograra calmarme, a partir de allí comencé a aminorar la marcha, jadeando de manera brusca, casi ahogado. Frené poco a poco, no sentía las patas, o al revés, era como si un intenso fuego me las quemase. Terminé por parar, y sin lograr mantener durante mucho tiempo el equilibrio miré a Sarah, intentando indicarle que bajara, pues terminé cayendo de rodillas al suelo, exausto.

Sentí el fuerte jadeo de Chip, y noté como iba aminorando su velocidad. Di gracias al cielo de que parasemos.
Algo iba mal, me bajé al ver a Chip, que cayó al suelo de rodillas al instante de yo bajarme
-¿Chip,? ¿Chip, qué ocurre?
Acaricié su cuello, sus patas con suavidad, las tenía calientes, y estaba sudado, pero no me importaba.
-Cálmate chico, ya estamos a salvo...- seguí acariciándolo, me apoyé levemente en su lomo.

Me temblaba el cuerpo, por suerte no me había dispuesto a parar en seco, en cuyo caso hubiera sido peor. Estaba agitado, exhausto, probablemente con fatiga muscular de tanto correr, tan deprisa y de golpe. Los músculos de mis patas se sentían tiesos y acalambrados, especialmente los miembros posteriores, que apenas lograba mover. No estaba bien, esto no podía ponerse peor. Si no lograba pararme y caminar, las cosas no se tornarían muy bonitas que digamos. Tenía el corazón desbocado y la respiración muy acelerada, por lo que me concentré en tranquilizarme y bajar tanto mi ritmo cardíaco como mi frecuencia respiratoria.

Seguí acariciando a Chip, que me había dado un buen susto.
Su respiración al igual que la mia era agitada, y ahora que la adrenalina había dejado de hacer efecto, me dolía la mejilla y el hombro derechos. Me miré el hombro y vi que tenía un corte muy poco profundo, y en mi mejilla igual.
-Calmate Chip...- dije, intentando convencerme a mi misma también.

Después de un largo rato de caminar y trotar llegamos a la ruta de la montaña. Había oído hablar muchas veces de ella, pero ninguna palabra bastaría para describir a la perfección la grandeza y belleza que reinaba todo el lugar. Solté un relincho agudo, alegre y emocionado, mientras trotaba con paso apretado hasta el lugar donde comenzaba el sendero de subida. -¡Ven, Ámbar!- llamé, quedándome quieto en mi lugar mientras esperaba la llegada de la yegua palomina que venía conmigo. La miré una fracción de segundo antes de desviar mi mirada nuevamente hacia las montañas, el primer lugar de visita de Ámb. ¡Eran enormes de verdad! La cima estaba cubierta por una capa de nieve, y las laderas estaban rodeadas por una fina neblina blanquecina que nublaba un poco la vista. Había piedras y guijarros por todo el sendero, teníamos que tener buen cuidado en no resbalar una vez que nos pusiéramos en marcha.

Estuvimos un largo rato caminando y trotando, hasta que llegamos a una cadena montañosa con un camino señalizado. Una ruta de montaña pensé animada e inspeccionando el lugar en general. Si te fijabas en detalle el lugar parecía bastante peligroso, pero también era un hermoso y bello lugar; las montañas, enormes y grandes y con sus blanquecinas nieves eternas en sus cimas, con unas pocas flores cerca del suelo, hermosas a pesar de que eran escasas. Ciertamente abundaban más las especies herbáceas en aquel lugar, pero igual de todas formas seguía siendo hermoso. Fuí rápidamente detrás de Perseo, que estaba justo delante de la entrada a la ruta. -¿Montañas?- Pregunté, asombrada. -Realmente este lugar es enorme- Dije mientras observaba las gigantescas montañas. -Y también asombroso- Agregué un poco más tarde. -¿Este va a ser el primer lugar que veamos?- Pregunté.

-Sí, el primero y te aseguro que no el último- oh no, para nada. Quedaban tantos lugares para turistear. Comencé a subir por el camino una vez que ella estuvo también conmigo, a veces trotando, a veces al paso y otras veces galopando, que eran pocas, porque en realidad quería guardarme las energías para más adelante. -Hay muchísimos lugares aquí.- informé -Pero no te diré cómo son hasta que los veas- no iba a arruinarle toda la sorpresa de admirar la belleza de los lugares hasta que ella misma los viera con sus propios ojos. Lagos, lagunas, playas, bosques, prados...había tanta variedad para ver por ahí, por las tierras del club. Y rutas había también otras dos, según había oído, pero ya más tarde habría tiempo para verlas con detenimiento. Seguí subiendo tranquilamente, esquivando como podía los agujeros que había, además de todas las piedras sueltas que de pisarlas te llevarían resbalando hasta el fondo. Conforme íbamos ascendiendo la temperatura iba bajando, y la altura se iba haciendo mayor y aumentaba mi miedo de caer al vacío. Auch. Menudo buen golpe me llevaría si me caía de veras. -Ten cuidado ¿eh?- avisé, yendo por el centro del sendero para no correr el riesgo de caerme hacia los lados.

Me reí ante lo que el semental castaño dijo. -Espero que así sea- Dije, soltando una pequeña risita. Comencé a subir por el camino, procurando seguir a Perseo para no perderme en aquel lugar, puesto que parecía un sitio donde me podía perder fácil si no iba acompañada de alguien que supiera el camino. -¿No me dirás? Me dejas en suspenso...- Dije, soltando una risa baja. Mientras íbamos por el sendero observaba el lugar; no había cambiado mucho, siempre las mismas flores rosadas crecían en los riscos y escasas, y las montañas que, cuando te acercabas cada vez más a ellas, eran más y más grandes. Todas y cada una de ellas tenía una característica; unas eran más grandes que otras, o algunas eran más pequeñas que otras, algunas tenían más florecillas alrededor y otras no. Además, cuando mirabas hacia arriba, veías un hermoso y gigantesco cielo azul, despejado. Al no haber nubes, entraba la cálida luz del sol, que calentaba mi cuerpo, contrarrestando el frío a medida que bajaba la temperatura por la altitud. -Apenas es un lugar... Y estoy maravillada, es precioso- Dije. ¡Y vaya que era cierto! Ésa clase de paisajes no se podían expresar con palabras, ni siquiera un largo texto podría expresar la hermosura del lugar. Lo único que sí lo expresaría, sería verlo con tus propios ojos.

Miré a la chica con aire preocupado, intentando mover las patas, las cuales no me respondían y con ello comenzaba a desesperarme. Necesitaba ponerme de pié.
- Lo siento... -le dije a Sarah, apoyando la cabeza sobre el suelo húmedo unos instantes. Intentaba pensar en algo, había que salir rápido de allí, pero primero tenía que tranquilizarme. Poco a poco mi ritmo cardíaco se fue calmando, al igual que mi respiración.

-Ah claro que sí, soy tan malvado y perverso que no pienso decirte nada hasta que lo veas con tus propios ojos- bromeé, sonriendo. Giré la cabeza para mirarla mientras le hablaba sin dejar de caminar, asegurándome de que el terreno que estaba en frente no tuviera ningún agujero en el cual pudiera caer o tropezar ahora. -Y el resto de los lugares son más bonitos aún- aseguré, sin dejar de mantener la cabeza mirando hacia donde estaba Ámbar. ¡El error de mi vida! No había calculado bien la distancia y tropecé con algo que no sólo era un agujero, sino que era una desviación del sendero que llevaba a un agujero. El camino tomaba una curva y al seguir caminando en línea recta caí, irremediablemente, hacia el vacío. Solté un relincho agudísimo con todas mis fuerzas, sintiendo cómo pasaba cada minuto, cada instante de mi vida, frente a mis ojos. La preocupación por Démeter en el paseo. Los fantasmas guiándonos. Mi madre hablándome. Yo jugando con mi hermano. Después pensé en el pasado, en los tiempos con mis cuatro hermanos cuando éramos unos críos. Los juegos en la pradera. Las carreras en el hipódromo. Las veladas con nuestro padre. Los pequeños concursos de salto entre nosotros. Todo. Caí en no sé dónde, quizás en un saliente de la montaña, que me impidió caer más abajo, pero que me había dado exactamente en la pata. Había resbalado un par de metros, los suficientes como para darme un buen golpe en la cabeza y en la rodilla trasera, lo justo para hacerme luchar por tener los ojos abiertos.