Camino costero

-Sí, lo sé-me reí un poco.
-A base de paciencia y cariño, mucho cariño, todo se logra-acaricié a Pampa mientras observaba el lugar, sin saber de qué hablar, pues realmente no se me ocurría ningún tema interesante ni mucho menos.

-Bueno...¿alguna idea para platicar?-me quejé, pues realmente me había quedado sin temas. Lo único que hacía era subir y bajar al compás del trote de Montse, mi poni blanca, pues no tenía nada más que hacer.

-Cuéntame más sobre ti-pedí, mientras planteaba las preguntas que podía realizarle en mi mente.
-A ver, ¿vives sola, con tus padres, con tu hermano, con un amigo, vecino?-me reí y centré mi mirada en ella. Para comenzar estaba bien, ya que pese a que nos conocíamos bastante todavía quedaban aquellos detalles. -Yo vivo solo, por ahora, llegué a esta ciudad hace poco-dije finalmente, esbozando una sonrisa y centrando mi mirada en sus ojos, esperando una respuesta.
Ciertamente extrañaba a mis padres, pero la tranquilidad y libertad de vivir solo eran incomparables.

-Vivo con mis tíos y su mamá...es decir, mis tíos y mi abuela-sonreí con pesar.-Pero últimamente se han comportado algo extraño...antes todo era luces, color y cariño, pero se han dado una serie de cosas de las que yo casi ni me entero, pero que traen a toda la familia detrás...y me incluyo, claro está-finalmente, lo había dicho. Pero no me sentía mal al decírselo, todo lo contrario, extrañamente me sentía aliviada y relajada.-Mis amigas me animan, pero ahora que estoy de vacaciones no tengo contacto con ellas...-suspiré con algo de pesar, mirándolo fijamente con mis ojos verdes igual que los suyos. Bueno, parecidos, que el mío era algo más amarillento y vívido, parecido al de la hoja de un árbol frondoso más que al pasto extendido.

Escuché atentamente cada palabra que dijo, observando su boca, sus labios que se abrían y cerraban para liberar las palabras, palabras que parecían ser un peso en su vida. Asentí con la cabeza dando a entender que la había escuchado y entendido, centré mi mirada en el camino y luego volví a posarla en su rostro. -Sé que no me puedes considerar un amigo, al menos no ahora, pero sabes que si necesitas hablar con alguien o descargarte puedes contar conmigo. Me caes muy bien, siéndote sincero-le sonreí ampliamente, dejando a ver mi dentadura blanca. Me caía más que bien, la verdad, y me consideraba bastante apto como para escuchar a las personas.

Empezé a galopar hasta llegar a las rutas, ahi tome unos minutos de descanso, tiempo despues comenzé a correr rumbo a la ruta hasta llegar a un maravilloso lugar -Wow- Exclamé con gusto al sentir la brisa despeinando mis suaves crines, extendi mis patas y empezé a galopar a la orilla de el mar, con la cola y cabeza en alto

Asentí con la cabeza, mientras sentía un nudo formándose en mi garganta. Incliné la cabeza para disimular, acomodándome la coleta de lado en señal de nerviosismo.
-Ethan, ¡mira! ¡Ahí está sombra!-exclamé con alegría, desmontando al instante y dirigiéndome a la preciosa yegua negra que galopaba por la ruta.-Seguro no me reconoces, pero tu padre es mi caballo de salto y tu madre alguna vez fue mi yegua de carreras. Bienvenida pequeña Sombra-sonreí de oreja a oreja y le acaricié el morro.

Observé a la yegua, era realmente hermosa en su totalidad.
Su cuerpo, su brillante pelaje negro como el azabache, sus crines que volaban gracias a el viento cuando ella se movía. Todo, en su totalidad, era perfecta. Desmonté y caminé hacia ella, suavemente, con tranquilidad, tratando de que no se asustase o se sintiera desconfiada con mi presencia. En cuanto volvieramos a la Hípica iba a comenzar con el proceso de doma. Guardé una distancia prudente pero luego acabé avanzando los pocos pasos que me separaban, estirando mi mano suavemente para tratar de acariciarla, esperando.

Regresé con Pampa y Montse mientras que Ethan estaba con Sombra.
-Pampa, adelántate. Yo iré en Montse, a ver qué tal le va a Ethan con su yegua-reí en voz baja y monté. Pampa dio un par de pasos hacia adelante, como queriendo hacerme caso pero la curiosidad le pudo y se quedó ahí a contemplar la escena.
Finalmente me decidí a permanecer de pie hasta que Ethan volviera a montar, para esperarlo.

Mire de reojo a aquel chico que se acercaba, puse la cabeza un poco mas adelante, casi a la par de su mano, cerre mis ojos y puse mi cabeza de lleno en su mano

Acaricié su frente con suavidad, deteniéndome detrás de sus orejas para acariciar ahí ya que era algo que los caballos solían hacer.
Pasé mi mano por su cuello y toqué sus crines, que estaban ahora quietas. Esbocé una pequeña sonrisa mirándola con ternura.
-Eres preciosa, ¿lo sabías, pequeña?-comenté con tranquilidad. Busqué a tientas en mi bolsillo alguna golosina, lamentablemente no traía nada encima. Suspiré y le dediqué una sonrisa un poco más amplia, observándola, muy feliz.

Miré la escena con una sonrisa curvada en mis labios. Me quedé ahí, contemplando.
-Chist, Ethan-lo llamé y le di una zanahoria para que se la entregara a Sombra.

Cerre mis ojos disfrutando las caricias, me acerqué a el un poco mas y lo mire, rei para mis adentros y mire las manos de Ethan

Me acerqué a Layla y tomé la zanahoria.
-Gracias-le sonreí a modo de agradecimiento y me acerqué nuevamente a Sombra, ofreciéndosela y esperando que la tomara.

Sonreí, contemplando la escena. Yo no pintaba nada ahí, por lo que dejé mi morral a un lado de Ethan con zanahorias y manzanas, y un par de golosinas. Monté sobre mi poni y le di un toque con el talón para galopar por la ruta.

Tomé suavemente la zanahoria, estaba verdaderamente rica, mastiqué lentamente y la saboreé, la ultima vez que habia visto a el chico no me habia inspirado demasiada confianza, pero habia decidido darle nuevas oportunidades, lo mire a los ojos y pase mi lomo por delante de sus ojos

Pasé mi mano por su lomo, retirando algunos pelos sueltos que tenía en el. La miré, observando su reacción. Por unos instantes se me cruzó en la mente la idea de montarla, de intentarlo, y no sonaba tan descabellado. Pero no quería que se asustase o perdiera la poca confianza que me había brindado, por lo que simplemente sonreí, acariciándola y observando fijamente a la yegua, sin desafiarla.
-¿Gustas venir con nosotros a dar una vuelta?-pregunté sonriendo, observando a Pampa y posteriormente viendo a Layla.

Lo miré y asentí con mi cabeza -Claro que sí.- Dije meneando mi cabeza de lado a lado

Me quité la liga del cabello y la coloqué de nuevo en mi muñeca, dejando a mi cabello libre y ondeante al viento.
Escuché la sugerencia de Ethan y el relincho de Sombra a manera de respuesta, por lo que le pedí a Montse aminorara un poco el paso y esperarlos. Giré la cabeza y mantuve una sonrisa mostrando mi dentadura blanca y bien cuidada, mientras esperaba a Sombra y Ethan.

Sonreí y monté nuevamente en Pampa con cuidado de no ejercer demasiado presión por su herida. Alcancé a Layla asegurándome de que Sombra nos siguiera, cuando estuve a su lado le sonreí. -Disculpa por dejarte sola allí, pero no lo pude evitar-me reí un poco y luego cerré los ojos sintiendo el viento que daba de lleno en mi cara, despeinando apenas mi pelo. A eso le llamaba yo libertad.

Comencé a trotar y me coloqué atras de la poni, sacudí mi cabeza y los mire

-No te preocupes, ya me..ha pasado otras veces-qué difícil era maquillar un poco las cosas, especialmente con él, pero tuve que hacer un esfuerzo para aparentar. El viento me despeinó de nuevo, pero no hice nada por arreglármelo pues era casi un favor el no tener que esconder más las lágrimas.
Taloneé un poco a la poni para que acelerara.

Empeze a galopar tras ella hasta llegar al hombro de layla, acarizie suavemente un segundo su hombro y luego segui

Miré a la yegua negra, no la conocía, pero algo en ella me era familiar.
Seguí el camino, aún con energía lista para soltar.

Fruncí los labios, sus palabras quedaron grabadas en mi mente.
No pude despegar mi vista de ella, de su rostro. -Layla...-murmuré, mientras trataba de buscar las palabras adecuadas en mi mente, para no arruinar más la situación y para expresar justamente lo que quería decir. No las encontré. -¿Qué pasa, Layla?-pregunté lleno de pena, mientras hacía que Pampa apresurara el paso para no quedarme atrás. No me gustaba verla mal, más allá de que no fuese mi culpa...me preocupaba, ¿por qué negarlo? Quería verla bien.