Prado norte

- Encantado - Comenté haciendo una leve reverencia, pues era mi forma de presentarme.
Esbocé una sonrisa y a continuación reí con gracia ante su comentario - ¿Novia? - Comenté - Me resulta un tanto extraño eso de que los seres puedan ser más que amigos - Dije riendo inocentemente mientras movía un poco una de mis patas delanteras.
Alcé mi mirada hacía los ojos de la yegua, Sombra y sonreí juguetón moviendo mi cola de un lado a otro.

-Sí, novia...bueno, si es que acaso no se han casado ya- bromeé, relinchando con más bravía que las veces anteriores. Ante sus palabras pensé de inmediato en mis padres, que se veían como tortolitos acaramelados estando juntos, y que de potra siempre me había encantado verlos así de unidos. -Pero es posible, después de todo- observé con un dulce susurro, sonriendo sin querer ante el tema tan poco usual que habíamos tomado. Enfoqué mi mirada sobre sus ojos oscuros, tan negros pero a al mismo tiempo tan llenos de vida, como si mil luceros destilaran todo su brillo sobre ellos. Dirigí mi mirada con nerviosismo hacia otra parte, mirando fijamente el suave campo de lavandas que, ya casi al atardecer, cobraban nuevos y ricos colores.

Observé asombrado al equino ante tal acción, sonriéndole, tomando la bolsa con golosinas que me había traído.
- Gracias, muchacho -comenté, sonriente, mientras inspeccionaba cuántas quedaban aún. Saqué unas cuantas y se las ofrecí, como recompensa por haber actuado de ésa manera- te las mereces -le dije, con voz tranquila y suave, como acostumbraba a hablarle a los caballos. Esperé a que las tomara, para luego vaciar la bolsa con los trozos de zanahoria en el césped, dejando que ellos comieran, pues veía a Sombra ocupada con otro caballo y Pampa ya había obtenido su buena ración antes de salir de los boxes.

Miré las zanahorias en su mano con aire de glotón y de equino sumamente hambriento, lo que me hizo sonreír. Di un paso hacia adelante e incliné el cuello levemente, sólo lo justamente necesario para tomar la comida que el humano me ofrecía de su mano. Cuando terminé de comerlas, miré con ciertas ansias el cielo, recuerdo de mi anterior libertad. Pero bueno, realmente no había cambios antes y después de decidir quedarme ahí, por lo que mi independencia para actuar seguía ahí, vigente y latente; quizá más que antes.

Noté su mirada algo perdida en la inmensidad del cielo azul, por lo que sonreí. - Disfrutarás mucho aquí. Más de lo que crees, seguramente -dije con un tono de voz seguro, pero bajo, asegurándome de que él me escuchara- vivirás experiencias únicas -aseguré luego, arrancando hierba con mis manos, de forma tranquila y sin prestarle realmente atención a aquello, centrando mi mirada en el caballo- apuesto a que aún así debe ser difícil asimilar un cambio tan grande en tan poco tiempo -razoné, casi para mí.

Refunfuñé, dándole la espalda a los tres; los dos humanos y el poni negro, y me tumbé en la hierba, dispuesta a descansar. Pero opté por molestar un poco a mi viejo amiga, en son de venganza luego de quitarme la bolsita de zanahorias. Troté rápidamente hacia él, de forma ágil y elegante, dándole unos toquecitos suavemente con mis cuartos traseros y empujándolo, al final, para que caiga, pero cuidando que no se lastimara. Hice lo mismo a Ethan y Layla, aunque lo cierto es que poco tenía que ver la chica, pero no vendría mal meter a todos en el 'juego'.

Entrecerré los ojos para después clavarlos fijamente sobre Montse, fulminándola con la mirada. Rodé y me incorporé con rapidez y agilidad, para después salir disparado correteando a la poni blanca. -Ya verás- amenacé, con un dejo de burla en mi voz. Galopé a un lado de mi amiga, y mientras que pasaba a su costado giré mi cabeza y cuello para mordisquearle sus crines blancas y puras, tirando de ellas ligeramente; sólo lo necesario para molestarla de veras. Pasé de largo después y seguí corriendo con todas mis fuerzas hacia el campo de lavandas, suponiendo que Montse me seguiría.

- ¡Tú ya verás, Bev! -amenacé, algo divertida, con un enojo un tanto mal actuado, siguiendo rápidamente al poni negro. Lo alcancé bastante rápido, y al pasar por al lado suyo, le pegué un leve mordisco sobre el anca, luego en la cara, con cuidado de no herirlo. Me reí un poco, un tanto malvada, y me alejé con aires suaves y elegante, dando pequeños saltitos.

La miré desafiante. -Esto no termina aquí- resoplé y arranqué de nuevo en un galope desenfrenado. Al pasar a su lado, viré con destreza hacia el lado derecho, en el cual ella donde estaba, arremetiendo de lleno contra su costado de éste modo. La vi caer al suelo, pero la había impactado apenas con la fuerza necesaria para hacerla caer, ni más ni menos; por lo que estuve totalmente seguro que mi amiga no se había hecho ni un rasguño. Me tumbé a su lado, colocando mis patas sobre su lomo sin herirlo. -Gané yo- pese a que era una escena un tanto rara pero digna de contemplar, me tomaba aquello con toda la naturalidad del mundo.

Chisté, refunfuñando una vez más, mirándolo de reojo con ojos vivaces y desafiantes.
- ¿Eso crees? ¿en serio, Bev? -pregunté, irónica, con tono amenazante, mezclado con unas risitas que luchaban por salir fuera de mi garganta. Rodé por la hierba para quitar sus patas de en sima, haciéndolo caer y me tumbé sobre él, de manera que no pudiera levantarse- ¿qué dices ahora? -comenté, divertida.

Resoplé, admitiendo así mi derrota. -Está bien, tú ganas- le dediqué una sonrisa torcida, notando la nula distancia en centímetros que había entre los dos. Aquel mínimo detalle hizo que mi corazón pegara un brinco dentro de mi pecho, ocasionando que la sangre bombeara por mis venas a una velocidad increíble. Me sacudí la cabeza como intentando acallar aquello, sin mucho éxito. -Ya, bájate. Pesas- me burlé, disimulando mis ansias por quitármela de encima pese que la sensación que me provocaba era curiosamente agradable.

Reí, algo 'ofendida' y me salí de en sima, quedándome a junto al bello poni negro, mirándolo a los ojos. No me había dado cuenta de cuánto lo había extrañado, y de cuan feliz me hacía tenerlo de nuevo a mi lado. Entrecerré los ojos, sonriendo como una tonta. Al darme cuenta, me giré y troté hacia el lado contrario, ocultando mi rostro.
- Eh, esto ¿quieres dar un paseo? -pregunté, deteniéndome en el campo de lavandas. No lo había notado, aquél lugar era hermoso, y desprendía un aroma muy agradable.

-Claro- asentí enérgicamente con la cabeza mientras me incorporaba con rapidez. -Recuerda que soy nuevo aquí- advertí, como para avisarle que sería buena idea que me diera una visita por todos los alrededores, como para familiarizarme con toda la hípica.

Sonreí y partí al trote, haciéndole señas para que me siguiera.
- No hay tanto que ver -bromeé, esperando que me alcanzara- en este prado siempre florece una gran cantidad de lavanda -me detuve allí, disfrutando la brisa y aroma que traía con ella- hay otros prados para ver, y en las afueras hay... -hice una pausa, mirándolo a los ojos y sonriendo aún más- esto te encantará -susurré e imité un redoble de tambores, realmente mal- está la playa -dije finalmente- y rutas para recorrer, por la costa, por la montaña... -fui bajando poco a poco el tono de mi voz, esperando que él hablara.

-Genial- murmuré, separando la palabra en dos sílabas para hacerla sonar más larga. -¿Queda muy lejos?- pregunté mientras pegaba un brinco y trotar a su altura, notando sus ansias por recorrer pronto todo el lugar. -Quiero verlo- aseguré con una sonrisa de aire triunfal.

Reí ante su reacción, para nada inesperada, y les eché una ojeada a los 'tortolitos' de Ethan y Lay. Suspiré y volví a mirar a Bev, sonriendo anchamente.
- Pues no mucho -admití, ansiosa- ¡vamos! -exclamé, con intenciones de partir al galope hacia la playa.

-Ya, vamos- hacía mucho tiempo no recordaba ver a Montes tan emocionada, por lo que su alegría y entusiasmo me contagiaron a mí también. Era una señal de que probablemente aquella playa fuera bastante bonita y digna de contemplar, por lo menos su reacia reacción así lo decía. Me impregné del olor de las lavandas antes de partir al galope detrás de mi vieja y querida amiga, despidiéndome con una mirada feliz de los humanos debajo del árbol.

Reí inocente a la broma de Sombra - Sí, supongo que puede ocurrir - Admití algo confundido, pues no me hacía a la idea.
Esbocé una sonrisa mientras observaba con una fijeza absoluta el negro pelaje de Sombra, que a las alturas del día aún lucia con matices brillantes pero a la vez era oscuro como la noche. En ese instante perdido, sin salida en sus ojos desvié hacia un lado la mirada después de sacudir la cabeza intentando desviar un poco mi atención de Sombra.
Suspiré levemente mientras trataba de observar con fijeza el paisaje.

Busqué con desesperación un tema para sacar al aire y charlar un rato, pues aquel silencio y aquellas miradas furtivas eran peligrosamente incómodas. -¿Tienes dueño ya? O dueña- admití, arqueando ligeramente el cuello con las patas firmes para mantener la buena postura, cosa que en mí era tan natural como el agua pese a no ser una yegua de pura raza.

Esbocé una sonrisa - Sí, creo que tengo dueño, aún que me escabullí - Admití en tono bromista.
Comencé a pastar tranquilamente aún que observando a la yegua y prestando toda la atención posible - ¿Y tu? - Pregunté curioso levantando la cabeza mientras masticaba gracioso algo de hierba.
La miré a los ojos mientras movía inocentemente la cola.

-Él- señalé con mi morro, negro y terso, donde Ethan estaba ahora solo con su chica. -El chico rubio de ahí- repetí, preguntándome si no se lo había dicho ya. Pero bueno, qué mas daba. -Tú te dedicas al salto, ¿cierto?- ladeé la cabeza, puesto que la finura de sus movimientos y la fuerza notoria en sus patas...estaba segura que no era cosa del azar ni del destino, al igual que yo.

Relinché riendo.
Respondí enérgico a su pregunta - Cierto - Dije colocándome erguido y con la cabeza bien alta simulando orgullo, a continuación reí.
- Tengo la ligera sospecha de que tu también eres de salto, ¿correcto? - Pregunté curioso ladeando lentamente la cabeza y agudizando los oídos para escuchar la respuesta.

-Lo soy- respondí alzando el cuello con elegancia, inclinando las orejas hacia adelante. Me intrigaba saber más de aquel semental, a saber por qué. -Participé en el concurso que hubo aquí, hace no mucho...-murmuré. Como había sido la única participante en mi categoría, estaba de sobra decir que había ganado. -¿Eres muy nuevo o ya llevas tiempo por aquí?- inquirí.

Reí simpático.
- Seguro que ganastes - Comenté gracioso fijándome curioso en la yegua.
- Tu lo has dicho - Dije - Nuevo - Añadí con una amplia sonrisa - Tu por lo que veo... creo que no - Comenté sonriente mientras comenzaba a caminar con elegancia y agilidad para estirar un poco las patas.
- ¿¿Eres buena saltando?? - Pregunté con un tono un tanto pícaro - Me gustaría verte - Añadí sincero mientras seguía caminando con elegancia a su alrededor.

-No, no soy nueva en lo absoluto- canturreé mientras sonreía, observando su elegante y refinado andar lo que me hizo sonreír. -Bien, pues ahora lo verás- afirmé con picardía mientras me acercaba a un par de troncos tirados que había por los alrededores. Puesto que previamente había galopado por todo el prado ya no tenía la más mínima necesidad de entrar en calor para no lastimarme las patas, y de inmediato me puse a saltar tal como lo hacía cuando llevaba a mi dueño en mi lomo: el cuello elegantemente recogido, las patas finamente recogidas en el aire para no rozar el obstáculo mientras que saltaba de cerca para tomar buena distancia en cuanto a longitud se refería, dado que los troncos no eran muy gruesos ni altos. Mi cola se agitaba de lado a lado con cada salto que daba, mientras que mis crines ondeaban como banderas detrás de mi cuello.