Su voz temblorosa me indicó realmente como estaba. Había sido un gran susto, no sólo para ella, también para mí puesto que temía que se cayera o que alguien saliera herido. Amaranto no era un caballo para principiantes, pero estaba seguro de que Miranda podría con él siempre y cuando no se rindiera y demostrara una buena actitud frente a él. Nada de miedo. Nada de nerviosismo. Debía demostrarle que ella mandaba sobre todas las cosas y que debía obedecerla, aquello no se discutiría. "Continuemos" dijo ella. Lo dudé, pero finalmente me alejé dándole espacio, aún no montaría por si algo más ocurría. Y ocurrió. Apenas lo tocó con sus talones Amaranto se paró en sus posteriores, sacudiendo con vehemencia las patas delanteras. Esperé a que bajara y lo sostuve nuevamente de las riendas, preocupado por Miranda. -Oye, tranquila. Sé que debes estar asustada, yo también lo estaba, pero no debes quedarte con lo malo. Sé que puedes con este caballo, es cuestión de tiempo y confianza, de demostrarle que tú mandas. Te está probando y lo seguirá haciendo, pero necesitas seguir, tomar el control de la situación- me quedé observándola y esbocé una pequeña sonrisa -¿Quieres que te ayude con él? No tengo mucha experiencia domando caballos o tratando de amansarlos, por decirlo de alguna manera. Sin embargo, a Sombra la domé yo con ayuda de...- hice una pausa, sintiéndome un tanto triste al recordar a Layla -Una amiga. Y es una gran yegua, como verás- mientras pudiese hacer algo para ayudarla, lo haría, después de todo Miranda me había caído increíblemente bien y el pasar ratos en su compañía sería agradable.