No me di cuenta que Bev había vuelto hasta que me tocó y su voz me sacó de aquellos profundos pensamientos, viendo que lo tenía frente a mí, lo cual me puso un tanto nerviosa. Sacudí levemente la cabeza, ocultando unos momentos mi mirada de la suya, para volver a aclarar mis ideas sin perderme en otra cosa. Nuevamente tomé aire y miré al pon negro, algo sorprendida; sentía que ya no lo podía ver con los mismos ojos que cuando éramos dos juguetones e inocentes potros.
- No... no es nada, Bev -aseguré, sonriendo sutilmente. Suspiré y volví a hablar- escucha, dime la verdad, ¿estás muy seguro de que quieres quedarte aquí? -pregunté, insegura- quiero decir, traté de convencerte de que lo hicieras, de echo lo logré, pero no consideré que era lo que realmente preferirías... y era obvio que no estabas seguro que querer quedarte... -mi tono de voz fue bajando lentamente a medida que hablaba, al igual que mi mirada- no me mal interpretes, realmente adoro la idea de tenerte aquí, en este momento es lo que más deseo en el mundo... pero no puedo obligarte -admití, algo avergonzada.