Llegué junto a Zicab, estuvimos más de una hora explorando aquel hermoso lugar, yo noté que él lo miraba todo, todo le llamaba la atención.
Yo estaba cansada, así que me bajé de Zicab y me senté apoyada en un árbol. Yo le dejé que explorara pero que no se fuera muy lejos.
Me quedé un poco adormilada y cuando desperté, no vi a Zicab por ninguna parte.
Me asusté mucho, tanto que me quedé pálida durante unos minutos, no lo veía por ninguna parte. Empecé a correr y a silbar llamándolo pero nada.
Pasada una media hora, lo encontré tumbado en el camino. Parecía que tenía una herida no muy profunda pero sí larga en la rodilla. Le sangraba un poco. Probé a ver si podía levantarse, y aunque le costó, se levantó con un poco de dolor reflejado en el rostro.
-Vamos pequeño, no hay mucho que andar para llegar al veterinario-le dije mientras le vendaba con unos pañuelos la rodilla, de forma que le cortara un poco la hemorragia.
Fuimos andando lentamente hasta llegar al veterinario.