Picadero de llegada.

Movía la cabeza como un loco intentando evitar que me pusieran el cabezal, pues no me gusta

Dejé el cabezal a un lado en el suelo, era mejor hacer que tomara confianza.
-Chico, aquí tengo avena. Ven-sonreí y di un paso adelante. Tenía su hocico a escasos cinco centímetros de mi mano, por lo que incliné la palma de mi mano y la abrí un poco para dejar ver la avena que tenía ahí.
-También tengo zanahorias, manzanas y terrones de azúcar, pero antes tendré que ponerte el cabezal-advertí con una sonrisa.

Comí un poco de avena y me tumbé feliz, me levanté y esperé algo

-Muy bien-tomé el cabezal y se lo coloqué con cuidado. Cuando se lo puse, le di algo más de avena.
-Ahora, al box-indiqué, conduciéndolo con la cuerda.

Le seguí feliz

[Creo que es aquí donde debo comentar primero, ¿verdad?]

La luz del exterior me lastimó los ojos por unos segundos. Podía oír al muchacho que me metió en el trailer llamándome por mi nombre.
"Monse, Monse" me chiflaba. Pero no le obedecí, así era yo: rebelde.
Forcejearon entre dos hombres para sacarme del vehículo y, cuando lo lograron, me soltaron y se fueron así, sin más.
Asustada, corrí por toda la pista. Conocía ese tipo de lugares, pero... ¿dónde estaba y por qué? Mi dueña me había vendido, sin duda, aquella mocosa mal agradecida no sabía cuidarme ni tratarme, menos controlarme, montarme.

Pasando por las pistas terminé por llegar aquí. No creía que me encontraría a un nuevo caballo, mejor dicho yegua: teníaa pinta de árabe, blanco como la nieve, pero muy pequeña, suspuse que s´ría un pony. Me acerqué a la baranda y me quedé mirándola, estab asustada, corriendo de acá para allá muy rápidamente.

Frené en seco, impulsándome con mis patas posteriores para levantarme y dar un pequeño salto en el aire, de pié.
Miré de reojo al semental negro contra la baranda de la pista, no le presté demasiada atención, ahora lo único que quería era salir.
Al final, me dirigí con él- ¿¡cómo salgo de aquí!? -le pregunté con desesperación, los músculos tensos, la mirada nerviosa y la voz fuerte- dímelo, por favor -le rogué.

-Muertos..- Exclamé tristemente caminando hacia el picadero de llegada y me apolle en una baranda, mirando todo

- TRanquila -le pdi, un poco exaltado ante su reacción- te vendrán a sacar las personas, no te preocupes, ya saldrás -le dije amablemente. Ví a Wild, acercándose, con la mirada llena de tristeza, los ojos apagádos... corrí desesperado a su lado.
- ¡¡Wild!! -grité mientras me acercaba.

Otra yegua apareció, pero seguramente me diría los mismo que el caballo negro. Algo en ella se veía realmente mal, por lo que presté atención a la escena, curiosa pero aún nerviosa.

Alce la cabeza ante el grito y mire al caballo -¿A..Afri?- Pregunté acercandome a el

- Si Wild, soy yo -le dije abrazándola con fuerza- ¿qué ocurre? -pregunté preocupado, mirándola a los jos al deshacer el abrazo- ¿qué pasa? ¿estás herida? -

¿Qué estaba ocurriendo? Al parecer ya se conocían, era obvio. Me alejé de la baranda y los dejé solos, con la esperanza de que pudiera salir de allí, antes que los humanos me sacasen.

Recordé todo, lo mire a los ojos -Sombra, eclipse, bucefalo..Perseo..- Todos estan muertos... Dije con la mirada baja

Me paralicé.
¿Cómo era eso, cómo era posible?
- ¿Q-Q-Qué... acabas de... de... decir? -tartamudeé con la mirada fija en la nada, con los ojos aviertos como platos.
- ¡¡No!! -grité, furioso, triste, nervioso, deseperado- ¡¡No, no es posible, no lo es!! -grité tan fuerte que me lastimé la garganta- No... -mi voz se fue apagando, caí al suelo y las lágrimas se desbordaron de mis ojos sin control- mis niños... -susurré con angustia y la voz qubrada

-tranquilo, afri..- dije zollosando y tumbandome a su lado -eran muy pequeños y no tenian ni agua ni comida...- dije abrazandolo con mi cuello

- ¿Por qué, ellos? no... -me decía, cerrando los ojos con fuerza, angustiado y abrazándo a Wild con fuerza- ¿por qué ellos, nuestros niños? -no me pude mover.

-Casi todos estan en mal estado, todos, totalmente todos abandonados, sin comida ni agua, ellos no tenian tantas fuerzas, afri...- Dije llorando apretando mis ojos fuertemente

Escuché un centenar de relinchos en el picadero y me extrañé bastante al ver a Wild y a Afri. Recordé los tiempos que habían pasado juntos...y a sus potros.
No podían haber muerto. Los mozos cambiaban el agua y la comida diariamente...eso quería decir que se los habían robado, ¿no? ¿O el club se había ido a la ruina y ya no había mozos? Sea como fuere, a Wild se le notaba extremadamente triste.
-Shh, chicos...-susurré y los abracé a los dos. Yo no era ninguna clase de madre, por lo que no pude sentir lo que sentía Wild, pero por lo menos algo muy parecido.
-Oh Wild-murmuré y le acaricié el morro.-Quizá escaparon...-lancé con una esperanza. Aquello era muy poco probable, pero había una posibilidad, por lo menos. Me quedé ahí con ellos; mirando de reojo a la yegua nueva hasta que le coloqué el cabezal a la nueva y la conduje a su box.

Resoplé entrecortadamente, intentando calmar mi llanto... era dificil: mi corazón acababa de romperse.
El sólo pensar que no volvería a ver a mis hijos, apasar tiempo con ellos, a verlos sonreí siquiera, me partía el alma en dos
- No hay nada que hacer ya -trataba de consolarnos, sin soltar a mi pareja.

Escuché horrorizada la conversación de la pareja. Bajé la cabeza y guardé silencio, quieta como una estatua.

-Afri, Wild...al box-susurré. Les eché el ramal encima y los conduje a los boxes, sellando bien la puerta por si las dudas.
-Mr. Galoguey me va a matar...ya han roto muchísimas puertas-les reproché, pero me despedí de ambos con un beso en la frente.
Me acerqué a la yegua nueva.
-Ven-murmuré, acercándole un poco de avena al hocico.

- Oh, no... -me dije a mí misma, con la cabeza alta, moviendo la cola de aquí para allá, con los nervios de punta. Refunfuñé en dirección a la chica- ¡Aléjate! -grité.

"Ay no..."-me quejé para mis adentros. Otra yegua rebelde, igual que Gitana. No dije nada más, me di media vuelta y busqué un costal de avena. Cuando lo encontré, lo puse cerca de mí, dejando el cabezal cerca de la valla opuesta a nosotras.
-Yo no te haré daño-prometí, con una expresión relajada y de confianza y mirándola a los ojos sin retarla, transmitiéndole serenidad.