Vi llegar a una yegua, lo que me hizo poner más nervioso. Quería que de una vez alguien llegara por mí, observé al hombre que me sostenía, era una mirada de súplica. Él entendió que quería irme, que quería estirar las patas, por lo que me acarició tratando de tranquilizarme. — Tranquilo pequeño, no te puedo dejar aún, tengo que esperar a que alguien venga a recogerte —dijo en voz baja, yo lo entendía, aún así bufé, impaciente. Seguí observando a la yegua, finalmente, hablé. — Hola. Me llamo Marismeño.
Clup Hipico