Mozo:
Reí al sentir su morro husmeando los bolsillos de mi chaqueta, ahora lamentablemente vacíos. Pero poco se podría hacer ya. Cuando finalmente logré ponerle el ramal, la tomé de la cuerda con cuidado y chasqueé la lengua, animándola a avanzar. -Vamos, las dos- animé, conduciéndolas fuera del picadero de una buena vez por todas y encaminándolas hacia los boxes con cuidado. Después de todo, y aunque parecían ser por lo menos no muy salvajes, eran caballos a fin y al cabo. Y los árabes especialmente solían ser bastante nerviosos.
Reí al sentir su morro husmeando los bolsillos de mi chaqueta, ahora lamentablemente vacíos. Pero poco se podría hacer ya. Cuando finalmente logré ponerle el ramal, la tomé de la cuerda con cuidado y chasqueé la lengua, animándola a avanzar. -Vamos, las dos- animé, conduciéndolas fuera del picadero de una buena vez por todas y encaminándolas hacia los boxes con cuidado. Después de todo, y aunque parecían ser por lo menos no muy salvajes, eran caballos a fin y al cabo. Y los árabes especialmente solían ser bastante nerviosos.