Sonreí de forma inevitable al sentir que me entendía. Los caballos eran seres demasiado especiales; prácticamente mágicos. Lograban comprender todo lo que decíamos los humanos a la perfección, y Sadik era la prueba viviente de aquello. Y me alegró el recibir aquella especie de respuesta positiva de su parte, por lo que solté una risita nerviosa. -Bueno, creo que ahora tenemos un problema. Hacerlo o no hacerlo, e ahí la cuestión- mascullé, haciendo una mueca, pues notaba que él estaba casi tan indeciso como yo. Posiblemente, en caso de montarlo, los beneficios serían mayores que los problemas. A pesar de que él decidiese que no quería tenerme encima y acabase en el suelo como la mejor; habría sacado algo más que positivo de aquella experiencia. Sí, sin lugar a dudas sería algo bueno, y además, el estar con la duda no nos ayudaría. -¿Qué dices? ¿Lo intentamos?- pregunté, alzando una ceja y tomando una bocanada de aire. Acaricié su dorso con suavidad, como preparándolo, o preparándome a mí misma. -Si quieres que baje, lo haré, ¿sí? Sabes que no te quiero obligar a nada, Sadik- dije su nombre con suavidad y lentitud, pues me había parecido oírlo de los labios de Edward, pero no estaba segura. Antes de que aquél nombre; Edward, lograra desconcentrarme, tomé un mechón de la crin de Sadik. -Eres alto, precioso. Espero no haber perdido la práctica- bromee, tomando impulso y colocándome encima de su dorso al primer intento. Agradecí no haberlo hecho de forma brusca, y para no ser una molestia me acomodé con suavidad, amoldándome perfectamente a la figura el equino. Lo acaricié, pasando una mano por su grupa y luego acercándome más a su cuello, echándome un poco para adelante. -Tranquilo- susurré, lentamente, esperando una reacción. Esperaba sinceramente que fuese buena, pese a la molestia y supuesta falta de contacto con humanos que tenía aquél caballo, según Edward. Edward de nuevo. La sensación agradable de estar encima de él me revolvió el estómago, pero una sonrisa se formó en mi rostro inevitablemente, demostrando toda aquella felicidad genuina que sentía.