-Gracias -le dediqué una sonrisa al mozo que me ofreció uno de los botiquines, buscando todo lo necesario para limpiar las heridas. Afortunadamente no tenían muy mal aspecto ni mucho menos, aunque sí estaban algo sucias de tierra y similares-, no creo que duela mucho -le dediqué una sonrisa, comenzando con los pocos y pequeños cortes que tenía en sus patas, limpiándolos con la mayor suavidad que me fue posible. Al finalizar me encargué de alguna que otra herida que tuviese, viendo que tenía un par de cortes en la grupa. Luego de que éstos estuviesen limpios dejé el botiquín fuera del box, dedicándole una sonrisa a la yegua andaluza, Tormenta-. Bien, preciosa -la acaricié, encantada de volver a relacionarme con los caballos, y más aún tratándose del club en el cual había comenzado con la equitación-, ¿estás cansada? -quizás preferiría que la dejase en paz un rato para poder dormir, o quizás tuviese ganas de hacer algo, ya se encargaría ella de comunicármelo. Busqué una zanahoria y la partí en pequeños trocitos, ofreciéndoselos. A decir verdad, era una magnífica yegua y eso se notaba. Además de hermosa, su buen carácter me había gustado lo suficiente como para que las ganas de pasar un rato más en su compañía aumentaran, pese a que no tenía por qué ser ahora. Viendo el estado de todos los caballos, quizás quisiera descansar un rato y, lo entendía perfectamente. Por mi parte no tenía prisa alguna.
Clup Hipico