Llegué al fin, galopando por todo el lugar. La pata herida apenas me molestaba.
Armé mi propio recorrido, saltando todo tipos de obstáculos de un lado a otro, con agilidad, ligereza y bien sobrada, llena de energía, una que nunca acababa.
Recordé los circuitos que practicamos con Layla, y los volví a hacer, sin problema alguno, en lo más mínimo.
Al llegar al obstáculo donde accidentamos Lay y yo, frené en seco, de forma tan brusca que mi pata me dio un ligero tirón.
Volví a intentarlo, saltando algo insegura que limpio. Lo hice tantas veces que ya me había olvidado del dolor y seguí con el recorrido, de manera prolija y firme, saltando por más e lo debido, al no tener jinete.
Me puse a pastar un rato, recordando a Layla. Aquella chica que tan bien me había tratado. Realmente podía admitir que la extrañaba.
Galopé un rato, aún con demasiada energía y me dirigí hacia algún otro lugar.