Entré en la pista montada sobre Zicab. Fuimos entrando hasta el centro de la pista al paso y, allí, le pedí trote. Trotamos mientras yo veía los obstáculos y después, ya empezamos a galopar. Era un galope corto y cómodo tanto para Zicab como para mi. Zicab iba con el cuello semi-recogido, lo justo para que pudiera ver y calcular los saltos y a la vez que fuera bonita su postura. Cuando nos aproximábamos a los obstáculos acelerábamos un poco más el galope, pero no mucho. Él saltaba muy alto, recogiendo mucho las patas, hasta casi tocarse el vientre con ellas, estaba muy bien domado, era un campeón y un hermoso y obediente caballo.
Zicab hizo un recorrido perfecto, sin derribos ni rehúses, aunque los obstáculos no superaban el metro de altura, no me desobedeció en ningún momento e hizo lo imposible para que yo estuviera cómoda y a gusto con él. Yo sabía que él lo intentaba, incluso lo conseguía, era un caballo ejemplar y a la vez un buen amigo.
Repetimos el recorrido varias veces, unas tres, y ya enfriamos y nos fuimos.