Me encaminé hacia el obstáculo, saltándolo con la mayor suavidad que fui capaz. Al parecer funcionó, pues Maia aflojó un poco las riendas; dándome la libertad de mover la cabeza como quisiera.
Eran en total cinco obstáculos, siendo el quinto el de 80cm. Pasé los otros de 40cm, 70cm y 60cm sin ninguna dificultad, era pan comido en realidad. Mi salto era suave y ágil, ligero pero a la vez potente, saltando cada obstáculo bastante sobrada. Saltaba de lejos, lo cual era una desventaja, pero podríamos cambiarlo quizá después.
Cuando terminamos el pequeño circuito, Maia me dio una zanahoria, me condujo a mi box y me duchó.