Llegamos a la pista con Sombra, desmonté y armé el recorrido.
Combiné diversos obstáculos de varias alturas. Los más pequeños medían cerca de noventa centímetros, cosa que estaba seguro de que Sombra saltaría sin problemas. Poco a poco, comenzaríamos a subir los obstáculos para avanzar, ya que los ochenta centímetros cada vez le quedaban más pequeños a mi preciosa yegua. Volví con ella y le dí unas caricias amistosas.
- Apuesto que ésto es muy poco para ti, ¿verdad? Pero tenemos que comenzar por algo -anuncié riéndome un poco.
Antes de montar le estiré las patas y le hice un pequeño masaje para que no se lesionara. Luego, finalmente monté y dimos unas vueltas alrededor de la pista para calentar, primero al paso y alargando las zancadas hasta pasar al trote. Hicimos lo mismo con éste, pasando al galope luego de dar unas vueltas al trote, alargando y practicando algunos ejercicios. Aproveché para practicar los cambios de mano, que le salían realmente bien pero a veces tenía algunos problemas debido a que nunca nos habíamos enfocado realmente en aquello.
Luego de haber calentado, la dirigí hacia el primer obstáculo. Un vertical de noventa centímetros, sería bueno comenzar con obstáculos sencillos para comenzar a subir la altura. Lo saltó sin problemas, aunque de lejos, por lo que supe que estaba perdiendo la costumbre y me alegré por haberme decidido a entrenar. - Apuesto a que no te has olvidado de todo lo que practicamos, ¿verdad? -pregunté, dándole unas caricias amistosas y guiándola hacia el segundo obstáculo. Un oxer. Le pedí que alargara las zancadas y le dí la orden de saltar yo, asegurándome de que lo hiciera de cerca. Me obedeció, por lo que le sacó una gran distancia de sobra al oxer de noventa centímetros. Sonreí y la guié hasta el tercero.
Un vertical de un metro. El primero que practicaríamos con ésta altura. Nuevamente le pedí que alargara la zancada, más no que aumentara la velocidad. La acompañé en todos sus gráciles y finos movimientos, dándole rienda a la hora de saltar. Lo hizo sin problemas, a lo que sonreí satisfecho. La seguí guiando a lo largo de todo el recorrido, había otros obstáculos de un metro, inclusive oxers. Los saltó con un poco de dificultad, pero luego de practicarlos un par de veces se acostumbró a la altura, saltando sin problemas y recogiendo bien sus patas a la hora de pasar por encima de el obstáculo. Las rías ya no le costaban prácticamente nada, como los oxers, por lo que me alegré al ver su enorme mejoría y me hizo sentir muy bien saber que había sido yo quien la había iniciado en salto. Y el saber que había sido conmigo con el que había participado en el primer concurso, también saber que había sido la primer -o una de las primeras- personas en montarla. Desmonté, acariciándola con cariño.
- ¿Cansada? -pregunté, viendo que estaba bastante sudada. Después de todo no había sido un entrenamiento más, había sido realmente mucho más exhaustivo. - Creo que necesitas una ducha -le subí los estribos y la guié nuevamente hacia los boxes, rumbo a las duchas.