Saltó con facilidad el obstáculo, cosa que no me sorprendió en lo más absoluto. Sabía que aquella yegua era capaz de dar muchísimo más. La guié hasta el segundo obstáculo, un doble, lo saltó con facilidad y sobrada por bastante, por lo que la acaricié para recompensarla. Tomamos una curva cerrada, aminorando la marcha al doblar y recuperando el ritmo luego de pasar la curva. Al final de ella había un oxer, la noté un poco desconfiada por lo que cedí rienda y le toqué con los talones, animándola. Se confió un poco más y lo saltó sin problemas, aunque con las patas traseras casi roza el obstáculo. Los siguientes dos obstáculos eran dobles y el siguiente un oxer, el cual saltó con facilidad ahora sí, con confianza de sobra. Terminamos el recorrido y desmonté para felicitarla. La dejé descansar un poco mientras armaba un nuevo recorrido. Ahora eran trece obstáculos, compuestos por verticales simples, dobles, triples, oxers y combinaciones de dobles y triples. Habíamos aumentado muchísimo el nivel, pero el tiempo cada vez era menor. Subí en Sombra y dimos una vuelta más de calentamiento, luego la dirigí a el primer obstáculo, un triple. Lo saltó con facilidad, recogiendo bien las patas y saltando de cerca como habíamos practicado. El segundo era un triple el cual también saltó con fuerza de sobra, cayendo con gracia y agilidad y retomando la marcha. El tercero y cuarto eran una combinación, es decir que tenían apenas dos trancos de espacio entre uno y otro. Lo saltó bien aunque el cuarto casi lo roza debido a la poca distancia que había entre ambos obstáculos. El quinto era un oxer, lo pasó también con facilidad. Los demás eran combinaciones de triples y dobles y quedaba algún que otro oxer, por lo que terminó el recorrido con cero faltas y un tiempo realmente bueno. Comenzaríamos a practicar la ría, por lo que luego de felicitarla la guié hasta el obstáculo. Desmonté y puse dos vallas delante y detrás para que se acostumbrara. — Es igual que el oxer, un obstáculo más. Confía en ti —le pedí, luego la animé a saltar. Lo hizo un tanto desconfiada, por lo que repetimos el proceso unas cuantas veces hasta que la saltó bien. Saqué las vallas y lo intentamos de nuevo. Nuevamente saltó con un tanto de desconfianza hasta que se acostumbró por repetición. — Ahora conmigo encima, pequeña —avisé, montando con agilidad y llevándola hasta el obstáculo. Lo saltó bastante sobrada, así que la felicité. Hicimos el recorrido una vez más, con ría incluida unas cinco veces hasta que salió bastante bien. — Suficiente por hoy. ¡Estoy seguro de que la pasaremos genial en el concurso, guapa! —comenté con gesto animado, abrazándola por el cuello y llevándola a los boxes mientras le daba un poco de avena como recompensa.