Llegué a la pista montada en Marismeño, nos colocamos al paso en uno de los extremos de la pista y comenzamos a calentar trotando. Tras dar un par de vueltas, comenzamos a hacer figuras, incluida la del paso español, que en Marismeño resultaba preciosa. Marismeño obedeció todas las órdenes que yo le daba, era muy bueno, sus movimientos eran cómodos y a la vez preciosos, elevaba como ningún caballo, alargaba mucho, con su cuello ancho siempre recogido, con una expresión maravillosa...Era el caballo perfecto, prácticamente, todos mis caballos me encantaban, pero todos tenían algo diferente a los otros, en éste caso, Marismeño tenía esa belleza que, además, transmitía por cada sitio por donde pasaba.
Tras hacer todas las figuras, le pedí galope, un galope corto y cómodo, pero a la vez, elegante. Maris elevaba sus patas hasta llegar al cuello con las rodillas y siempre con un galope tranquilo, sin aceleraciones ni paradas. Doblamos a lo largo, a lo ancho, cambiamos de mano, hicimos diagonales y círculos al galope y en ningún momento me descontentó en absoluto. Volvimos al trote, dimos varias vueltas y diagonales y ya le pedí paso. Dejé que caminara por donde quisiera unos 5 minutos y después salimos de la pista.
-Hoy te has portado de maravilla-dije sonriendo a la vez que le daba varias palmaditas en el cuello.
Tras hacer todas las figuras, le pedí galope, un galope corto y cómodo, pero a la vez, elegante. Maris elevaba sus patas hasta llegar al cuello con las rodillas y siempre con un galope tranquilo, sin aceleraciones ni paradas. Doblamos a lo largo, a lo ancho, cambiamos de mano, hicimos diagonales y círculos al galope y en ningún momento me descontentó en absoluto. Volvimos al trote, dimos varias vueltas y diagonales y ya le pedí paso. Dejé que caminara por donde quisiera unos 5 minutos y después salimos de la pista.
-Hoy te has portado de maravilla-dije sonriendo a la vez que le daba varias palmaditas en el cuello.